Era media noche y Jason Todd fumaba un cigarrillo, recargado en un poste frente a una gran avenida. No se suponía que estuviera ahí; tampoco estaba en sus planes irse.
La hoja doblada en su bolsillo pesaba como si de plomo se tratase, y quemaba igual que un hierro incandescente. Se sintió tonto, temiéndole a un inofensivo trozo de papel. Oh, pero esas palabras impresas en tinta negra... esas palabras lo cambiaban todo.
¿Por qué? ¿Por qué él debía sufrir de aquella manera? Justo cuando por fin había hallado una pequeña luz en medio de la total oscuridad.
Una mano se posó en su hombro y lo obligó a darse la vuelta. Damian estaba allí, viéndolo furioso con aquellos ojos verdes que tanto adoraba. Parte de él se resquebrajó mientras pensaba en lo mucho que extrañaría esas esmeraldas.
-Eres un imbécil, Todd-espetó Damian, totalmente ido de ira y despecho-. Se supone que hoy era el día, nuestro día. Entonces dime, pedazo de idiota, ¿qué hago yo aquí, buscándote, en mí cumpleaños?-exigió.
Le hervía la sangre, más cuando Jason en vez de responder desvió la mirada hacia la calle. El dolor en su pecho se intensificó hasta volverse insoportable, dándose cuenta de lo poco que a Jason le importaba. No podía creerlo. Tantos años esperando, todo para nada. Su enojo se tornó en tristeza, y una lágrima traicionera rodó por su mejilla.
-Si ibas a echarte para atrás, me hubieras avisado. Así al menos no habría perdido mi tiempo contigo-escupió con veneno.
El ruido de los autos, de las personas, quedó acallado por las cientos de voces que comenzaron a bombardear la mente de Jason, todas gritando unas por sobre otras lo cobarde que era por no decir la verdad. Y lo sabía, era prácticamente su obligación. Mas no era tan valiente.
Abrumado por sus sentimientos, Damian liberó su frustración de la única manera que conocía. Le soltó a Jason un puñetazo que lo mandó al suelo. Este apenas tuvo oportunidad de limpiarse la sangre que comenzaba a salir de su nariz, cuando Damian se abalanzó sobre él, golpeándolo sin piedad. Y Jason no opuso resistencia, francamente más muerto que vivo.
-Todd, jodido bastardo, vas a arrepentirte de dejarme plantado-siseó-. ¿Tienes idea de cómo me sentí cuando no llegaste a nuestra cena de compromiso? ¿eh?-preguntó, sin dar tregua en su ataque-. ¿Tienes idea de lo humillante que fue? Padre, nuestros hermanos, estaban allí y, ¿adivina qué?, mi jodido novio no se dignó a aparecer.
Las palabras de Damian eran como dagas, y Jason estaba desangrándose en el piso.
Aún en medio de la vía pública, nadie se entrometió en su pelea. Eso era Gotham, cada quien se ocupaba de sus asuntos. Damian vio de reojo a una mujer cubriéndole los ojos a su hija, y eso lo hizo detenerse. ¿Qué estaba haciendo? Había perdido la cabeza.
-Planeamos esto durante seis años Jason, me prometiste que hablaríamos con padre cuando cumpliera la mayoría de edad-dijo Damian sin poder, sin querer, ocultar su decepción.
Damian se quitó de encima de Jason. Se sentó en la acera, sin importarle que estorbara el paso. A su lado, un magullado Jason se debatía con sus demonios internos. En verdad estaba siendo un estúpido, creyendo que el fin justificaba los medios. Tomó aire y se irguió.
-Lo lamento-murmuró.
-¿De qué sirve que te disculpes? El daño está hecho-respondió Damian. Maldito, siempre tenía la razón.
-Lo sé, pero hay un motivo-rebatió Jason-. Y aunque no es un buen motivo, existe.
Damian no contestó.
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El final del camino
FanfictionLa comida está servida, la música suena armoniosa, la decoración es perfecta y cada uno de los invitados está sentado a la mesa. Es una hermosa velada, una maravillosa cena de compromiso. Los minutos pasan, los alimentos se enfría, las manos de Dam...