FEMINISTA ♦ Albalia/Albay

Vino blanco

El resto del evento transcurrió normalmente. A Alba la había sorprendido el lado solidario de Natalia que participó en las subastas y logró hacerse con unas pinturas realizadas por mujeres de la fundación. Debería trabajar en los prejuicios que tenía sobre ella para que pudieran mantener una buena relación. Tampoco estaba segura de que Natalia fuera a quedarse en el movimiento feminista por mucho tiempo, pero, por las dudas, intentaría llevarse bien.

Desde que Miki las había dejado en medio del tumulto, la rubia se dedicó a admirar minuciosamente el perfil de la modelo. Le parecía que su belleza se acentuaba cada vez que elevaba el mentón en un ángulo de noventa grados. También pensó en que Natalia era imponente y atractiva como una catedral gótica con sus ojos de vitrales y sus sombras atrapantes.

La morena, que había notado la mirada cálida sobre ella, no se volteó. Por algún extraño motivo temía hacerlo.

Cuando salieron por la puerta principal, los paparazis se lanzaron sobre Natalia. Alba aprovechó para escabullirse, con la ayuda de la representante de la modelo, hasta la orilla de la calle. Natalia contestó algunas preguntas y se dejó tomar fotos antes de disculparse y escapar rodeada de guardaespaldas que empujaban a cuanto fotógrafo o reportero se les cruzaba. La rubia se compadecía de la más alta que en ese momento se encontraba forcejando con su propia seguridad para que dejaran pasar a unos fans que querían saludarla. Pensó en lo difícil que debía ser vivir así, lidiar con ese estrés. Alba era conocida, pero en otro ámbito; a veces se le acercaban algunas personas en las manifestaciones para tomarse una foto, pero lo de Natalia era otro nivel.

La esperaba a un costado, cerca de dos coches que creía que podían ser los de la morena y su seguridad. Se dio cuenta de que no estaba equivocada cuando vio a la elegante chica caminar en su dirección y dedicarle una tenue sonrisa que fue reemplazada por un ceño fruncido en cuanto miró la pantalla de su móvil. Le estaba entrando una llamada que, por su expresión, parecía importante. Se excusó unos metros antes de llegar a la activista y se apartó junto con dos tipos de seguridad para contestarla.

Después de unos minutos, en uno de los coches subieron Natalia, Alba y un guardaespaldas mientras que en el otro, que se encontraba más adelante, se trasladarían los demás agentes y su representante. La periodista no recordaba haber subido antes a un vehículo de una gama tan alta así que trató de observar detenidamente cada detalle lujoso para contarle más tarde a sus amigos que alucinarían.

La más alta parecía ausente luego de colgar la llamada y Alba lo confirmó cuando quiso captar su atención, sin éxito, dos veces. La tercera vez la sacudió suavemente del hombro.

―¿Qué te pasa? Puedes contarme si quieres. Si te arrepientes de invitarme o te surgió algo, no te preocupes, puedes decírmelo y lo dejaremos para otra ocasión ―expresó con sinceridad la rubia.

A Natalia le causó gracia ver a Alba tan alarmada y esta última rodó los ojos.

―Ya, perdón. Es que has hablado en un tono tan serio que parecías muy preocupada...

―¿Y qué tiene de gracioso eso? Apenas nos conocemos, no deberías tomarte tantas atribuciones ―Realmente intentó sonar amenazante, pero solo consiguió aumentar la risa de la morena, lo cual la enfadó―. ¡Natalia! ¡Detente o me bajo aquí!

―Es que, Alba, entiende que das mucha ternura. Excepto cuando te enfrentas al patriarcado... Ahí muestras los dientes y las garras.

―Contéstame, ¿no quieres que vayamos a cenar? ―A la periodista la invadió el alivio cuando la otra negó aún divertida por la situación de hacía un rato.

―No me puse así por lo que piensas, tonta. No suelo cenar acompañada porque tengo pocos amigos y siempre están ocupados. Me gustaría estar menos sola, ¿sabes? En fin, si los he invitado a tu amigo y a ti a cenar es porque realmente me apetece conocerlos. Lamentablemente él no pudo venir, pero aún tengo la oportunidad de conocerte más a ti.