Caminaba con paso ligero rumbo a la clase matutina, otra vez se me hizo tarde. Desde hace dos semanas que vivía en los dormitorios de la universidad y me estaba arrepintiendo de verdad; no era como si no pudiera arreglármelas sola para levantarme temprano, pero la idiota que tenía por compañera de cuarto se pasaba las noches tonteando con su maldito celular, cosa que no me hubiera importaba sino fuera porque gritaba cada vez que recibía un estúpido mensaje del tipo que le gustaba. En verdad me daban ganas de arrancarle los ojos así dejaría de molestarme.
A medida que avanzaba por los pasillos me cruzaba con otros estudiantes, suponía que eran compañeros o algo así, ya que me saludaban con una sonrisa. Incluso uno se puso a mi par y comenzó a preguntar sobre el trabajo grupal que nos dejaron como evaluación.
—¿Lo hacemos juntos? —soltó, con un tono que lo hacía parecer más una orden que una pregunta.
Me detuve de pronto dejando que avance unos pasos para observarlo de los pies a la cabeza y terminé rodando los ojos. Era rubio, de piel trigueña, el típico alto y musculoso descerebrado que buscaba a los alumnos más inteligentes para que hagan el trabajo por él.
—No estoy interesada —continué mi camino acelerando el paso para dejarlo atrás.
Al llegar al aula descubrí con satisfacción que el profesor aún no se presenta.
"Es bueno que ese viejo siempre llegue tarde"
Me apresuré a ocupar el primer asiento libre, había dos más detrás, pero eso implicaba la posibilidad de que el rubio cavernícola se sentara a mi lado y no tenía intención de soportarlo durante toda la clase.
—¡Oh, pero si es la chica "patatas fritas"! —una voz chilló en mis oídos.
—Chica "pink panter" —saludé sin levantar la vista de mis apuntes, mi agudo sentido del olfato captó el inconfundible perfume de la chica de cabello bicolor que trabajaba en el local de comida rápida.
Sabía que ambas estudiamos administración de empresas y tomábamos las mismas clases, incluso me había saludado en un par de ocasiones, pero era consciente que no podía tener amigos, no quería repetir el mismo error que cometí con Kotaro.
—¿Te gusta? — preguntó, sacudiendo su llamativa cabellera.
—No particularmente —la miré de soslayo. En verdad le quedaba bien y hacía que resaltaran sus ojos azules—, pero no te fíes de mi opinión. No soy buena en lo que a moda se refiere.
Ella rio desinhibida, sin prestar atención a los alumnos que nos observaban con enfado como si estuviéramos interrumpiendo la clase.
—Y yo que pensé que al fin tendría una amiga “normal” —acarició uno de los mechones de cabello de mi coleta izquierda.
—Lo “normal” está sobrevalorado —murmuré, pues el profesor acababa de entrar al aula.
—Entonces ¿simplemente no te interesan las cosas de chicas?
Me encogí de hombros e intenté concentrarme en las palabras del profesor. La materia era sencilla para mí, así que no me negué cuando "pink panter" me pidió que le explique algún punto importante que se había saltado. ¿Por qué lo hacía? Porque pesé a todo necesitaba entablar relaciones con otros seres humanos, aunque yo no me consideraba como tal. Además de cierto modo ella me recordaba a Kotaro y eso me tranquilizaba.
La clase transcurrió más rápido de lo normal y para cuando me percaté ya era hora de almorzar.
Fui la última en salir del aula y sin mucho entusiasmo me encaminé al abarrotado y bullicioso comedor. Con renuencia me acerqué a las vitrinas de autoservicio y tomé una porción de arrollado de pollo con puré de patatas y para beber un refresco pequeño. Tuve que pagar con la tarjeta de crédito ya que olvidé el efectivo en mi otro pantalón y sin ánimos me dirigí a la mesa más apartada y vacía que encontré.
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Instintos
CasualeUna joven de diecinueve años, de cabellera dorada, con ojos celestes como el cielo de verano y una piel tan blanca como los pétalos de un jazmín camina por el campus con prisa para llegar a su primera clase. A simple vista puedes jurar que es una un...