Capitulo 9

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--Treinta y seis—digo mientras me llevó una uva a la boca—treinta y siete.

—Emilia ¿Pordrías dejar de contar tu comida? Tengo suficiente con eso de factorizar y toda la bobería que aprendimos hoy—expresa Jesica algo fastidiada.

Me encuentro en el sofá de la habitación comiendo unas uvas que robe del cuarto de alimentos mientras Jesica se dedica a editar un vídeo, estoy por comerme mi uva número treinta y ocho pero la puerta se abre dejando entrar a una Antonia bastante apresurada.

—Emilia necesito que...

—Ulises fué a visitar a su mamá porque esta enferma, por si eso es lo que querías saber—digo interrumpiendola.

—No es sobre Ulises—dice cruzandose de brazos—es de Claudio.

La mención de ese nombre me pone en alerta.

—¿Qué ocurre con él?

—Esta demasiado agresivo conmigo y con todos, hace un rato quice hablar con él pero me echó de una forma muy grosera.

—Bueno entiende el porque te trata así, es tu mejor amigo y lo estas dejando a un lado por tu novio.

—Me echó de su cuarto cuando un tipo le entregó un sobre extraño del que sacó unas pastillas—eso me pone a imaginar mil cosas, me siento en el sofá dejándole espacio para que ella se siente tambien.

—¿Qué pastillas?—preguntó preocupada. Espero que no sea lo que estoy pensando.

—Dijo que eran para el estrés—eso hace que sienta más alivio.

—No veo el problema de que tome pastillas para el estrés, ho tambien lo hago—ella observa a Jesica y luego regresa su mirada a mi y se acerca para contarme una especie de secreto.

—Estuve averiguando sobre el sujeto de las pastillas y alguien me comentó que muchos lo señalaban como repartidor de drogas pero que nadie lo reportaba por miedo a que les pase algo—Abro mi boca totalmente sorprendida, Claudio no parece ser ese tipo de chicos.

—Ve-veré si puedo hablar con él sobre el tema—Me pongo de pie y salgo en su búsqueda.

Por favor Claudio, eres mejor que eso.

Luego de buscarlo por medio instituto y en su habitación, lo encuentro en una de las áreas verdes alejadas, esta sentado mirando a la nada, trató de hacer el menos ruido posible para que no me note.

—Sé que estas ahí Emilia.

-¿Cómo?

—Tu aroma a coco es inconfundible.—Me siento a su lado y el continúa sin mirarme, el pequeño detalle de que reconoz mi aroma hace que mi lado enamorada haga un baile de la victoria, en mi mente claro.

—¿Qué haces aqui?—él se voltea y me vé fijamente, sus ojos están rojos y armo dos teorías: ha estado llorando o... se fumado un porro. No sé cuál de las dos opciones me desagrada más, deja de verme para recostarse por completo en el césped, yo hago lo mismo que él, esperando a que diga algo.

—¿No te pasa que por mucho que te esfuerzas por hacer las cosas bien nunca es suficiente?

—Muchas veces ¿Por qué lo dices?

—Cuándo tenía diez años recuerdo que había un evento para celebrar el día del padre en la escuela, tenía preparada una poesía para papá, mi madre y yo habíamos ido por un obsequio—él sonríe con melancolía recordando—escogí una corbata que tenía muchos dinosaurios—ríe y yo hago lo mismo.

>>Era horrible, pero estaba seguro de que él la usaría por que eso me haría feliz, porque nos haría felices a ambos, ensaye la poesía un millón de veces porque sé lo perfeccionista que es.

—Supongo que lo hiciste increible.

—Eso dijo mamá.

—¿A tú padre no le gusto?

—Ni siquiera se presentó—dice con muchísima tristeza en su voz, estoy por decir algo pero el habla de nuevo.

—Y así fue en cada cosa importante en mi vida, mis cambios de curso, mi primera comunión, mis cumpleaños—Veo como arrastra una pequeña libreta que nisiquiera había notado que estaba aquí. De ella saca una fotografía y me la muestra. La imagen es algo vieja, en ella están un hombre que asumo es su papá, también dos niñas pequeñas y un niño que se parecen mucho a él.

—Diez de junio del 2004 —dice él, con la mirada fija en e cielo y me doy cuenta de que se trata de la fecha que esta en una esquina de la fotografía—mi cumpleaños número cuatro, papá no apareció por motivos de trabajo.

—Pero la foto...

—Es él con sus hijos—estoy bastante confundida y además estoy llegando a la conclusión de que este chico si se ha fumado un porro.

—¿Tus hermanos?

—Si, pero no sabía de su existencia hasta esta mañana que alguien me envió esto.—Me pasa un bulto de fotografías, todas son de el padre de Claudio con dos niñas, otras con un niño, Luego aparecen más grandes.

—No se que decir...

—Todo este tiempo mi padre no estuvo para mí, mucho menos para mis hermanos porque estaba demasiado ocupado atendiendo a su otra familia mientras mi madre lo excusaba dejándolo como el padre más trabajador frente a nosotros—un par de lágrimas ruedan por sus mejillas- entonces me pregunto ¿Tan poca cosa soy?

—¿Qué!? No, no, no digas eso.

—y entonces ¿por qué no fuimos suficientes para él? ¡¿POR QUÉ NO FUI SUFICIENTE PARA ÉL?!—grita mientras más lágrimas ruedan por sus mejillas, se sienta y yo lo imitó, luego me acerco a él para poder abrazarlo, él llora como si fuese un niño pequeño y me duele muchicimo.

—Vas a poder con esto—le susurro.

—No sé como, yo... ¿Cómo se supone que le diré a mi hermano pequeño que papá casi nunca ésta porque tiene otros hijos que son más importantes para él?

—No sabemos como son las cosas realmente -- él se separa de mí y me vé molesto por lo que acabo de decir—Me refiero a que debes hablar con él.

—Una imagen vale más que mil palabras ¿no? Resulta que tengo muchas que hablan por si sola, no voy a sentarme mié tras él va y viene jugando con mi madre y con nosotros...

—¡Claudio!—ambos nos giramos par ver de donde proviene la voz, Antonia se dirige hacia nosotros, Claudio me vé unos según vos y luego habla.

—Gracias por escucharme Emilia pero en este momento sólo hay una persona que me hara sentir mejor—es lo último que dice para salir al encuentro de Antonia y abrazarla repentinamente.

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No sé si sentirme mal por Claudio o por Emilia. Pasen un lindo día ❤️

ClauMilia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora