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Sana día tras día se confundía más y más.
Simplemente no entendía lo que estaba sintiendo por su compañera y rival
Sakura.

La chica bufó tras recordar todas las risitas que le regaló ella. Todos las emociones que le otorgó y los sueños que apareció.

Llegó a clase, toda sudorosa por aquella carrera que se llevó.

Suspiró y empezó a sacar sus cosas. Extrañamente Sana recordó que ese día no llevaba ningún dulce regalo para su profesor...
Lo olvidé.

Ahí estaba de nuevo. Ella.
Tan delicada como una flor y tan patética como ella misma.

Deja de mirarme así, por favor.

Sakura se encontraba a dos pupitres más al lado, y eso ponía muy nerviosa a Sana.


La clase transcurrió y su corazón se apretaba, hasta no dejarla respirar fácilmente. Sentía como su profesor se acercaba a Sakura, muy cerca. La alegría de sentir nuevas cosas se iban esfumando. O eso creía Sana.


"La noche se hizo presente y con esto mi amor

 por ti fue floreciendo

oh, amor mío si supieras lo prohibido que es

la mirada que tienes sobre mi

creerías que soy la mujer destinada

para hacerte feliz, me darías tu corazón

tan brillante como tus faroles 

alumbrándome"


Los aplausos acompañaron el final del elegante poema inventado por Sana.

Sus ojos se pusieron borrosos al recordar para quién era esa expresión de sus sentimientos, por favor, ámame y déjame creer que soy la mujer que te hará feliz.


En el receso estaba sola, como siempre.

Sana era muy dulce e inteligente, astuta y decidida, pero no tenía amigos.


Cuando llegó a la escuela sentía ilusión por aprender cosas, tener miles de amigos y compartir sueños y sus gustos.

Cuando lo vio por primera vez sus pupilas se dilataron y tornaron un brillo titilar.

Salía admiración, admiración, admiración.

Que...en algún momento se fue transformando en amor y su mundo se expandió, quería saltar de la emoción todo el día. Sana tenía sólo once años, sólo esa cantidad faltó para descubrir que era la persona que hacía que olvidara todo, sus problemas con sus padres y las pesadillas.

Él aparecía en sus pensamientos y le daba motivos para dejar de llorar y seguir teniendo motivos para despertar. La escuchaba, la aconsejaba  y la cuidaba.

Sana poco a poco le dio sus mariposas en el estómago y miradas confusas en clases.



-Sana, te quiero mostrar un lugar.- Sakura estaba sonrojada y sonriente. Bella y dulce  como un caramelo de fresa, sus favoritos.

Y es que es tan segura y misteriosa que la hacía querer descubrir sus miedos y tomar su mano de porcelana, llevarla consigo a un mundo que no hiciera daño y sea perfecto para semejanza arte.

-Claro.- 


Lo que Sana no sabía, era que sería una experiencia inolvidable.





Blush. Sana




ℬlush . SanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora