Blanco

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Risas, llantos, peleas y recuerdos.

El sobresalto en su persona le hizo sonreír, a pesar de la madurez que sus orbes mostraban podía divisar en lo profundo de estos el singular brillo nervioso solía presentar en sus años de preparatoria. El café de su mirada era lo que más le gustaba de él mismo, tan capaces de percibir pesares, algo sin igual y maravilloso.

El reflejo del espejo resaltaba de manera caótica su mirada, el color blanco predominaba en mayoría su cuerpo y su sonrisa era capaz de opacar temores. Por segunda vez en esos minutos se vio arrebatado de sus ilusiones por el dulce tacto en su hombro, mirando al causante no evito que sus ojos se mostraran molestos, se suponía que ese día era para rememorar los viejos recuerdos con sonrisas y alegría, no con sustos repentinos. Seijūrō sonrió con calma, sabiendo bien que lo mantenía en su mundo; deposito un beso en su mejilla y enrollo sus manos en la cintura de este, mirando de reojo como su rostro se hundía en el níveo cuello que la afamada camisa daba a ver.

El día comenzaba a llegar a su fin, lo cual le hizo suspirar con alivio; en su vida creyó verse vestido de un color tan puro como los es el blanco, acompañado de lo que sería una vida de casados.

Kōki no supo cuanto tiempo permanecieron ahí, admirándose mutuamente ocasionando sonrisas nuevas y risas juguetonas, el momento estaba lleno de calidez agradable y armoniosa, tanto así que de sus labios una tonada agradable salió; Inconscientemente recargo su cabeza en el pecho contrario mientras enlazaba sus manos con las del pelirrojo, ocasionando la risa de Akashi al momento de que un escalofrió recorriera su espina dorsal.

Un momento mágico... Que no duro mucho.

Un destello reflejado cegó momentáneamente sus ojos, jadeando por sorpresa oculto su rostro entre los brazos y el pecho de su acompañante. El gruñido del Seijūrō vibro y resonó en clara señal de enojo. Colocándose de costado  pudo observar de manera clara al culpable e inmediatamente se sonrojo.

Era de esperarse o suponer que quienes más se divertían en ese día eran los recién casados, pero se equivocan, quienes lo hacían eran los familiares de ambos. La señora Furihata y su padre —extraño pero cierto— se llevaron mejor de lo esperado, lo cual no fue algo bueno para ellos, puesto que fueron el centro de burlas durante días por las anécdotas que cada uno contaba sobre sus hijos, Akashi sentía que había perdido por completo el respeto del resto de la Kiseki no Sedai; estas mostradas a la luz lograban divertir a la mayoría de sus amigos, teniendo a veces como soporte o base los comentarios innecesario de Kuroko en las historias más recientes.

Todo un caso.

Los chillidos eufóricos de los mayores fue tal que el viejo cascarrabias —El abuelo de Kōki, apodado así por su galante esposo— y hermano de este tuvieron que intervenir por ellos. Por dios... Era apenas por la tarde y las ambos padres no dejaban de portarse como niños pequeños en navidad, mas se detuvieron, entre gritos y reproches lo hicieron; dejándolos solos. Él  —ahora— Akashi pudo soportar la risa en su garganta mientras se separaba del pecho masculino.

— Kōki —Alego, sujetando entre sus manos las mejillas del chico castaño. Quedando prendado al instante.

Akashi Seijūrō nunca en su vida sintió tanta fascinación de admirarle; desde el más pequeño poro hasta su clara tez, sus orbes se perdieron en las pequeñas migajas de azúcar esparcidas por sus pómulos, distribuidas de una manera tan gloriosa y triunfal. Sin poder parar —Y sin querer hacerlo— paseo su nariz por allí queriendo resguardar el aroma tan único de su pareja; Akashi Kōki desprendía un olor a casa

Le sintió tensarse ante el acto de su tacto, con un gesto de gozo beso su coronilla para proceder a colocar su frente junto a la de Furihata; Mirándolo fijamente.

Cuando el dúo de miradas se encontró cayeron ante el cautivador hechizo, atrayéndose de manera mutua como metal e imán; se aproximaron tan lento y exasperada-mente que les supo a vino, en una danza acogedora y atrayente. Fue tanta su sed del uno por el otro que no tardaron en sujetarse de manera consecutiva para evitar su escape, tolerando tan solo la leve filtración de aire.

Esa tarde y parte de la noche fue su primera vez unidos en un acuerdo de fidelidad.

El brillo de la sortija pudo ser comparado con las estrellas, pero habría sido muy poco... ¿Por qué comparar un pequeño metal con algo así? Aquella pieza en par era mucho más importante, valiosa y significativa que ello.

Aquel objeto lleno de resplandor deslumbrante es y será la promesa de ambos.

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Aiudaa!!!

Me quedo sin ideas; la falta de inspiración se ha ido.

Estupidos exámenes :(

Bueno... dejando de lado mo drama espero que les haya gustado.

SencillamenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora