4.- Catástrofe

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El castaño permanecía en el marco de la ventana observando el jardín que después de la última batalla había sido marcado por las cenizas y la flora muerta, aún con tan lúgubre escenario se podían observar a cinco jóvenes entrenando entre ellos pisando las carbonadas losas. Los cinco gozaban divirtiéndose, estaban ellos juntos y felices a pesar de que tal entrenamiento estaba destinado para convertirlos en guerreros que probablemente estaban destinados a perder la vida en batalla, se podía apreciar a los cinco, luego estaba ella, una hermosa joven pelirroja que se mantenía observándolos desde un árbol al pie del enorme muro, a Seyrkan le causó gracia el verse reflejado en ella y su comportamiento, en como meneaba su cola de un lado a otro siguiéndolos con la mirada e intentando memorizar cada detalle, esa era su hija, Zerkanya. Habían pasado ya diecinueve años desde que Sephyra la dio a luz y durante ese tiempo se había convertido en una versión femenina de su padre, no decía ni una palabra y prefería estar sola, tal y como era él antes.

—Racirya, entra ya —La intimidante Sethirya se hizo presente con lanza en mano, se veía amenazante por lo que la otra chica asintió y con decepción caminó hacia adentro del edificio, en cuanto la mirada de Seyrkan se descuidó logró percatarse de que originalmente estaba observando a Zerkanya pero por tal distracción no notó el momento en el que su hija se había ido de aquel árbol, asustado volteó a los alrededores buscándola hasta que dio con ella del otro lado del muro, caminaba guiada por unas lucecillas blancas que la alentaban a adentrarse más y más en el denso y oscuro bosque, tenía que hacer algo para evitarlo, planeaba ir detrás de ella mas no contaba con el resonar de la corneta, su mente no podía tomar una decisión.

— ¡Seyrkan! —Sephyra caminó hacia él mientras su armadura resonaba, hacía dos meses que se convirtió en la líder del escuadrón de defensa, era una lástima que después de la repentina y misteriosa muerte de la reina, Sethirya heredara el trono. Bajó del marco y se paró firme ante ella, la sorpresa lo invadió cuando se acercó y lo besó sin importarle que su escuadrón los observara, sonrió y con un movimiento de cabeza le indicó que caminara junto a ella.

—Ya envié a alguien por Zerkanya —murmuró brindándole calma, ahora lo importante era la batalla, tomó su arco y flechas para ayudar a combatir, era su trabajo después de todo.

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Su respiración se volvía lenta, sus movimientos apenas si causaban ruido, la presa estaba frente a ella, un hermoso pajarito de colores vívidos que se encontraba tranquilamente parado sobre una rama, había de alcanzarlo de no ser porque alguien se acercó hacia ella produciendo ruido que provocó que el pájaro tomara vuelo, bufó molesta ante el pensamiento de que quien osaba interrumpir la cacería era Gerria, aquella a la que siempre enviaban a buscarla cuando escapaba para adentrarse en el bosque que supuestamente tenía prohibido pisar.

—Zerkanya —para su sorpresa el que se mostró fue Grüthier, hijo de Fransiet, su tío y hermano mayor de Sethirya y Sephyra. Asintió a manera de saludo pero él inmediatamente la sujetó de la muñeca y la llevó con él—. Gerria viene a buscarte —Volteó un momento dándose cuenta de que en efecto, la familiar silueta de una mujer los perseguía, Grüthier la llevó hasta lo profundo del bosque, donde nadie se había atrevido a pisar y donde se decía que estaba el portal hacia el mundo humano. Se distrajo un momento mientras caminaba sólo para observar a tres hadas paseándose a su alrededor, murmuraban cosas como que ellas conocían un lugar hermoso donde nadie los molestaría, por mera curiosidad dejó que nuevamente los guiaran después de desaparecer repentinamente momentos atrás, Grüthier comprendió el comportamiento de su compañera y camino detrás de ella, en ese momento lo único que Zerkanya deseaba era alejarse de ese al que llamaba el estúpido palacio, a pesar de saber lo que escondían tan hermosas criaturas.

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La pelea era en lo mínimo injusta, hasta el momento los grallieritas tenían la victoria pero estuvieron de acuerdo al pensar que debían cambiar de estrategia y mejorar armamentos y guerreros pues si volvían a pelear así la próxima vez seguramente no ganarían, para su mala suerte los guerreros avistaron acercándose otro ejército, varios de los grallieritas ya habían caído y muchos otros estaban heridos, no era posible ganar, Sephyra posó su mano en el hombro de Seyrkan intentando tranquilizarlo pero no fue de mucha ayuda al notar que además del ejército que se avecinaba por tierra, cinco enormes dragones parecían ser parte, los acechaban serios problemas y en conjunto con los pensamientos altamente pesimistas de ambos la cosa no se veía bien. Sephyra ordenó pelear defensivamente debido a la situación pero no bastó, atacaban a niveles que sus guerreros no podían controlar, el palacio estaba en llamas debido a los dragones, era el fin.

Guiado por su pesimismo y por su instinto protector, Seyrkan tomó la mano de Sephyra y se acercó para besarla con el mayor sentimiento posible, odiaba la idea de dejarla peleando sola pero también tenía que localizar a su hija.

—Iré a buscar a Zerkanya, te amo —le dijo apenas se separó de ella, no tenía tiempo para perder, su hija era su prioridad, volteó un momento sólo para presenciar una enorme explosión cuya onda expansiva logró empujarlo hasta caer de espaldas, escuchaba los alaridos, todo estaba siendo abrasado por las llamas, se sintió terrible al pensar en Sephyra hasta que vio una bola de fuego subir, al estar levitando extendió unas enormes alas de dragón, se preguntó desde cuando Sephyra había tenido alas, al menos le alegraba que estuviera bien, esos pensamientos de alivio se esfumaron al ver tres cadenas ir directo hacia ella atrapándola, negó varias veces regresando lo más rápido que pudo pero a cada paso que daba ellos se la llevaban más lejos.

— ¡Sephyra! —gritó, ella volteó y le sonrió como si hubiera sabido desde el inicio que iban a por ella, sintió que alguien lo sujetó del hombro haciéndolo voltear por inercia, Sethirya negó lentamente diciendole con la mirada que lo dejara pasar.

—Déjala ir, Seyrkan, mi hermana es originaria de aquel reino, tiene parte de su sangre y llevan buscándola desde hace algunos años, así que teníamos todo este tiempo en guerra para evitar su captura, hasta ahora —mientras Seyrkan procesaba sus palabras, ambos vieron acercarse rápidamente a Fransiet.

—Seth, no encuentro a Grüthier, no lo vi en la batalla, Racirya y los demás estaban peleando, dos de ellos no lo lograron pero tu hija está bien —exclamo informando todo, en ningún momento pronunció el nombre de la hija de Seyrkan y eso lo alertó, debido a lo anterior, había olvidado que iba a buscar a Zerkanya.

—Seguramente fue a seguir a tu hija —El otro lo sujetó de la ropa agresivamente, notaba en sus ojos la rabia de un padre al no saber dónde estaba su hijo y efectivamente Seyrkan sabía que Grüthier era el único con el que Zerkanya se llevaba bien y tal vez los dos huyeron juntos hacia el bosque antes que la alerta sonara. El castaño se soltó del agarre de Fransiet y siguió su camino hacia el muro sin decir nada.

—Seyrkan —Volteó sobre su hombro, notó a Fransiet cerrar el puño con impotencia, como mano derecha de la reina era su deber quedarse—. Si encuentras a mi hijo, tráelo de regreso —Sonrió de lado y asintió antes de seguir con su camino, podría encontrarlo si es que ambos permanecían unidos, además también le tenía cierto aprecio a Grüthier porque parecía llevarse bastante bien con Zerkanya. Así pues, se encaminó en su búsqueda, su hija y su sobrino seguían en el bosque y estando en batalla era más peligroso que se encontraran en el bosque. 


Zerkanya y la rebelión de Varthrân【En edición】Donde viven las historias. Descúbrelo ahora