CAPITULO 34

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Flashback

Limpio el sudor de mi rostro con la toalla de mano después de terminar mi rutina de ejercicio. Abro la botella de agua y camino hacia las duchas, bebiendo mientras avanzo. Saludo a unas cuantas personas conocidas y luego entro en los vestuarios para sacar mi maleta y dirigirme hacia donde me dirigía.

Saco mis utensilios personales como champú y jabón, me doy mi habitual baño. Una vez libre de cualquier rastro de sudor, tomo la toalla y seco mi cuerpo, comenzando por los hombros terminando con mi cabello. Luego, elijo un par de bragas negras y las coloco, buscando entre mis cosas el vestido floreado que Víctor me regaló hace algunos meses.

Suelto la toalla de mi cabello y comienzo a peinarme. Guardo mis pertenencias una vez que he terminado con mi rutina habitual, y salgo de los vestuarios despidiéndome de las chicas con las que compartí el espacio.

Tomo un taxi y doy la dirección de mi casa. Mientras avanzamos, busco en mi bolso mi celular por si hubiera alguna llamada perdida de mi mamá o de Víctor, pero nada. Intento revisar mis redes sociales, pero el taxista me interrumpe. Pago la tarifa por los kilómetros recorridos y bajo del taxi. Saludo al portero del edificio antes de subir, pero me detengo por el delicioso aroma que proviene de la pastelería cercana, así que decido salir de nuevo antes de subir.

Observo la vitrina buscando un pastel de chocolate y un pie de limón que se ven apetitosos. Pido a la amable chica que me atiende que sean para llevar el producto para después pagar, me despido con cortesía y salgo del local.

Entro nuevamente al edificio y comienzo a subir las escaleras hacia el departamento que comparto con mi esposo. Busco las llaves en mi bolso, las introduzco en la cerradura y abro la puerta. Empiezo a dejar las cosas sobre el pequeño mesón y busco el control del aire acondicionado, pero un ruido particular llama mi atención. Frunzo el ceño, confundida.

¿Víctor habrá llegado?

Camino hacia el cuarto, pero lo que veo me hace arrepentirme. El sonido cesa y ambos me miran, sorprendidos. Mis ojos empiezan a llenarse de lágrimas, una mezcla de decepción y asco. Aunque no era la primera vez que me era infiel, lo amaba a pesar de sus errores, pero esto era demasiado, en nuestra propia cama.

Intento contener mi orgullo, que siento aplastado y destrozado. Salgo cuando Víctor intenta explicarse, pero una ira crece dentro de mí. Camino hacia el mesón y veo los postres que había comprado. Cojo uno y se lo lanzo a la cara.

-¡¿Eres un idiota?! ¡¿Me das asco?!- rompo en llanto.

-Cálmate- masculla entre dientes, agarrando mis brazos.

-¡¿Qué me calme?! ¡¿Es en serio, Víctor?! ¡Suéltame! - forcejeamos por unos minutos hasta que logro soltarme mordiendo uno de sus dedos.

Siento cómo mi cabeza gira hacia un lado por el golpe y mi mano inconscientemente se dirige hacia mi mejilla golpeada.

-No me busques- dice más tranquilo. Me quedo callada en la misma posición que hace un momento. -Tranquilízate, no es la primera vez que lo hago, y me ves - siento cómo sus pasos se alejan, y rompo en llanto.

Mátenme.

Fin del flashback

- Comprendo - aclaré mi garganta y limpié la lágrima traicionera antes de que me viera. - Pero eso no significa que debas beber - me crucé de brazos inclinada en el piso recogiendo un poco el desastre

- ¿Ahora empiezas a comportarte como mi madre? - me miró sarcástico, tambaleándose por su borrachera. Corrí hacia él y lo ayudé a sentarse, mientras intentaba marcar el número de Gabriela, quien respondió de inmediato.

Llamada telefónica

- Gabriela, por favor tráeme un café sin azúcar, bien cargado - pedí, colocando el teléfono sobre mi hombro para poder ayudar a Azael.

- Enseguida te lo llevo - respondió Gabriela.

En menos tiempo del que canta un gallo, Gabriela y Erika trajeron el café. Erika mostró una expresión sorprendida, lo cual no era sorprendente considerando la situación en la oficina de su jefe.

No era algo que se viera todos los días.

- Gracias - agradecí cuando la taza de café estuvo en mis manos, y me senté en el espacio que Azael había dejado. - Señor Britt, por favor, beba este café.

- No molestes - murmuró, arrastrando las palabras.

- Déjalo, Janine, está realmente ebrio - comentó Erika riendo, La miré con seriedad.

- ¿Qué pasa? No se ve todos los días a tu jefe así - se encogió de hombros mientras Gabriela asentía y se retiraba tras cancelar y reprogramar todas las reuniones.

Erika y yo ayudamos a sostener a Azael, tratando de contener la risa por su estado.

- Se ve bastante gracioso, ¿verdad? - mordió su labio.

- Sí - respondí, mientras daba pequeñas palmadas a Azael.

- Estoy harto de ti, Sahmira - dijo de repente, dejándome estática mientras lo escuchaba balbucear.

Sálvame: El cambio que hace el amor verdadero a alguien con corazon de HierroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora