Estaba corriendo a todo lo que daba, la moneda de oro caliente estaba radiando desde lo más alto del cielo y arrasaba con su calor todo lo que hallaba, incluyéndome, mientras recorría cuadra a cuadra agitadamente, sentía como cada gota de sudor resbalaba por cada parte de mi cuerpo. ¡No debía llegar tarde! ¡No debía!
Mi nombre era Hank, como en las mayorías de los libros que había leído, era Argentino y muy joven aún, corría apresuradamente porque no debía perder el turno de mi cirugía, hoy me operaban y debía ser puntual, ya estaba a cinco minutos de que dijeran mi nombre, o tal vez menos y aún no llegaba al Vidal. Miré mi reloj que colgaba de mi muñeca, las doce, justamente tenía turno a esa hora, ¡Diablos! Pero a pesar de estar llegando jodidamente tarde, algo mucho peor era lo que me molestaba, o mas que molestar me inquietaba y era el resultado de la operación y como saldría todo aquello, esas dudas agrupadas con lo que sentía me ponían los pelos de punta por los nervios.
Llegué al famoso hospital de mi ciudad, cuando ingresé en el sector llamado “Cirugía” pregunté a la primera señora que vi si habían dicho Perez Hank, ella lo negó, aún no me habían llamado y eran las doce y cuarto, eso me daba más intriga ¿Por qué no lo habían echo aún? ¿Será porque estaban preparando la sala para sentenciarme? ¿Será porque buscaban las agujas adecuadas? Aspiré el aire de aquel lugar y olí ese típico aroma de los hospitales, lo que me generó mucho más miedo aún. Una enfermera abrió la puerta que estaba al final del pasillo y dijo: Aguirre. Mi corazón se normalizó al ver que no era yo, me preguntaba que tantas maldades habrían echo para mi, había mucha gente y era uno de los que aguardaba en la lista de espera. Hacía calor y el ventilador se cansaba de tirar viento, andaba muy lento.
En un momento mi imaginación voló, a tal punto que idealicé que me estaban cortando los dedos del pie, ya que ahí eran en donde me operarían, era tanto el temor que tenía miedo de que me los tuvieran que apuntar por presentar muchas infecciones, me imaginé viendo mi sangre, viendo cada parte de aquel dedo por toda la sala, y yo, gritando, era tanto el pavor que cuando dijeron Perez desde el fondo del pasillo, tuvieron que señalarme y hasta tocarme para que me diese cuenta.
Había llegado mi turno – Me dije a mi mismo
Caminé silenciosamente hasta el final del pasaje, donde estaba la puerta de ingreso al lugar en donde supuestamente me operarían. Al entrar vi cuchillos y agujas, mi estomago se cerró hasta tal punto que todo el cansancio que tenía había quedado de lado, y el hambre había desaparecido.
_ ¿Cómo te llamas joven? – Preguntó la doctora que me recibía, se ubicaba cerca de una camilla
_ Hank
_ Muy bien Hank, me imagino que eres muy valiente ¿no?
_ Si – Mentí
Podía reconocer en mí que nunca hubo algo de valentía, era un chico que vivía lleno de miedo, pero ahora necesitaba disimularlo un poco.
_ Muy bien, lo digo porque se terminó la anestesia y deberás ser fuerte
_ ¿Qué…? – Pregunté a la vez que mi interrogante perdía el timbre de voz con el que hablaba
_ Si, exacto
_ ¿Podría venir cuando tengan anestesia?
_ No, perdona, tendremos que hacerlo ahora, pero vas a estar bien – Dijo, emitiendo una sonrisa macabra que me asustó
Lentamente comencé a retroceder hacia la puerta de salida, no dejaría que me atendiesen de esta manera, pero cuando estuve cerca del umbral, dos tipos me cogieron de los brazos, posteriormente me ataron a una silla.
_ ¡Esto está prohibido, es un hospital público, no pueden hacerme esto! – Grité
_ No si nadie lo sabe – Rió a breves carcajadas – Traigan la cinta y tápenle la boca – Demandó la doctora
Posteriormente, los enfermeros residentes lo hicieron.
Mi boca estaba tapada y no podía moverme, la doctora comenzó a quitarme los zapatos y las medias, sus ayudantes traían agujas y cuchillos, no podía apartarme, no sabía si era por la parálisis o que.
_ Estarás bien – Dijo la doctora
Yo movía la cabeza en señal de que no me hiciera nada, trataba de gritar pero mis sonidos eran sordos, no podía trasladarme y empecé a llorar cuando la doctora había agarrado uno de los cuchillos, posteriormente inició mi corte de dedo acercando el objeto contundente a mi piel.
_ Está infectado, hay que cortar todo – Dijo riéndose
Veía la sangre caer y el dolor se hacía intenso, lloraba pero no podía hacer nada, hasta que de un momento a otro el dolor fue tan agudo que me desperté.
Me senté en mi cama escuchando la intensa lluvia golpear mi techo como piedras cayendo del cielo. Mi cuarto estaba a oscuras y estaba muy agitado, mi corazón seguía palpitando aceleradamente y sentía una sensación lejana de dolor, como si fuera que ya lo había sufrido hace mucho, me levanté, prendí la luz de mi pieza, me senté en la cama y observé el dedo de mi pie y lo que vi me impactó demasiado, mi dedo no estaba y en su lugar tenía un bulto cerrado cocido con aguja e hilo.
FIN.
Autor: Andersson John
Gracias por leer

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Pavor
Short StoryUn cuento corto con final impactante. Tiene terror o humor dependiendo de cómo se lo tomen... ¿Qué sucede cuando tienes Pavor? Obra registrada en Safe Creative. Todos los derechos reservados. Código: 1601016156911. No se permiten plagios, adaptaci...