Despertar

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La luz quemaba sus ojos mientras trataba de despegar los pesados párpados llenos de arena, mientras recordaba fugazmente todo el día anterior.

Era un día como cualquier otro, excepto que desde hace varias semanas era uno de los jóvenes más adinerados de su país. De alguna forma una cuantiosa suma de dinero era parte de la herencia que un pariente lejano había dejado, y ya que él era el único con vida restante, no hubo mucho problema repartiéndola; casi de inmediato su vida dio un giro que era de esperarse en esa situación. Comenzó saliendo del mediocre apartamento en el que estaba casi cautivo, cuya renta debía desde hace varios meses, y de paso insultó de manera repetida a la amarga dueña del lugar que tantos dolores de cabeza le había causado; minutos después le pidió disculpas más arrepentido de lo que hubiera imaginado. Consiguió una casa hermosa de dos pisos, con un patio increíble y la equipó con todos los caprichos que se le ocurrieron. Sin embargo, decidió que seguiría viviendo una vida "normal". Comenzó a ir al colegio en bus, y caminaba meditabundo de regreso a su casi mansión, hasta que unos pocos días después, se agotó su determinación de ser común, y decidió que viajar y ver el mundo era una buena manera de gastar todo ese dinero que parecía no tener fin, así que empacó, se dirigió al aeropuerto y eligió el destino más llamativo y lejano que se le ocurrió.

Un día como cualquier otro, que por supuesto no era ni remotamente cierto. Su mente divagaba constantemente entre sueños de inversión y ganancias millonarias (ya que era la única parte de las asignaturas que le gustaba y en la que era medianamente bueno), y visiones de derroche, fiestas y placer por todo el mundo.

Su asiento, que prácticamente era una cama ahora, era tan cómodo que ni siquiera sintió el inicio de las turbulencias hasta que una de las sobrecargos lo despertó con un rostro que no podía disimular temor e incertidumbre.

-Por favor, despierte, joven, es necesario que se coloque que en posición sentada y abroche su cinturón, estamos sufriendo turbulencias graves, por favor, esté atento a las indica...

Lo último que recordaba era un enorme vacío, luego agua, luego nada.

Trató de ponerse de pie, lo que le resultó imposible debido al terrible dolor que sentía en su pierna derecha, al parecer estaba completamente destrozada. No vio rastros de sangre, pero era tan flácida y deforme como dolorosa; no tuvo que ser un erudito para saber que estaba fracturada de arriba a abajo. Con más dolor del que alguna vez había sentido alguna vez comenzó a arrastrarse hacia los árboles que se erguían unos metros adelante, y mientras lo hacía, no pudo evitar voltear hacia el avión destrozado que entre chasquidos eléctricos y llamas daba a entender que de alguna forma solo él había sobrevivido a la tragedia.

Cada movimiento era una tortura, pero sabía que, si quedaba a merced del agua salada y el sol, la naturaleza no tardaría en reclamar su vida. En el momento en el que alcanzó la sombra, un sentimiento de tranquilidad fugaz pasó por su mente, seguida de dolor, insoportable e interminable dolor. Sus pensamientos se fueron apagando hasta que de nuevo se dejó envolver por la inconsciencia, era lo único que podía hacer para calmar el dolor

-Alz Zaerha kuh ner!

Un golpe seco en la espalda lo despertó de golpe, y sobresaltado quiso defenderse de la molesta y repentina agresión, cosa en la que fracasó rotundamente, ya que a duras penas podía erguir el torso. Tal movimiento atrevido le costó un nuevo golpe en el rostro que más que lastimarle físicamente, le hirió el orgullo, que solo pudo disimular apretando la mandíbula.

-Alz Zaerha kuh ner! Bu'l kara!

No entendía absolutamente nada, y al alzar el rostro su sorpresa fue aún mayor. Varios hombres armados hasta los dientes... con armaduras de un metal muy oscuro e inusualmente mate, conformada de varias placas superpuestas que simulaban alguna armadura romana o griega, solo que lucía... actual. A la vista y por la facilidad en la que se movían, parecía en extremo ligera, algunos de ellos llevaban cubiertas las cabezas con un casco aún más extraño, ya que no tenía abertura alguna ni zona transparente por la cual ver. Portaba cada uno una enorme espada del mismo color y apariencia mate y una lanza de un metal que se distinguía de todo lo demás ya que la punta que parecía ocupar casi la mitad del largo del arma brillaba con un plateado intenso. Definitivamente no estaba en el mundo que él creía conocer.

La Ciudad Sin NombreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora