Prólogo

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Esta historia épica del bien y el mal, de vida y muerte, de amor y odio, de sometimiento y bravura, o de dolor y placer… comienza a finales del Siglo XII de la Era de las Dagas y el inicio de la Era del Levantamiento del Oeste.

Hasta el Siglo I de la Era del Levantamiento del Oeste, Metaura fue un continente próspero y rico, la ancestral tierra que los dioses primigenios bendijeran en los albores de la creación, de bosques, montañas, valles, praderas y ríos colmados de dones. Comenzando una etapa que se caracterizó por grandes batallas y culminó en un destino aún más oscuro que la muerte del vencido.

Durante milenios, cinco ciudades estado (Grida-Thalos, Melana, Colinda-Bur, Mástathor y Tacrathea)  había gobernado la vasta región en relativa paz, estas ciudades controlaron sus áreas territoriales a partir de diferentes casas reales, nobles y linajes aristocráticos, en un complejo entramado de sangre y política, el cual ahora no nos incumbe. Su poder fue grande, y se repartían la riqueza de sus tierras y mares de manera más o menos justo, exceptuando las lógicas recidas, hasta la llegada del veinteavo día del mes de Qadasar, cuando la vida cambió para siempre.

El Sumo-Rey Hatusa Sim, bajo la tutela mortecina de las dos diosas sirénidas de la Isla de Yanto, del cual se afirmaba que era hijo directo, asignándosele poderes sobre la muerte y la vida de los hombres y los animales. Su imperio floreciente se abalanzó sobre el continente cual plaga de voraces insectos, aniquilando todo a su paso.

Las antiguas pirámides de Quimesha, los nobles castillos de Délbastel, o la pétrea morada de los melanitas, entre otros muchos lugares, fueron reducidas a escombro y ruina. Valiéndose de un tipo de magia evanecida hasta el momento, la magia del mar, de la que solo se tenía constancia por las antiguas historias de pescadores en las zonas costeras al Mar Perdido.

Se levantaron templos a las dos sirenas en todas las ciudades conquistadas, honrando a las diosas hermanas que habían velado por el triunfo del Sumo-Rey. Mégalo, la isla de Yanto que antaño acogía el hogar del nuevo imperio pasa a un segundo lugar tras la fundación de Sobarna, la nueva capital imperial.

Las casas nobles metauritas fueron perseguidas y exterminadas por orden del Sumo-Rey, tras lo cual se destruyó cualquier vestigio de culto del amplio panteón metaurita, imponiendo la nueva religión imperial de Hatusa Sim. Se persiguió a toda criatura mágica, como lamias, grifos o esfinges, los cuales eran sometidos y controlados para servir al ejército imperial, o eran aniquilados para que el oponente no pudiese usarlo en su contra llegada la batalla. Los hechiceros corrieron la misma suerte, y se eliminó toda magia que no fuese en beneficio del Sumo-Rey.

La fuerte imposición de sufragios mermó a la población superviviente tras las guerras venidas. Los linajes principescos fueron eliminados a conciencia, entregando a todos los miembros varones de los mismos en sacrificio a las diosas sirénidas.

En el Siglo III de la Era del Levantamiento del Oeste, las fuertes leyes del imperio habían conseguido extinguir 12 de las 19 lenguas que se hablaban en Metaura antes de la conquista. La lengua pumase era la única permitida desde el Sur al Norte del continente. Miles de manuscritos, libros, y tablillas fueron destruidas con la finalidad de borrar el pasado de las civilizaciones que se alzaron antes del “Levantamiento del Oeste”, nombre que se le dio a las conquistas de Yanto.

A mediados del Siglo IV, un acontecimiento espantoso marca el final de esta decadente era para el inicio de una aún más terrible. Tras dos días sin sol, con la llegado del esperado amanecer, el Sumo-Rey Letra Sim “El Espanto”, asola Metaura con una maldición que mata a tres tercios de la población total de seres vivos. Según rezarían las tablillas esculpidas por los maestros historiadores del imperio, su majestad, maldijo a las razas de la tierra con la niebla arrebatadora para castigar a los infieles, a los rebeldes de los horizontes imperiales y a todo aquel que no guardara en su corazón una completa devoción a la Morada de las Madres. Se trataba de una espesa y blanquecina niebla que vagaba por Metaura quitando la vida de los infieles, y enemigos del poder sacro-real, la cual no desaparecería hasta que el último ser sobre la tierra se redimiese ante su trono de oricalco. Ocho Siglos después, ni las estrictas leyes, ni el tiempo, ni siquiera la asesina niebla han borrado por completo la memoria de lo que un día fue aquella hermosa tierra, las antiguas ciudades estado son ahora espectros de lo que fueron, por centenas se cuentan los bosques que han crecido entorno a los enclaves que acogían el culto a los dioses primigenios.

El linaje de Hatusa Sim ha crecido en poder con los siglos, su persona es adorada a la par con las diosas sirénidas, y en Sobarna, la gran sede sacra y real, permanece vigilada por la Gran Morada de las Madres, desde donde Ripa Sim, primogénito de Hatusapet Sim y nieto de Reacarto Sim, gobierna sin oponentes.

La locura del poder real ha llegado a límites terribles, decenas de razas han desaparecido atravesadas por las lanzas de los hombres del Sumo-Rey en una cruzada sacra que conduce a la extinción de todo lo que osó ser bueno, bello y libre sobre Metaura.

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⏰ Última actualización: Sep 13, 2014 ⏰

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