- Alguna vez te dije que amo los teatros de New York?.- La voz de Cris sonaba débil, se había desparramado con total desparpajo sobre la sencilla embarcación de madera en la que se encontraban mientras Ana Lucía hacía todo el esfuerzo de remar.
- Si, un millón de veces Cristopher!, pero créeme ahora mismo no deseo escuchar todo tu drama al respecto, ayúdame a seguir remando o jamás llegaremos al muelle.- Acusó molesta la joven mientras hacía maromas para enderezar el viejo bote del abuelo del chico.
- No se trata solo de la excelente música, también es el ruido de los aplausos, el silencio en las actuaciones más dramáticas, y el sonido de los instrumentos... ¡por dios! eso no lo cambiaría por nada.- Cris continuaba perdido en sus pensamientos ignorando totalmente a la chica que estaba a punto de perder la paciencia.
- Cris, me has traído hasta el lago solo para fantasear?, mientras tu abuelo, mi tía y el resto de los invitados se divierten en la barbacoa tú me has traído a remar como una esclava en la parte más alejada de todo el lugar.- Ana Lucía le lanzó unas chispas de agua.- Despierta tonto, y de verdad comienza a remar, parece que va a comenzar a llover en cualquier momento!.
- Eres la chica más aburrida que conozco.- Rezongó el muchacho mientras se levantaba para tomar los remos.- Mal agradecida además, has visto los parajes más hermosos de la casa de campo del abuelo y aun así no paras de lloriquear y quejarte.
- Si tanto te molesta mi compañía no debiste traerme.- Ana Lucía hizo un gesto fingido de pensativa y agregó.- ¡Ah ya sé! Tal vez me has traído para que reme por ti.
- Lo dices como si remaras muy bien.- Bufó el joven.
- Hoy estás realmente insoportable, ¿qué te pasa?.- Argumentó la intuitiva señorita.
Si había algo que Ana Lucía adoraba de Cris era esa manera suya de encontrarle el lado positivo a cada cosa que sucedía a su alrededor, cuando se sentía triste o derrotada él tenía el poder de levantarle el ánimo, porque con su simpatía podía resolver cualquier problema, sin embargo luego de su viaje por la boda de Ana Paula había notado cierto cambio en el brillante caballero.
Su sonrisa distraída había sido reemplazada por un semblante pensativo e incluso preocupado, a veces parecía perdido en pensamientos indescifrables con mirada nostálgica.
En dos días sería la fiesta de compromiso de Ana Leticia, pero ella no asistiría pues no estaba de acuerdo con aquel compromiso forzado, y se había escudado en la salud de su tía que había estado sufriendo fuertes dolores a causa del reumatismo para no asistir, con esfuerzos había logrado sacar a la anciana mujer de casa para ir a la pequeña cabaña de campo que el abuelo de Cris tenía en las afueras de la ciudad, era un lugar tranquilo, calmado y cargado de aire puro, convencida de que un poco de aire de campo le sentaría bien a su tía la llevó casi obligada a la modesta barbacoa que el anciano militar había ofrecido dar, había invitado a un par de amigos suyos también retirados y Cris había invitado a tres de sus mejores amigos de la universidad y a la hermanita de uno de ellos; sin embargo lejos de estar feliz se había hecho un ovillo, aburrido como pasa bajo la sombra de un enorme sauce, Ana Lucía lo encontró allí y de inmediato él la convenció para ir a remar.
Ahora estaba allí, sumergido de nuevo en sus propios pensamientos, solo paraba su silencio sepulcral para hablar más consigo mismo que con ella y luego permanecía callado el resto del tiempo, y ella lo conocía demasiado como para ser engañada por el encantador joven.
- ¿Y bien?, ¿me dirás que te sucede o estarás allí todo el día con la cabeza en otro lado y los ojos brillosos como huevos fritos?.- Dijo la chica autoritariamente. Cris como si acabara de tomar valor suficiente para hablar colocó los remos dentro del bote asustando a unos gansos que nadaban cerca, enderezó su postura sentándose muy derecho y tomó las manos de la joven.
- Lucy, tú has sido mi mejor amiga por años, y de verdad no tenía idea de cómo decirte esto, le he dado mil vueltas tratando de encontrar una manera de decirlo que suene lo menos doloroso posible, pensé que quizás aquí en uno de mis lugares favoritos en el mundo me sería más fácil, pero estar aquí sobre este bote, bajo este montón de árboles, rodeados de gansos, solo puedo sentirme más inseguro, aquí guardo invaluables momentos con mis padres, antes de que todo cambiara, y lejos de darme fuerza este lugar me ha puesto aún más melancólico.- El muchacho suspiró mientras Lucía esperaba expectante con las manos agarradas muy fuerte a las del muchacho.- Me iré a New York, el abuelo necesita que yo me encargue de sus negocios allá, dice que mi carrera está terminada, lo cual es prácticamente cierto, y piensa que soy el más indicado para atender la fábrica de botones que adquirió recientemente, es la primera vez que se arriesga a comprar una propiedad de este tipo, y sobre todo tan lejos, pero me temo que desea que me marche pues de alguna manera piensa que si continúo aquí apegado a la música y las fiestas acabaré como mi padre.
Ana Lucía apenas pudo procesar toda aquella información, sin darse cuenta una lágrima se había escapado y luchaba por rodar por sus mejillas, sin embargo la muchacha se resistía a hundirse en llanto, con esfuerzo separó las manos de las del joven, las había apretado tan fuerte que había perdido el color de sus nudillos, simulando descuido se limpió la lágrima y miró en otra dirección.
- ¿Cuándo te irás?.- Fue lo único que pudo decir sin quebrarse totalmente pues su voz en cualquier momento la delataría.
- Creo que en un mes, debo terminar lo que queda de la universidad.- Cris respondió con sequedad y un poco de desilusión pues esperaba en secreto que la chica tomara otra reacción, que quizás le pediría que se quedase, esperó unos minutos y agregó.- ¿Es lo único que dirás?.
- ¿Qué esperabas que dijera?, eres libre de decidir a donde irás, ¿no esperabas que me echara a llorar y me lanzara sobre ti rogándote que no te fueras o sí?.- Replicó airada.
- No... no esperaba nada de ti Ana Lucía... nada.- Sin más que decir el joven tomó de nuevo los remos y comenzó a mover la embarcación con rapidez drenando su ira en la fuerza que aplicaba al remar.
Un suave rocío comenzó a caer de pronto, para luego convertirse en una lluvia más fuerte, Cris le pasó su saco a la joven para que se protegiera de la lluvia, pero sin decir palabra, para cuando volvieron al muelle estaban empapados, la casa principal se podía divisar a muchos metros de allí así que corrieron a la pequeña cabaña donde se guardaban los artículos de pesca para resguardarse del clima.
Entraron al pequeño lugar que guardaba cierto olor a pinos, en la pared descansaba un bote y del otro lado dos balsas de madera con sus remos y un equipo de pesca minado de telarañas, en un rincón estaba tirada la cabeza disecada de un ciervo de enormes cuernos y en un desvencijado diván una enorme cobija de piel de algún animal, con todo el polvo podía ser perfectamente de un oso como de un mapache. Cris sacudió un poco el asiento para que la chica se sentara, ella se quitó la chaqueta que por alguna razón había olvidado que traía puesta y se la devolvió al muchacho, este la tomó y se paró frente a la única ventana del diminuto espacio.
- El abuelo venía todo el tiempo a este lugar, amaba cazar aves o pescar, pero ahora prácticamente tengo que obligarlo a venir para evitar que el lugar se caiga a pedazos.- Cris esperó algún comentario por parte de la chica, pero esta se reusaba a responderle, la conocía demasiado bien, ella estaba molesta, así que sin pensarlo demasiado inquirió.- ¿Qué es lo que te molesta?, has permanecido totalmente en silencio, y créeme no tienes que fingir conmigo así que habla de una vez.
- No me pasa nada.- Alegó cortante.
- Bien, no digas nada si no quieres Ana pero sé que estás a punto de reventar, así que si quieres decir algo, hazlo de una vez antes de que termines estallando en la mitad del patio.- Replicó molesto. Ana Lucía se levantó entonces y olvidando el frío que le consumía se acercó a la ventana situándose cara a cara con el disgustado caballero que la miraba con aquellos penetrantes ojos suyos, mientras mechones de cabello mojado caían por su cara en todas direcciones haciéndolo lucir no solo guapo si no también más grande.
- ¿Quieres saber lo que pienso?, bien, te lo diré Cristopher Marsden!, si hay alguien que puede alardear aquí de conocerte soy yo, y como te conozco sé muy bien que detestas la carrera que estudias, sé también que aunque eres sumamente ágil con los negocios, no te gusta para nada el encierro de una oficina, y mucho menos el papel de "dueño y señor de una fábrica", tú eres más que eso.- Ana Lucía había comenzado a pasearse mientras hablaba colérica, moviendo sus manos de un lado a otro mientras su mojado vestido color miel se ajustaba en ciertas partes que no debía por el agua, dejando entrever ciertas transparencias que impedían que el muchacho se concentrara del todo.- Tu pasión por el piano es contagiosa, y eres muy bueno, tanto o más que el pianista del teatro local o incluso de aquél que vino desde Francia, me atrevería a decir que tocas mejor de lo que cantas y sobra decir que eres un excelente vocalista, puedes cantar casi cualquier tipo de música, y con la guitarra es igual, ojalá pudieras verte como yo te veo, ojalá pudieras percibir la mitad de la pasión que me transmites cuando haces música, Cristopher, tú no eres un maestro de las finanzas, tu eres un músico, tu amas este lugar, y sobre todo tu no deseas ir a New York, al menos no a gerenciar una compañía.- Ana Lucía se había situado frente a él con las manos en su cintura esperando una respuesta, la cinta de su cabello se había caído en algún momento y su cabello estaba desordenado, húmedo y aun así hermoso, el chico tuvo que hacer esfuerzos para responderle.
- ¿Estás molesta por que me voy?.- Balbuceó aun sumergido en el aroma que salía del cabello de la chica que por primera vez llevaba suelto, mentalmente se repetía una y otra vez que no le permitiría jamás sujetar de nuevo su cabello.
- No Cris, estoy molesta porque no luchas por lo que amas, estoy molesta porque te irás sin querer hacerlo!, y definitivamente estoy molesta porque nunca imaginé que llegaría este día¡ ahora lo comprendes?.- Respondió irritada.
- Lucy, ciertamente amo la música pero debo entender que eso no me dará de comer, debo hacerme cargo de los negocios del abuelo que él ya no puede llevar, ¿cómo podré mantener un futuro digno más adelante?, ¿cómo mantendré a una esposa con solo música? Por ejemplo.
- Parece que escucho hablar a tu abuelo Cris, ese no eres tú, es tu abuelo hablando a través de ti.- Ella se acercó tomándolo por los ante brazos.- Reacciona!, miles de personas viven bien haciendo lo que aman, no con todos los lujos que te da tu abuelo pero viven... viven Cris!, y vivir es más que dinero!, si alguien desea estar contigo, entonces esa persona deberá amar tu música, tus días buenos, y los no tan buenos, tus bromas ridículas, deberá amarte a ti!, y créeme cuando te digo que si te ama, a esa persona no le importará si tocas piano o vendes botones mientras hagas lo que verdaderamente te haga feliz.- Cris estaba perdido en los labios de la chica que se encontraba frente a él, como si la mirara por primera vez, como si de pronto se hubiera vuelto a enamorar.
- Quisiera pensar que todo lo que dices es cierto, pero no puedo Lucy, no puedo abandonar los negocios del abuelo, no puedo convertirme en mi padre.- Esta vez él no se sintió capaz de mirarla a los ojos, observó entonces el rustico piso de madera a sus pies.
- Entonces no eres la persona que creí que eras, jamás imaginé que pudieras ser tan cobarde.- Ana Lucía soltó los brazos del joven y sin decir nada más salió de la cabaña dando un portazo mientras una suave llovizna la empapaba, dejando a un Cristopher aturdido y sin palabras.
Luego de aquella tarde la distancia entre Cristopher y Ana Lucía se volvió más evidente, ella ya no tarareaba la canción favorita de Cris mientras pintaba, ni tampoco esperaba verlo escondido entre algún arbusto intentando distraerla de sus clases, sus pinturas se hicieron más oscuras y su semblante más amargo; él ya no tocaba alegres tonadas antes de la cena, ni tampoco esperaba encontrar a su joven vecina preparando alguna absurda receta en la cocina de su abuelo, ahora su risa se había vuelto silencio y su cara un lienzo en blanco.
El tiempo pasó rápidamente aunque para ellos hubiera resultado todo un siglo, ambos orgullosos y testarudos se negaron en secreto a doblegarse, así que en menos de lo que hubieran imaginado ella se halló en un tren de camino al matrimonio de su hermana y él sentado frente a un imponente escritorio al mando de una enorme compañía.
Las lágrimas que ambos derramaron en la soledad fueron testigos del dolor mutuo, pero al secarse demostraron que a veces puede más el orgullo que el amor.
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Corría el mes de noviembre y pocos días después de la sencilla boda de Ana Leticia, una solitaria Ana Lucía se paseaba como un fantasma en la sala de la casa de su padre, el triste semblante de la joven proyectaba una desolación casi palpable, el padre de la muchacha que no se hallaba precisamente contento debido a todo lo vivido con la hija del medio no tardó demasiado en notarlo, así que una tarde mientras su cuñada se deleitaba enseñando modales a las hijas de Rodrigo Alonso llamó a la joven para hablar a solas.
El jardín fue un buen lugar para llevar a su hija menor, su semblante gris tomó algo de color, aunque su mirada continuara perdida, para sus adentros pensó que quizás pasar tanto tiempo con su cuñada le había inyectado cierto mal humor. Después de todo la anciana mujer era bastante aburrida e incluso cascarrabias, siendo hermana de su difunta esposa no comprendía como pudieron ser tan diferentes, Anabelle, era alegre, espontánea y hermosa, mientras que Margarita que además la doblaba en edad era obstinada, presumida y a su juicio poco agraciada.
Guardaron asiento entonces en uno de los bancos cerca de las rosas, hacía algo de frío propio de la temporada y el padre amoroso abrazó a su pequeña hija.
- ¿Sabes?, nunca me he perdonado haberte enviado lejos de mí por tanto tiempo, quizás eras tú quien más me necesitaba, y yo te aparté de mí pensando que era lo mejor, pero, ¿lo era?.- Dijo Rodrigo Ernesto dubitativo.
- No te reproches tal cosa, si lo que piensas es que me hiciste un mal, te equivocas papá, fui feliz, tuve una infancia envidiable.- Respondió la joven mientras se acurrucaba aún más bajo el abrazo de su padre.
- Fuiste feliz... en pasado, no sé si eso me tranquilice.
- Siempre que estés para darme momentos como este yo estaré feliz papá.- Contestó la joven mientras depositaba un beso en la mejilla de su padre.- Tu barba aun me da cosquillas.- Agregó sonriendo, y por un minuto él sintió que veía de nuevo ese brillo en los ojos que le caracterizaba.
- Se bien que no soy el mejor padre, veo a Ana Leticia y siento que aunque la salvo de sufrir por el escarnio público, de alguna manera también la he lastimado de manera irreparable.- Suspiró.- Ana Paula hizo lo que tanto deseaba, le permití casarse con Rizzuti, accedí a que invirtiera en nuestro negocio, y aun así el evidente amor que siente ese muchacho por ella no logro verlo correspondido en mi propia hija... Rodrigo está cada vez más enfrascado en los negocios y considero que eso lo está alejando de ver más a sus hijas, pero no puedo hacer nada, y tu... siempre tan alegre, te has convertido en una nubecita gris, que amo con el corazón, pero que sé está lastimada.- Guardó silencio a la espera de una respuesta que jamás llegó, después de todo ¿qué podía decirle a su padre que no lo lastimara más?, entonces él finalizó.- Supongo que ser un buen padre no se me da, y a la par de esto va siempre la ignorancia.- Ana Lucía lo abrazó.
- Nunca dudes de tu papel de padre, has sido el más bueno y comprensivo, es solo que te acostumbraste a vernos desde la perfección de la niñez, porque nos amas y no puedes ser imparcial, pero lo cierto es que crecimos y no somos perfectos, somos humanos, individuales y con muchos matices, y eso no puedes arreglarlo tu papá, aunque seas el mejor del mundo.
- Hago lo mejor que puedo, pero sé que de haber estado tu madre, las cosas hubieran marchado muy diferente, ella siempre tenía la mejor respuesta para todo, y las soluciones más sabias, ella era única.
- La extrañas...
- Cada día...
- ¿Alguna vez pelearon?.
- Yo diría ¿alguna vez no pelearon?.- sonrió.
- No recuerdo bien, pero se veían tan felices, no los imagino discutiendo.
- Y lo éramos, no confundas discusiones o desavenencias a causa de la diferencia de pensamientos con infelicidad, estar enamorado es discutir por tonterías y reconciliarse, para ser felices no necesitamos pensar igual que la otra persona, por el contrario, la diferencia de creencias o ideas complementa a las personas que se aman, solo se trata de bajar la guardia en algunas batallas.
- ¿Aunque fueras tú quien tuviera la razón?
- ¿A quién le importa la razón cuando se ama?, ya te darás cuenta cuando te enamores.- La miró a los ojos.- Cuando amas no importa ganar una pelea, o lograr que el otro haga lo que tú piensas que es lo correcto, o que acepte tus opiniones, al final el amor vence el orgullo, y lo testarudo que puedas ser ya no importa, te lo dice alguien que detesta perder.
Aquella tarde cerró con unas nubes especialmente rojizas y un viento intenso que aunado a las palabras de su hija resultaron bálsamo para el corazón herido de un padre que no se acostumbraba a ver crecer a sus hijos; y a su vez, Ana Lucía descubrió que en la sencillez de aquel abrazo podría encontrar siempre un refugio, y un consejo aunque no lo pidiera... ahora podía ver con claridad que quizás se había equivocado, pero ya era demasiado tarde.
Sin embargo, al otro lado del mundo con la mirada fija en un montón de papeles, un desdichado joven pensaba en ella con insistencia, aunque fuera solo un recuerdo, para el tiempo quizás no fuera tan tarde.
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Ana desde el silencio
RomanceEl inclinado camino hacia la loma más alta de la hermosa propiedad de su padre le había producido no sólo un severo dolor en sus pies, debido a lo inapropiado de su calzado para tan inesperado paseo, si no también le había proporcionado un vestido t...