Nueve: Perdón.

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Ya habían pasado cuatro años. Ahora Riku tenía nueve años y Sora estaba cumpliendo ocho años, ellos había decidido festejar su cumpleaños en la fecha que llegó al pueblo, es decir, un 14 de febrero, y de hecho, el castaño se sentía extrañamente cómodo, como si realmente fuera ese su fecha original de nacimiento, quién sabe.

Habían hecho una pequeña fiesta con ayuda de sus amigos, o sea, casi todo el pueblo.

El aniversario de la llegada de Sora era un motivo de fiesta para esa pequeña parte del reino, y él no podía ser más feliz de poder compartir con todos, sonreír y divertirse con los demás era regalo más que suficiente para el pequeño.

¿La gente sabía que esa también era la fecha en que se celebra el amor y la amistad? ¡Claro! Y también por ello no podían estar más de acuerdo en celebrar el cumpleaños de Sora en esa fecha, la llegada del niño quien más amor tenía para dar a todos en el pueblo.

El niño estaba jugando en el centro de la plaza junto a varios infantes, yendo de un lado a otro con la energía que solo él tenía cuando estaba emocionado. El albino lo miraba divertido, había decidido ayudar a su abuela a preparar las cosas pero, ésta le había dicho que lo mejor que podía hacer en ese momento era ir a jugar con él, y eso fue lo que hizo, simplemente se unió a la carrera de su amigo sin siquiera comentar nada, comenzando a reír como todos los demás.

Era un momento de alegría plena.

~♡~

Y así, llegó la noche, los más pequeños estaban durmiendo en los brazos de sus padres, algunos se despedían para volver a sus hogares luego de ayudar a recoger todo, mientras que un albino y un castaño estaban terminando de guardar las cosas de su abuela en una caja y la levantaban entre ambos para comenzar a caminar hacia su propia casa.

―¿Te divertiste, Sora?― preguntó Riku, sonriendo.

―¡Claro que sí! Me encantó jugar con todos y ver a todos riendo.―

El pequeño tenía una corona de cartón dorada sobre su cabello y una capa de color rojo con detalles blancos colgando de sus hombros, traje que todos estaban de acuerdo que use.

―Sabes Sora, se supone que debes estar feliz porque tú estabas riendo y divirtiéndote, no porque los demás lo hacían.― rió un poco, ya sabía la respuesta que se venía.

―Pero si solo yo estoy riendo no es bueno, todos tienen que estar felices. ― hizo un pequeño puchero, haciendo reír a su acompañante.

―Ok, ok, no me mires así, tienes razón en lo que dices.―

Ambos volvieron a reír y finalmente llegaron a la casa, metiendo las cosas para luego ir a asearse y finalmente acostarse a dormir, claro, no sin antes despedirse de la abuela y ser arropados por ésta.

~♡~

Sora... chiquito, feliz cumpleaños bebé... ―

Escuchaba de forma leve una voz amable, una voz de una mujer.

―Nuestro pequeño ya cumplió un año amor... no podría ser más feliz... ―

Esta vez, era la voz de un hombre, aunque igual usaba un tono dulce.

Veía un peluche que estaba meciéndose encima suyo, intentaba alcanzarlo, y cuando lo hizo, lo abrazó y soltó una pequeña risa.

―Te amamos pequeño... y lo haremos siempre.―

~♡~

Sora despertó tranquilo, luego de mucho tiempo volvió a soñar algo agradable, al menos así lo sentía, en realidad no recordaba nada.

Se levantó con cuidado y su rutina inició de nuevo.

Asearse, desayunar con su familia, ir a la escuela con Riku, estudiar, hacer las tareas... etc. Y así hasta que llega la hora de volver una vez más, obviamente, con Riku.

―Sora, hay algo que quiero preguntarte desde hace un tiempo.― soltó con algo de duda, temía que sea un tema delicado.

―¿Qué es, Riku?― levantó la vista hacia el chico, sonriendo dulcemente.

Esto solo puso más nervioso al otro.

―Tú... si tus padres siguieran vivos... ¿qué harías? ― tragó saliva, realmente temía haberse equivocado al preguntar eso.

―¿Hum? Supongo que nada en particular como hasta ahora... ― respondió, realmente tranquilo.

―¿En verdad? ―

―Sí, si están vivos, no cambia nada de lo que ha pasado en estos cuatro años...―

―¿Y si... ellos vinieran por ti?―

Ahora, ambos se quedaron totalmente quietos, por primera vez en mucho tiempo, Riku estaba realmente nervioso, más porque Sora no lo estaba mirando, estaba viendo el suelo.

―No es necesario que respo...―

―Los abrazaría.―

―¿Eh? Sora... ―

―Me disculparía también, seguro estaban preocupados... ―

―¡Ellos son los que deben disculparse! ¿Cómo pudieron dejarte solo tanto tiempo?―

―No estoy solo. ― sonrió, ahora volviendo a mirar a su amigo. ―Y si disculpan, definitivamente los perdonaría.―

―Sora... ¿por qué?―

―Porque... sé que me siguen amando, donde quiera que estén, y yo a ellos.―

La conversación terminó con ambos niños sonriendo, el albino acarició la cabeza del pequeño y ambos siguieron su camino tranquilamente.

Si era capaz de perdonar algo así con tanta facilidad... Era realmente especial.

Un corazón perdido.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora