El resumen de este verano, ha sido, básicamente psicólogos, psicólogos y más psicólogos.
Pero prefería vivir en la miseria, sin amigos, sin felicidad que vivir en la ignorancia.
Me pasé los últimos... - ¿Quién sabe? ¿Mis diecisiete años de vida o... tres, cuatro años? -Yendo de fiesta en fiesta, copiando en los exámenes, y básicamente con el lema de ''Eh, tú, estás bueno, yo también, podríamos... '' y no me apetece seguir, mis psicólogos decían que no mirase mucho a mí pasado.
Pero se equivocaban, ellos pensaban que mi vida era mucho mejor antes. Y bueno, quizá lo era. Pero yo no sabía nada.
No sabía nada que alguien, en la habitación de al lado, alguien que estaba en el mundo desde un año antes que yo, estaba sufriendo.
No sabía cuánto, y nunca lo sabré.
Él se había suicidado a los diecisiete, hace casi un año. Cualquiera diría que no es un buen número para suicidarse, bueno, ninguno lo es.
Cuando entré en el instituto todo era perfecto. Tenía amigos- aunque eran casi todos por interés- era popular, los novios me salían de las orejas...
Así que deje de hacer caso a mi familia, y sólo le daba importancia a lo que veían los demás, ser aceptada por los demás, que todos viesen lo popular y guapa que era.
Y eso hizo que no me diese cuenta de lo que pasaba en mi familia. Estar con mi familia se basaba en desayunar, comer - aunque eso sólo a veces- y cenar, siempre y cuando no fuese viernes o sábado por la noche.
Dentro de una semana comenzaba de nuevo el curso. Este iba a ser el primer septiembre en el que no estaría aprovechando al máximo mis últimos días de vacaciones, tenía todo suspenso. Y no había estudiado, no podía. Tampoco tenía amigos con los que estar, les había mandado a todos a la mierda. O simplemente no les había mandado, pasaron de mí en cuanto yo pasé de ellos.
Llegaba la hora de la comida y... bueno, si las comidas normales duran una hora, la mía duraba tres. No podían hacerme comer, y aunque yo misma lo intentase, tampoco comía.
No sé si es normal que todo esto me estuviera afectando tanto.
Una persona normal se hubiera llevado un disgusto tremendo, quizá un mes o dos sin ánimos. Yo estoy enferma, enferma de salud, de mente, de todo.
Tanto pensar en la muerte, me está matando poco a poco.
Como ya dije, mi vida social, no está en su total resplandor, pero tampoco me he aislado del mundo. Mientras me quedaba las veinte cuatro horas del día, los siete días de la semana en casa, utilicé más uso del internet que en mis diecisiete años de vida juntos.
Hice amigos, conocí a gente especial, gente que me comprendía, gente que se sentía como yo, personas a las que contarle las cosas y que te escuchen. No siempre los adultos están en lo cierto.
Tampoco los adultos comprenderían que mis mejores amigos están lejos de mí, que la persona más importante de mi vida esté a miles de kilómetros. , en realidad, creo que nadie comprendería lo importante que es para mí esa gente, hasta que también están en la misma situación.
Contaba todo a mis psicólogos, les contaba cómo me sentía, cómo poco a poco iba superándolo, aunque ni yo me creía mis propias palabras, todo seguía igual. Pero había algo que no contaba, nunca les conté sobre mi relación a distancia, sobre el chico de mis sueños, el dueño de mi mente las 24 horas del día.
No era el primer novio que tenía, tuve varios en su día, más bien, fueron líos, ya sabéis, los típicos de una noche. Pero este era el primero del que realmente estuve enamorada, el primero en hacerme sentir realmente bien. Con él creía que podría pasar toda una vida, que no habría nadie como él.
Pero no todo era bonito, todo un país nos separaba, y cada vez que me decía que me quería, recordaba todo aquella distancia que parecía infinita entre nosotros, y no podía evitar entristecerme.
Cuántas veces había pensado en dejarlo, porque sabía que todo al fin y al cabo se acababa, y que lo nuestro no podría funcionar, que sería una pérdida de tiempo si ni si quiera nos podríamos ver algún día.
Pero no podía, era demasiado especial, solo quería estar con él, nunca encontraría a alguien mejor que él.
Ya era septiembre, y este era el momento en el que debería estar disfrutando al máximo con mis amigos, pero como ya dije, no tenía mucha motivación. Pronto sería la presentación, este año repetía curso y además de eso, cambiaba de instituto. No tenía ningunas ganas de empezar.
Y es que cuando estás triste, no tienes ganas de hacer nada.
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¡Hola! No tengo mucho que decir, solamente, le dedico esto a 100beautifuldreams porque ella me dijo que me registrase aquí, espero que os guste, sé que es un capiítulo corto, pero siembre o casi siempre los escribo así... realmente espero que os guste y que alguien lo lea.
PD: por si acaso hay alguna sospecha... sé que las historias realistas suelen reflejar cómo se sienten los autores, no puedo decir que no haya absolutamente nada mío reflejado, pero por lo general, es todo sacado de mi imaginación.
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Pesadilla de invierno.
Non-FictionKaya tenía una vida perfecta, nunca estaba sola, siempre estaba con amigos o con algún chico, en resumen, era una chica muy popular. Y lo seguiría siendo de no ser que una desgracia ocurrió en su familia. Su hermano perdió su vida a su propia volunt...