Cap 2; corona de espinas.

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{Este capítulo será narrado por Emilio}

Es para que conozcan un poco de él; es importante.

.

Silencio.

Oscuridad.

— ¡papá! —

Un sonido punzante, sirenas y luces titilantes.

Rojo, mucho rojo.

Y entonces todo se vuelve borroso.

Me desperté cubierto en sudor, con la blanca y delgada camisa pegada a mi pecho, respiraciones largas y aceleradas, esa pesadilla otra vez, mis manos no paraban de temblar, apenas escuchaba el sonido de las campanas a lo lejos.

Baje la mirada para observar mis manos, no paraban de temblar, se sentían frías, cerré y abrí mis dedos varias veces, tenía que regresar a la realidad, mire el reloj junto a mi cama en la mesita de noche: 5 en punto.

Tenía que levantarme ahora, pero la sensación en mi estómago cada vez que ese recuerdo asaltaba mi mente no se iba tan fácil, cuatro respiraciones profundas más y me levante de un impulso, hice mi cama y entre al baño.

Moje mi cara en el lavabo, abrí la puerta detrás del espejo y tome mi frasco de medicina, no era nuevo que tuviera estos ataques de pánico, estoy medicado desde hace un par de años, funciona, pero hace días que está empeorando.

Me mire al espejo, mi piel más pálida que de costumbre, ojeras moradas y pequeñas venas rojas marcadas bajo mis ojos, las cosas no estaban yendo bien últimamente, y el vacío comienza a ser una sensación familiar.

Cuando llegue aquí hace dos años después de lo que paso, pensé haber encontrado el hogar y la paz que necesitaba, Dios fue un consuelo para mí, este lugar fue un refugio, ahora no se siente como uno. No son las personas, soy yo mismo, algo falta, hay un hueco y a veces parece que ni Dios puede llenarlo.

Hice mi rutina después de un baño rápido, a las 5:30 en punto debía ir a despertar al padre Damián , llevarle su te de jengibre y esperar por el en el salón de abajo, ser su subordinado me devolvió un poco el sentido de pertenencia, no voy a mentir, se sentía bien tener la atención de una persona, te hacía sentir especial de algún modo, necesario, aunque solo fuera en el tópico maestro-aprendiz, el padre Damián me dijo desde el día que me eligió que el sería más que un padre para mí.

Con cuidado entre en su habitación con la bandeja de plata en las manos, una taza de té de jengibre en ella, unos cuantos cubos de azúcar y una pequeña cuchara, en cuanto cerré la puerta empujándola con mi pie detrás de mí, el padre despertó.

—Buenos días amado padre— coloque la bandeja en su mesita de noche y él se tallo los ojos con sus manos.

—Buenos días hijo— el tomo la taza de té y bebió en silencio.

Esta era mi rutina cada mañana, después salía de su habitación, esperando que estuviera listo, en el salón de abajo, ser el protegido del padre Damián implicaba entre otras cosas vivir con él en su recinto, yo tenía mi propia habitación claro, al lado de la de él, su lugar estaba a unos cuantos metros de la escuela y la parroquia, era el único de los sacerdotes que tenía un lugar a parte de los demás, un lugar donde nadie venia y que era bastante respetado, pocos habían tenido el privilegio de conocerlo.

El padre estuvo listo y apenas dieron las 6 en punto tomamos nuestro camino hacia la parroquia para las oraciones matinales, la brisa fresca entumeció mis mejillas y el viento movía y alborotaba mi cabello, pequeños pedazos de hojas y ramitas de los árboles se quedaban atrapadas entre mis rizos.

La sinfonía de lo divinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora