Un corazón perdido.

Siete: Enojo.

Sora siempre está alegre, siempre está riendo y sonriendo mientras juega. A veces se ve aburrido, pero a penas llega junto a uno de sus amigos esto cambia radicalmente.

Riku lo había visto asustarse con sus historias, también lo había visto llorar (normalmente por causa de éstas mismas), pero nunca lo había visto enojado.

No se refería a esas rabietas o pucheros que hacía cuando perdía en algún juego, o a cuando descubría que lo estaba asustando a propósito, se refería a enojo real. Simplemente en esos tres años de conocerlo no recordaba un solo momento en el que lo haya visto molesto.

Podría contar la vez en que se molestó por haberle dejado ganar... pero no se refería a eso tampoco.

No es que quiera verlo enojado, pero le parecía curioso, era todo.

Por su parte, Sora había visto sus emociones, incluso cuando intentaba ocultarlas, las terminaba descubriendo de un momento a otro.

¿Reír? Lo había visto muchas veces, él se encargaba de eso. ¿Llorar? Sí, también. ¿Enojarse? Bastante. Esas y muchas más, las había observado y acompañado en ellas.

Sí, nunca lo había dejado. Y él tampoco lo dejaría solo nunca.

~♡~

―Hey, niño. ― escucharon detrás de sus espaldas.

Ambos pequeños se giraron hacia donde habían escuchado esa voz.

El albino chasqueó la lengua con molestia, mientras que el más pequeño solo miró curioso la escena.

Era un chico mayor que ellos, estaban en el mismo instituto pero se llevaban pocos años de diferencia.

―Vamos, Sora.― el albino tomó la mano de su amigo y así comenzar a caminar, no le agrada ese tipo.

―Oh, vamos, solo quiero hablar con el abandonado.― replicó en tono de burla.

Tras decir esto, Sora hizo que Riku se detenga, y éste, no pudo más que mirarlo preocupado.

―¿Te hice sentir mal? Si solo dije la verdad. Fuiste abandonado, tirado al bosque. Seguro tus padres querían que te murieras de hambre ahí. ―

―Tú... maldito...― el albino se comenzó a acercar, pero fue detenido por unas manos que le agarraban del brazo. ―Sora...―

―Está bien Riku, no me molesta.― negó con la cabeza, y sonrió tranquilamente.

―¿Estás hablando en serio? ¡Te está tratando mal!―

―Está bien, en serio. ― alzó los hombros y miró al pre-adolescente que los miraba con superioridad. ―¿Tú estás bien? ―

―¡¿Ah?! ¿De qué mierda estás hablando? ―

―¿Estás bien? ― volvió a cuestionar.

―¿Y a ti qué te importa eso? ―

―Si te hace sentir mal, sí me importa... ―

El chico solo soltó un bufido y se fue sin decir nada, ambos niños solo siguieron su camino.

―Sora... no le hagas caso a ese chico, nada de lo que dijo es cierto.―

―No me molestó lo que dijo, en serio Riku... incluso si fuera verdad, no me importaría. ―

―¿Por qué?―

―Porque gracias a eso es que ahora vivo aquí, contigo y con la abuela.― sonrió tiernamente, soltando una pequeña risa.

¿Cómo es que podía ser de ese modo? No lo sabía, simplemente era así.

Pero, no podía dejar de tener un mal presentimiento...