Princesita ~Her~

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Una princesa debe ser agraciada, sutil y sobretodo tener mucha elegancia. Movimientos suaves y palabras cultas.
Mis padres, los Reyes, siempre me han tenido encerrada en el castillo, salíamos los tres juntos únicamente para las misas que daba el fraile los domingos en la mañana.

Vida rutinaria, clases de 6 a.m hasta las 8 p.m, heredar el trono era mi prioridad al ser la primogénita y única hija de la familia real. Clases de historia y modales, pero el momento que más apreciaba eran las clases de equitación los viernes en la tarde, ¿quién hubiese pensado que montar un equino me abriría las puertas al placer carnal que no me era permitido disfrutar?

Viernes a la 1:20 p.m, caminé hacia el establo, mientras me iba acercando me percaté del movimiento que había dentro, alguien había contratado a otra persona para que se encargara de los caballos y solo no estaba dando a basto. Apuré el paso para ayudarlo, era un chico de contextura delgada, con piel tersa y ojos llamativos, se notaba que no le agradaba estar aquí, posiblemente estaba en contra de las decisiones que nos mis padres tomaban para todo el reino.

Las riendas de una yegua se soltaron y ella botó al suelo varios utensilios de limpieza que se usaba para bañarlos. Me acerqué despacio para recoger lo que había caído y saludé.
-Buenas tardes caballero.- Él se sobresaltó golpeando los establos con su cuerpo.
-Buenas tardes princesa.- Se levantó y extendió su mano para recibir la mía.
Sus manos eran suaves y tenía el cuerpo caliente.

Las semanas pasaban, las clases eran muy entretenidas con él, era un chico agradable y bastante interesante. Acabábamos las clases temprano para tener tiempo de conversar, su compañía daba calor y su cercanía era cómoda. Estábamos sentados dentro de los establos para no llamar la atención de los trabajadores del castillo que pasaban por fuera.

-Entonces eres virgen, hasta de labios, ¿verdad?- me preguntó con una sonrisa en los labios.
-Es verdad, debo serlo hasta el matrimonio.-
-Deberías practicarlo, así cuando te cases tu marido estará satisfecho contigo.-
-Tienes razón, enséñame que debo hacer.- Me acerqué a él, su mano me tomó de la nuca y sus labios se acercaron a los míos, nuestras respiraciones se mezclaban.
-Relájate y disfruta.- y sus labios chocaron con los míos.

Empezamos un vaivén lento, algo torpe por mi parte pero pronto aprendí el ritmo, nuestros labios se rozaban con suavidad hasta que su lengua se abrió paso en mi cavidad bucal, un gemido inevitable salió de mi garganta. El guió sus manos hasta mi cintura para tomarme con fuerza moviendome hacia su regazo, posé mis manos en su espalda por dentro de su camisa mientras sus dedos dibujaban círculos en mis caderas. Sus labios iniciaron un rumbo desde mis mejillas hasta mi cuello dejando un hilo de saliva, siguió su camino al escote de mi blusa en donde metió su nariz para aspirar mi esencia. El agarre en mi cintura se intensificó y su entrepierna empezó a palpitar por la excitación, no estaba muy segura de lo que ocurría pero sabía que no podía parar.

Quitó mi camiseta de un tirón dejándome en sujetador y exponiendo mis pocos atributos a un siervo, tomó mis labios en un furioso beso. Los roces de mi piel con sus manos y sus prendas me quemaban. Se levantó, saco su camisa dándome la espalda y me fijé que todos sus músculos estaban marcados, se desabrochó sus pantalones que cayeron a sus pies y de su boxer sacó su dura erección, no había visto un pene antes así que mi vista se enfocó sólo en su miembro.

-Primero vas a aprender a comerte una verga.- dijo acercando su pene a mi cara, tenía la punta roja y de ahí salía un líquido que la mojaba.
-Abre la boca, cuida de que los dientes no lo toquen y chúpalo.- me lo acercó a la boca y yo la abrí, empujó con su cadera dentro de mi cavidad bucal y empecé a succionar. Mi boca se llenaba fácilmente de saliva y esta empezó a chorrear al rededor de mis labios mientras el se balanceaba de adelante para atrás. Embestia con dureza mi boca mientras soltaba pequeños jadeos y gemidos que hacían mi piel se erizara, su glande chocaba varias veces con mi campanilla y me producía arcadas.

-Suficiente por ahora, no lo haces tan mal.- me levantó del suelo, desabrochó mi sujetador y me ayudó a sacarme el pantalón, me hizo dar una vuelta y con su palma abierta me dio una nalgada.

-¿Eres tonto? Recuerda tu lugar.- dije volteando hacia él.
-Tu alto nivel, su majestad, lo perdiste cuanto me la chupabas.- respondió empujando mi torso contra la pared y quitando mis bragas de un tirón. Se colocó detrás de mi, alineó su pene con mi estrecha entrada, tapó mi boca con su mano y dijo: -Muerde duro princesa, creo que esto te dolerá.- Y sucedió, empujó con todas sus fuerzas toda su longitud dentro de mi, desgarrando todo a su paso y haciéndome gritar con fuerza. Sentía la sangre bajar por mis piernas y todo mi cuerpo sacudirse por el dolor. Empezó a moverse dentro de mi con lentitud y llenó mi espalda de pequeños besos. Con el paso del tiempo ese dolor agonizante se convirtió en un placer indescriptible, me tomaba con fuerza y yo no podía parar de gemir.

-Mírenla, una princesita chillando como toda una puta.- Se burló de mi mientras me llenaba con casa estocada.

Una sensación de calor invadió mi abdomen y con pequeñas contracciones llegué a lo que se conocía como "orgasmo". Su pene empezó a latir dentro de mi y unos movimientos más tarde él liberó su semen en mi. Nos separamos y me apoyé con las pocas fuerzas que tenía a la pared, él tomó su ropa y mientras abrochaba su pantalón me dijo algo que nunca olvidaría:
-Entonces princesa, ¿cuando vienes a cabalgarme la polla de nuevo?-

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⏰ Última actualización: Mar 13, 2019 ⏰

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