CAPÍTULO 32

1.5K 111 3
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Flashback

La música de fondo era demasiado lenta para mi gusto mientras Víctor tenía una mano en mi cintura y la otra en la mía. Danzábamos al ritmo de la música en aquella boda. Observar la felicidad de la pareja me alegraba; habían sido amigos míos desde siempre, y verlos juntos era lo mejor. La música cesó, señal de que la cena estaba por ser servida. Tomé mi vestido rojo por debajo y nos dirigimos a nuestros lugares, donde todo estaba demasiado bien. Nadie había notado ningún moretón en mi rostro, algo que agradecía a los cosméticos modernos. En nuestra mesa había algunos conocidos del bachillerato, charlando animadamente, a lo cual respondí cortésmente. Observé a Víctor, quien permanecía callado, lo cual me sorprendió. Tomé un sorbo del agua recién servida en mi copa de cristal y bebí tranquilamente. Como dije, todo iba demasiado bien.

Los novios se acercaron para las fotos oficiales de la boda y todos sonreímos, como era de esperar. Mi amiga me abrazó y yo le correspondí, diciéndole al oído "muchas bendiciones, hermosa". Sus ojos se tornaron cristalinos; nuestra amistad era más que una amistad de años, era una hermandad.

Después de un rato prudente, mis amigas del bachillerato me animaron a bailar. Observé la reacción de Víctor, quien me sonrió y asintió. Preferí, aunque no me gustara, pedirle permiso antes que armar una escena.

Sonaba una canción actual de fondo y movíamos nuestras caderas al ritmo de la música. Comenzamos a cantarla, o más bien gritarla, riéndonos mientras formábamos un círculo y seguíamos bailando, incluso con las canciones viejas que solíamos bailar cuando éramos jóvenes. Mis pies estaban a punto de estallar. Me despedí de las chicas, que comenzaron a quejarse, pero ya era demasiado tarde y nuestra casa no estaba cerca de donde se realizaba la recepción.

Busqué a la novia, me despedí de ella agradeciéndole por la invitación y el honor de haber sido su dama de honor, nos abrazamos unas cuantas veces y busqué a Víctor con la mirada. Lo vi con un vaso de whisky y mi cuerpo tembló. Caminé lo más rápido que mis tacones me permitieron.

Sus ojos me observaron, dejo su vaso de trago sobre la mesa y camino unos pasos hacia mí.

No articulé una frase y continuamos el camino hacia el parqueo. Caminamos por un par de filas de autos hasta llegar al nuestro, un Baic X25 negro. Quitó el bloqueo y subimos. Mi presión arterial estaba baja, lo sentía, tenía las manos frías y me sentía sofocada. Rezaba para que no pasara nada durante el viaje, ni en casa, pero como todo no es perfecto, antes de arrancar recibí un apretón en el muslo. Tragué saliva, intenté no tensarme, respiré profundamente varias veces.

—Estás hermosa, señora Esparza —dijo arrastrando las palabras y mi sangre se heló.

—Gracias —respondí nerviosa.

—Tengo ganas de ti —dijo, haciendo una maniobra para estacionarse en la vía.

—Víctor, ¿qué haces? —lo miré horrorizada—. Estoy cansada, vamos a casa, por favor —murmuré, tratando de controlar las lágrimas, moviéndome hacia atrás, comenzando a entrar en pánico— Víctor, por favor, no de nuevo —no pude evitar llorar.

—Pero yo quiero, April, te ves tan bien en ese vestido rojo —sonrió de lado y mi piel se erizó.

—Por favor —susurré ante su toque.

—Déjate llevar —asintió. Lo miré asustada. Agarró la parte trasera de mi cabello con fuerza y me besó con brusquedad. Traté de soltarme, pero era imposible. Rasgó con fuerza mi vestido, dejando al descubierto mis pechos. Traté de no gritar de asco mientras los manoseaba con fuerza, besando mi cuello y dejando algunos chupetones hasta llegar a uno de mis senos, metiéndolo en su boca y mordiéndolo. Finalmente, mi cara se volcó hacia el otro lado y me golpeé. Se acomodó en el asiento como antes.

—Si sigues gritando así, verás de lo que soy capaz —encendió el auto y arrancó a toda velocidad.

Todo el viaje lo vi por la ventana, ocultando mis lágrimas.

Odiaba mi vida.

Fin del flashback.

- Por eso, el 10 de marzo será la fecha de entrega en Bélgica.

- De acuerdo - responde el señor Britt. - Señorita Dávila.

- Sí, señor Britt, dígame - le respondo un poco aturdida.

- Respecto a la construcción, ¿qué tiene que decir? - cruza las manos y me mira expectante.

- Bueno... estoy de acuerdo con la fecha para la entrega de la obra, pero usted tiene la última palabra, señor Britt.

- Si usted está de acuerdo, confiaré en su buena decisión - me sonríe de lado. - Marlon, ponlo en marcha.

- Sí, señor Britt - asiente Marlon.

- ¿Hay algo más que necesitemos discutir? - Azael nos mira a todos. Niego con la cabeza. - Muy bien, pueden regresar a sus puestos. Nos veremos la semana entrante.

Todos comenzamos a levantarnos y dirigirnos hacia la puerta, pero unos brazos me detienen.

- Estás distraída.

- Bueno, mi jefe me pidió un matrimonio, pero no sé qué responderle - me encojo de hombros.

- ¿Matrimonio? - ríe a carcajadas, y lo sigo.

- Que tenga un buen día, señor Britt - lo miro sonriendo.

- Igualmente, señorita Dávila - y comienzo a caminar hacia mi oficina. Será un día largo lleno de recuerdos.

Regreso a mi oficina, intentando concentrarme en los planos que tengo sobre el escritorio. Mi mente, sin embargo, no puede evitar divagar hacia la inesperada propuesta de mi jefe. ¿Matrimonio? Nunca había considerado algo así, especialmente no con alguien como él. Repaso mentalmente los pros y los contras.

Por un lado, podría resolver mis problemas financieros de inmediato "llamémoslo así", Por otro, ¿qué tan genuina podría ser una relación así? Y, sobre todo, ¿qué hay detrás de esta repentina solicitud?

Sálvame: El cambio que hace el amor verdadero a alguien con corazon de HierroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora