El Cortaleña caído

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La hija de Hipo y su hermanito caminaban cuidadosamente sobre las ramas en las cimas de los árboles. Ellos estaban seguros que los adultos no los verían debido a las hojas que cubrían las ramas, eran tantas que opacarían la luz del candil que llevaban.

Zephyr y Nuffink se movían hacia todas las direcciones posibles con esperanza de encontrar al reptil alado; sin embargo, la luz que tenían no era lo suficientemente brillante para divisar lo que había en el suelo por lo cuál solo podían esperar a que ese dragón fuera bastante grande, así sería imposible no verlo.

También tendrían que ser cuidadosos para que ningún adulto los viera; ya habían visto a Patapez varias veces y a su padre también, aunque nunca vieron a su abuela, y rogaban no hacerlo.

Ellos vieron una luz, aunque estaba algo lejos, y decidieron virar de forma contraria a dicha luz. Los niños trotaron porque así se alejarían más rápido y no habría oportunidad de que los atraparan; sin embargo, Zephyr pisó una rama equivocada y esta se deprendió del árbol haciendo que cayera. Nuffink trató de evitar esta caída jalando a su hermana de la mano pero no sirvió de mucho causando su caída también.

Los niños aterrizaron bruscamente en el suelo, aunque algunas plantas amortiguaron ligeramente su caída. El candil que llevaban se había apagado durante la caída y el vidrio de este se quebró al impactar contra el suelo. Zephyr levantó la cabeza y confirmó esto con sus ojos, después de que se acostumbraran a la oscuridad. Zephyr miró a su alrededor en busca de su hermanito menor encontrando que él también estaba confirmando algo con sus ojos.

Frente a Nuffink había una bestia hiperbólicamente enorme en comparación a los niños. Nuffink miraba con gran atención a la creatura. Su extenso torso y cuello serpenteaban mientras que a lo largo de su columna se formaba una cordillera de espinas que se extendía desde la parte trasera de su cráneo hasta el final de su cola, y desde los costados del torso nacían sus amplias alas las cuales parecían perfectas tiendas de acampar. La cara del dragón era tan alargada como para medir la mitad de lo que medía el infante, sus afilados dientes inferiores sobresalían de su boca y debajo de su mandíbula se veían unos hilos de escamas que simulaban una barba. Y, finalmente, sus ojos: aquellos ojos que relucían como el ámbar eran inconfundibles e irresistibles de ver, eran visibles hasta en aquella oscuridad de la noche. 

Los ojos se enfocaban de manera punzante sobre el pequeño Nuffink mientras que este, junto con su hermana, no podía hacer nada más que contemplar a tan magnífico animal sin movimiento alguno. Pero aquel dragón no se quedaría quieto, por lo cuál se incorporó sobre su cola como una cobra e inhaló intensamente por la boca preparándose para lanzar una gran llamarada sobre los niños. Su boca se iluminaba y los niños no podían hacer nada más que mirar lo que iba ser su fin; hasta que una figura se avalanzó sobre el niño para quitarlo de la línea de tiro del dragón.

Nuffink temblaba entre los brazos de la figura que lo rescató, sus párpados estaban cerrados pero igual fue capaz de ver una intensa luz naranja amarillenta. Zephyr pudo ver esto totalmente aterrorizada y mucho más de cerca, pero no le sucedió nada ya que no estaba en el rango del fuego, aunque sí pudo sentir una ola de calor rozar su cuerpo. Mientras el fuego salía de la boca del dragón la figura apartó a la niña del dragón. Nuffink abrió los ojos para darse cuenta que dicha figura era su padre, quien no apartaba la vista del peligro.

El dragón dejó de exhalar fuego e intercambió miradas con Hipo. Nuffink y Zephyr hacían lo mismo, pero el miedo invadía sus cuerpos. Hipo le pidió a los niños que se escondieran, con que se refugiaran detrás de un árbol era suficiente, siempre y cuando Hipo pudiera atraer toda la atención del reptil sobre sí mismo.

Astrid y Patapez salieron de entre los árboles mientras que Valka aparecía detrás de los niños, que estaban refugiados detrás de un árbol, resguardándolos entre sus brazos. Hipo caminaba despacio hacia el dragón mientras sostenía un candil en su mano; él movía ese candil en círculos alrededor suyo o de un lado a otro no solo para distraerlo sino para hacerse pasar por un dragón debido a que ellos no suelen atacarse entre sí cuando se presentan de esa manera.

El cortaleña veía el fuego del candil con atención; la situación era prácticamente hipnótica. El silencio abundaba, los únicos sonidos que se hacían presentes eran el candil balanceándose en la mano de Hipo y la cola del dragón arrastrándose lentamente de un lado a otro al igual que una serpiente. Los niños veían esta escena completamente mudos mientras abrazaban a su abuela. Ellos no sabían si sentir terror, asombro o escalofríos.

Hipo miró de reojo a Astrid y a Patapez indicándoles que deberían de acercarse al dragón. Ellos dieron unos pasos, pero éste reaccionó y se impulsó de un brinco con su cola para volar; sin embargo, el dragón no se elevó y cayó hacia otro lado del bosque pasando por encima de la cabeza de Astrid.

-¡Se escapa!-, alertó Astrid corriendo hacia el dragón.

-¡Patapez!-, llamó Hipo mientras seguía a su esposa, -¿Qué era eso?

-Veamos-, Patapez respondió jadeante mientras seguía al matrimonio líder, -A juzgar por sus características físicas, pareciera que ese dragón es un pesadilla monstruosa, pero no le vi patas, así que creo que es un cortaleña.

Hipo acató esto agradeciéndole a su amigo y fue en busca de ese dragón. Los niños veían a su padre irse, pero la curiosidad no les permitía quedarse quietos; -¡Papá!-, gritó el pequeño Nuffink zafándose de los brazos de su abuela.

-¡Nuffink espera!-, exclamó Zephyr mientras seguía a su hermano.

Valka corrió tras ellos con el objetivo de protegerlos de cualquier desastre que estuviese por ocurrir.

HTTYD/CEATD: Dragones y HumanosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora