Un hombre en harapos es arrastrado a la fuerza, los hombres que le jalaban eran españoles, vestían armaduras y en su otra mano traían consigo alabardas, delante de ellos se encontraba un pila de madera, el condenado mira a su alrededor, este mira a la gran cantidad de españoles, criollos e indígenas que estaban por ver el cruel espectáculo.
—Que pésimo gusto...—murmuro el hombre.
Un hombre de toga y un crucifijo se paro frente al magullado hombre, este miro con desdén al representante de la iglesia.
—Seras purificado—le dijo mirándole desde arriba—así podrás tener el perdón de nuestro Señor.
—Mire— contesto molesto— Su "Señor" es falso y esto al igual que el fusilamiento y el ahorcamiento no servirá.
—Tus osadas palabras solo demuestran que tu herejía es enorme— dijo furico el Padre— Tanto es el caso que no me sorprendería que adoraras al demonio.
—Es gracioso lo que dice padre— esbozo una sonrisa, pero no era debido a un evento grato, sino que era agrio— Al igual que a usted, yo moleste a alguien con poder.
—Se te ve bien pese eso hombre— le respondió sin darle mucha atención a sus palabras.
—El era un dios, que en estas tierras a vagado desde el inicio— exclamó mirando el cielo— le ofendí, le humille y me burle de el.
—Ja, ¿Tu?— le pregunto incrédulo el Padre.
—Ellos son seres mas allá de nuestra comprencion— le contaba con una mirada perdida en el pasado— había notado su imponencia con tan solo verle, pero yo en aquel entonces solo era un idiota engreído.
—¿Y eso paso hace que? ¿Un mes?— pregunto burlonamente, puesto que el hombre no tenia mas de veintiséis años.
—No, eso ocurrió cuando los Mayas vivían su época dorada, antes de su nacimiento señor— revelaba el hombre andrajoso.
—¿Y quieres que crea tu absurda historia?— le preguntaba incrédulo de sus palabras— Ningún hombre vive tanto.
—Ningún hombre vive luego de ser fusilado ¿no? O de ser colgado— respondía sin importarle el enojo del clérigo.
—¡Tu tienes algún pacto con el demonio! ¡Y hoy se acabara con tu purificación en fuego!—gritaba el hombre de fe.
—¡Mire mis ojos y vera la verdad!— anuncio el hombre condenado, el hombre del crucifijo dudo por un momento pero sin mas se acerco a verlo.
En su mirada se perdió, parecía ser atrapado por ella, llegando a una total oscuridad donde sentía desesperación y miedo, un frio le recorrío su cuerpo enseguida una respiración agitada se escuchó a su lado, esta se volvía mas irregular, mas rápida, la ansia atrapo al hombre de fe el cual tomaba con fuerza su crucifijo.
—¡Basta!¡Basta!—gritaba el hombre de la iglesia hincado en el suelo, este despertó del trance, pero la impresión quedo muy marcada en su ser.
—¿Señor?—pregunto uno de los guardias que tenían al hombre harapiento.
—¡Llévenlo a la hoguera! ¡Esta vinculado con el demonio!— vocifero al ponerse de pie, el condenado le miro por ultima vez, su mirar lucia cansado.
—Nos veremos—le dijo al ser llevado a la pila de madera y leña.
—¡¿Cuanto mas tendré que sufrir esto?!—gritaba al cielo el hombre sin esperanza, un guardia se acerco con una antorcha y sin mas la dejo caer— Solo déjame partir Mictlantecuhtli.
El fuego envolvió la figura del hombre, este se retorcía de dolor ante el voraz elemento, el espectáculo parecía interminable, el cuerpo continuaba gritando, seguía retorciéndose de dolor, las horas pasaban, los guardias traían mas leña para acabar con la vida del hombre, el Padre veía incrédulo la escena tan cruda, la piel hacia sido tomada por el fuego exponiendo la carne blanda que fácilmente se deformaba por el fuego, el humo coloreaba de negro el cuerpo se movía, la peste hizo que gran parte de la audiencia se fuera, todo acabo al cabo de dos horas y media, los oficiales tomaron lo que quedo del cuerpo. El Padre miro con intriga el cuerpo, con el temor de que este volviera a moverse, pero esto no sucedió.
Mas tarde el Padre tomaba vino en la iglesia, intentaba alejar esos recuerdos que le mostró el condenado, fue entonces que entro un hombre con armadura.
—¡Señor tengo que contarle!—decía presuroso, sus palabras llenaron de temor al hombre de fe.
—¿Que? ¡¿Que cosa hijo?!—preguntaba angustiado.
—El cuerpo del condenado—dijo, pero en su decir callo.
—He vuelo—se escucho en la entrada de la iglesia la voz del hombre condenado.
Ambos hombres miraron aterrados, incrédulos de ver el cuerpo quemado y lleno de ampollas, se encontraba desnudo pero con una ballesta en manos, sin dudar jalo el gatillo y el soldado cayo al suelo con la flecha en la cabeza, al ver que le mato camino presuroso al hombre de fe.
—¡No! ¡No! ¡Tu no puedes caminar dentro de la iglesia! ¡El señor la protege!— gritaba temeroso el hombre del crucifijo.
—Aquí no ahí ningún dios— respondía el hombre carcomido por el fuego, tomando la espada corta del Español muerto— Ya no, ya no mas.
La figura desfigurada cubrió al señor de la iglesia y la sangre se vertió por el suelo.
—¿Cuanto mas tendré que sufrir para tener el descanso eterno?¿Cuanto te parece suficiente Mictlantecuhtli?¿Cuanto...?—
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México: Los Testigos
AlteleAnécdotas variadas de héroes, villanos y civiles que vivieron la odisea que el mundo enfrento.