Capítulo XXXVI

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Hoseok se encontraba en uno de los tantos salones de aquel gran palacete, suspirando al mirar por los ventanales.

Poca importancia le daba a su hermana, que trataba animar al mayor de cabello colorado recitando poesía hasta que, ya cansada, cerró el libro.

—¿Qué sucede, Yerin?— como si no supiera lo que sucedía a su alrededor, preguntó.

—Estás pensando en él, ¿no es cierto?— sentenció la menor, con una apenada mirada.

Hoseok suspiró —Nunca será posible que lo olvide.

Su hermana lo observaba con ojos entristecidos, puesto que casi compartía el dolor de su querido hermanito.

—¿Recuerdas cuando nuestro padre falleció?— preguntó la castaña, poniendo una de sus delicadas manos en la pierna de su hermano.

Hoseok recordaba vagamente esa lúgubre fecha, puesto que aun era un pequeño niño. No sabía cómo podría recordarlo su hermana Yerin, si ella tenía dos años menos que él.

—No demasiado, ¿por qué?— preguntó, arqueando una de sus perfectas cejas oscuras.

Recordaba el desfile de gente, de familiares y conocidos con sus galas de luto. Eunha, una prima de ellos, aunque menor que ambos, trataba de animar a los pequeños para evitar sus lagrimas o su tristeza.

Mientras tanto, la condesa se mantenía estóica ante todos.

—Nuestra madre, ella estaba devastada por su muerte— la castaña le aseguró.

El confundido conde la miró, extrañado, nuevamente —Tu tenías solo cinco años ¿cómo puedes saberlo?

Hoseok conocía a su madre a la perfección como para decir que ella no era del tipo que se rasgara las vestiduras a causa del dolor de perder al esposo con quien se había casado por arreglo de sus padres.

La Condesa Jung nunca había proferido un "te amo" hacia el padre de sus hijos. Y, de igual forma pocas veces hacia estos mismos.

—Nuestra madre nunca amó a nuestro padre, ¿cómo iba a estar devastada si ni siquiera se ha preocupado por mi?— con cierto resentimiento el de cabello colorado retrucó.

La condesa se había preocupado muy por encima acerca de las dolencias que a su único hijo afectaban.

—Porque es una mujer. Y las emociones de una mujer solo se expresan en privado, dado que son su mayor tesoro— con un tono que hacía sonar a sus suaves palabras rodeadas de algodón, le recordó.

Hoseok miró a su hermana en silencio un momento a través del rabillo del ojo, puesto que estaba trasversalmente frente a la castaña.

—¿De qué hablas, Yerin? ¿Eso no se aplica a los hombres?— preguntó con el mismo tono.

—Un hombre lo oculta ya que teme ser "menos hombre", en tanto, una mujer lo hace para no lastimar a los que de ella dependen— explicó Yerin con serenidad, mientras el sol que entraba por las cortinas hacía que luciera angelical.

Hoseok, intrigado, se volteó a ella con su silla de ruedas, ya que aun seguía postrado.

—Una mujer no reprime sus emociones, las guarda para la persona que se muestre digna de compartirlas con ella, o en su defecto, para si mismas— explicó la castaña, mientras le tomaba una de las manos a su hermano —. Incluso esas más estrictas o estóicas tienen sus emociones bien guardadas, y temen compartirlas.

Hoseok, entonces, entendió lo que su hermana pretendía decir, aunque no incorporaba aquella posibilidad.

—Entonces, ¿ella lo amaba?— preguntó en voz baja, aun con cierta incertidumbre.

El Affair | TaeJinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora