35 - Puente de diciembre

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En diciembre aproveché el puente de principios de mes para visitar a mis padres en Córdoba. Sería mejor empezar con mi madre que necesitaba normalmente más tiempo para tomar decisiones. De vez en cuando mi padre aparecía para llevarse ropa, aunque durante el tiempo que estuve allí no fue a la casa.

-Mamá. Cómo no te vas a sentir sola. Tienes un piso enorme vacío y mi padre se está llevando sus cosas. Si hace un frío del copón, joder.

-Me siento muy mal, Adrián. No me atormentes más. Bastante tengo ya con que tu padre me haya dejado.

-Pero, ¿no le has dejado tú? Eso entendí durante la conversación telefónica de hace días.

-No, ¡ha sido él! Se habrá buscando una pilingui.

Eso era altamente improbable. Mi padre ni siquiera miraba a las mujeres. Ya tenían que ponérselas delante de él y que ocuparan todo el campo visual.

-Mira, no quiero hablar del tema.

-Por favor, las cosas son a veces fáciles. ¡Vamos a hablarlo! Sugerí.

-Adrián, eres un hombre, eres igual de simple que tu padre. No maduráis, las mujeres necesitamos más cosas y más variadas. Con fútbol y tele no es suficiente. Recuérdalo.

Esto pintaba a enroque hacia tablas, lo dejé.

-Mamá, ¡voy al super a comprar algo para comer y ya verás como estas mejor después de comer! Esto estaba siendo más complicado de lo que me esperaba. ¡Menudas vacaciones de puente!

Por la tarde visité a mi padre. Oscilaba entre: "Ya no aguanto más a tu madre" y "Quiero cambiar mi vida".

-Sabes, tu madre y yo hemos discutido fuerte.

-Papá, estáis discutiendo desde que era un bebé. Discutís por las cosas más tontas que alguien se puede imaginar. Este verano os pusisteis a discutir si el bañador de un famoso en la tele era adecuado, el precio que tenía y si se lo regalarías a un conocido.

-Eso fue una conversación que no llevó a ningún sitio, pero esta vez es diferente.

-Eso me lo dijiste también el año pasado.

-Estoy cansado de estar gritándolo a tu madre.

-Papá, no puedes decir eso. ¡Si de pequeño me asustaba tanto de vuestros gritos como de la oscuridad!

-Lo estás diciendo en serio! Preguntó sorprendido, cuando era evidente que cada vez que había bronca de pequeño.

-Me contaba Toni que me cogía y me llevaba a la calle y dejaba de llorar! Me lo recordó Toni en una conversación que tuvimos hace un par de semana.

-Lo siento, ¡Chiquitín! Sonaba verdadero, pero lo que hemos sentido mi hermano y yo, les ha importado durante mucho tiempo una mierda.

-Por favor, Papá. No es distinto a otras veces. Cuántas veces has dicho que estás cansado de Mamá. Son cosas que se dicen. Inténtalo una vez más. Te echa de menos, te lo prometo. Se siente muy sola. Te necesita.

-Adrián, no quiero seguir. Alguna vez tengo que decir, basta. Finito. Aurevoir mon cherie.


-Antes hablabas mejor el francés. Papá. Si hace falta me pongo de rodillas. Hazlo por mí. Inténtalo otra vez.

-Intentar otra vez lo mismo, ¿para que terminemos en otra discusión mañana? No gracias.

Se me ocurrió otra cosa.

-No, eso no lo quiero. Los dos sabemos que no funcionaría. Tendréis que ir a un terapeuta de parejas. Os estáis haciendo viejos. Cada vez tenéis más tiempo. Quizás es por eso por lo que discutís más.

Guardó un silencio más largo. Parecía haberle hecho plantearse cosas. Ya sabía por dónde entrarle.

La fierecilla domada por Adri 1 y 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora