Navidad

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El viaje ha sido largo y soporífero. Los guardias del reformatorio me dejaron en el aeropuerto y se aseguraron de que me montara en el avión sin escapar a otro lugar. El vuelo de al lado se dirigía a Palestina, ¿de verdad me creían capaz de escapar a ese lugar? Seguramente no. 

Luego de unas cuantas horas en el avión, junto a una pequeña anciana que siempre socorría a las aeromozas por cualquier detalle insignificante, finalmente llego a mi destino. Durante todo el viaje, nunca me asomé por la ventanilla, no tenía ánimos de ver aquello de lo cual me había perdido por meses ya que el viaje me había tomado por sorpresa. Lo único en que pude pensar durante el viaje es en todo lo que ha sucedido desde que entre a ese reformatorio, ¿quién iba a imaginar que encontraría el amor? O quizás debería comenzar a llamarlo de otra forma.

Finalmente llego a Madeira, una isla en Portugal. Mi madre está visitando a su familia  y este va a ser el lugar donde pasare la navidad. Salgo del avión y bajo las escaleras dando tumbos. Doy un traspié y una señora me sostiene del brazo para no caerme. Me siento muy avergonzada y le doy las gracias por salvarme. 

Termino de bajar las escaleras y me monto en un pequeño bus que me introduce al aeropuerto. Intento no hacer contacto visual con nadie y me subo la capucha para evitar que alguien converse conmigo. Después de tanto tiempo fuera, me cuesta trabajo socializar. El bus se detiene y salgo siguiendo a la multitud. Hago la fila para que chequeen mi pasaporte y luego voy a buscar mis maletas en la rueda giratoria.

Con mi equipaje listo, camino hacia la zona donde se supone debe estar esperando mi madre. Avanzo un poco más, me pongo en puntillas para verla y finalmente, entre la multitud, atisbo los rizos dorados de mi madre. Ella se percata de mi presencia y una sonrisa adorna su rostro. Está vestida con un suéter rojo, unos pantalones ceñidos y unas botas altas. Ella corre hacia mí y me da un caluroso abrazo, hace las preguntas de rutina acerca del viaje y me ayuda con mi equipaje, llevándolo hasta un taxi.

—¿Has venido sola? —pregunto, mientras esperamos que el taxista ponga las maletas en el carro.

—Sí, tus tías se han quedado en casa.

Solía tener una buena relación con mi familia hasta que se enteraron de mis problemas y los malos comentarios se esparcieron, generando pequeños disturbios entre nosotros. Siempre hemos sido una familia turbulenta, pero ahora más que nunca las cosas están peor. 

—Quisiera estar sola —musito desanimada.

Me acaricia la espalda y sonríe.

—Todos tenemos la oportunidad de cambiar Jennifer, ellos saben de tu mejoría. Vas a estar bien.

Por más convincente que mi madre sonara, no podía quedarme quieta. Había estado bastante tiempo alejados de ellos y no quería volver a ese pequeño calvario de comentarios negativos. Siempre pensaba que mi familia estaba al borde de la locura; la gran mayoría de mis primas eran graduadas con un buen sueldo, no había ningún embarazo adolescente,  drogadicta o aún peor: enfermas. Al parecer, yo era la oveja negra de la familia.

El viaje transcurre en silencio, me detengo a observar por el cristal de la ventana. No estaba aquí desde que tenía 16 años, pero la esencia sigue siendo la misma; la isla nunca va a cambiar. El aire fresco, los ancianos caminando a tempranas horas de la mañana, los pequeños jardines en los patios de las casa; todo luce exactamente igual desde mi última visita. 

De grandes colinas y casas de campo, pasamos a grandes edificios y mucho tráfico. Estamos en Funchal, ciudad en la cual mi madre está hospedandose. Justo cuando comienzo a cerrar los ojos, el auto frena con agresividad, impulsándome hacía el frente.

Luego de estabilizarme, mi madre le paga al chofer y me ayuda con mi equipaje hasta llegar a casa. Atisbo el hogar temporal de mi madre, es un apartamento de tan solo 4 pisos y mi madre afortunadamente vive en el primero. La pared es de ladrillos y el lugar luce impecable. Mi madre se detiene en la puerta e intenta buscar las llaves. Observo sus manos temblorosas y me doy cuenta de que esta situación debe ser tan difícil para ella como lo es para mí. Froto mis manos intentando sentir calor. Había olvidado lo frio que es visitar esta isla en Diciembre.

RecuérdameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora