Para un alma sensible, una seria fachada.

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Otro día iniciaba, otra nueva aventura.

Muchos podrían coincidir en que la parte más difícil del día era levantarse de la cama por la mañana, y no se equivocaban, pero por muy titánica que fuese la tarea, había que hacerla de todos modos. El proceso era relativamente simple, abrir los ojos, incorporarse sobre el colchón, y poner los pies sobre el suelo, siempre y cuando, claro, no sintieras la imperiosa necesidad de recostar la cabeza nuevamente sobre la almohada.

Sin embargo, esto no era un problema para Akaashi Keiji, un joven de cabello negro y ojos rasgados, incapaz de sucumbir a las tentaciones mundanas derivadas de dar una cabezadita luego de que suene la alarma. Era plenamente consciente de cuales eran sus responsabilidades, y quedarse unos minutos más en la cama no eran parte de la lista.

Una vez levantado de la cama y con ambos pies en el suelo, buscó entre sus cajones una toalla y se dirigió al baño, cuidando de no hacer demasiado ruido en caso de que aún pudiese haber alguien dormido en casa. Al comenzar el día la ducha era algo completamente necesario, no solo porque le ayudaba a mantener su higiene personal, sino también porque no había nada como unas gotas de agua sobre la cara para acabar de despertarse.

Una vez terminado el baño, ya habiéndose secado lo suficiente y estando por lo menos con un bóxer puesto, se apresura a volver a su habitación a colocarse el uniforme. Los pantalones grises bien planchados, la camisa bien abotonada, la corbata y la chaqueta, todos puestos con propiedad, justo como debe ir un uniforme. Ya vestido y peinado, baja sin prisas las escaleras, y en la cocina le espera un desayuno completo, más que necesario para un joven deportista en uno de los mejores equipos de Tokio.

Después de todo, no era fácil ser el armador de Fukurodani.

La escuela no quedaba realmente lejos de su casa, pero era necesario tomar un tren en la estación más cercana para llegar a tiempo. La ciudad de Tokio era muy concurrida por la mañana, jóvenes en camino a la escuela, y adultos comenzando su jornada laboral, por eso a veces no lograba sentarse, pero en las escalas ocasiones donde el tránsito de gente disminuía y podido conseguir un asiento, se pasa una buena parte del viaje con algún buen libro entre manos.

Leer en movimiento podía ser algo tortuoso a veces, pero con los años, Keiji ya se había habituado.

Cuando la pequeña travesía en tren a acababa y por fin se veía libre para respirar aire fresco otra vez, no quedaba de otra mas que caminar 5 cuadras más para llegar a las puertas de la escuela. Una vez dentro seguía el mismo ritual de quitarse los zapatos de exterior y ponerse los de interior que realizaban todos los alumnos. En cuanto acabo, subió por las escaleras hasta su clase en el segundo piso, dejó su bolso sobre el pupitre, y estando sentado pensó: "Está llegando tarde otra vez".

En ocasiones, y últimamente más seguido de lo que estaría dispuesto a admitir, su mente divagaba hacia la figura de cierto alumno de tercero. No era de extrañar, puesto que la admiración que sentía por esa persona era tal que lo había llevado a asistir a Fukurodani, una estrella tan grande que quedabas atrapado en su órbita sin poder escapar, y tan brillante como para quemar todo tu ser sin dejar un solo rastro.

Cuando Akaashi conoció a Bokuto Kotaro fue como un baldazo de agua fría a la cara, pero ahora, después de dos años, se había convertido en un fuego capaz de avergonzar al sol.

Estaba enamorado ¿Qué mas podía decir?

Y no tenía un verdadero problema con ello, hoy en día las cosas eran un poco mas sencillas, la idea de ser gay no le causaba ninguna clase de ansiedad, y sabía que tanto su familia como sus amigos lo aceptarían sin mucho drama. Pero el verdadero predicamento recaía en el objeto de su amor, sabía que si se confesaba no recibiría un no por respuesta, Bokuto le daría una oportunidad correspondiese o no nos sus sentimientos, y seguiría tratrandole con normalidad si las cosas no funcionaban después.

El día a día de Akaashi Keiji.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora