Carolina se subió a la camioneta, de antemano sabía lo que había de ocurrir.
-Hola, ¿Cómo has estado?
-No nos vemos en meses y ¿cómo has estado? es lo único que se te ocurre decir. Pensé que tenías ganas de verme. – Dijo Roberta, algo molesta por lo casual de la pregunta.
-Relájate, claro que tenía ganas de verte. Se te ocurre hablarme ayer para verme hoy, no es necesario que te diga que he hecho un espacio en mi agenda para verte, así que solo responde de buen modo o me bajo – dijo Carolina, mientras que con la mano izquierda sujeta con fuerza su mochila y agarra la manija en ademan de abrirla.
La molestia de Roberta es evidente en sus ojos. Hasta las venas del cuello se le han hinchado.
-De acuerdo, tú ganas; estoy bien.
En el fondo solo les interesa saber lo necesario.
- ¿Nos vamos?- pregunta Carolina mientras pasa su mochila al asiento trasero.
- Claro – responde pisando el freno y el botón de encendido, hizo ignición la camioneta y metió el cambio de velocidad. Se alejaron de la banqueta. Ya eran las 6:00 de la mañana. La humedad se había condensado en los postes de metal que llevan electricidad a la colonia donde ella vive.
Con la camioneta en marcha continuaron platicando de trivialidades, acerca de los días previos al accidente, el regreso al trabajo. Repentinamente comenzó a llover, los limpiadores paseaban recorriendo repetida y monótonamente el parabrisas. Carolina se encogió un poco a causa del frío; viene ligera de ropa.
-Achú.
-Salud.
Carolina echó una a Roberta y tras pensarlo uso instantes dijo:
- No me paso por la cabeza que llovería el día de hoy.
- Si quieres, toma mi chamarra del asiento de atrás.
Sin dudarlo giró el cuerpo y se estiró para alcanzarla.
- Gracias, estoy súper fría, mira – Le dijo, con pretexto de tomar su mano, y suavemente la colocó sobre su brazo.
- Si necesitas quitarte el frío de las piernas te puedo prestar un suéter.- continuó Roberta, al notar que estaba helada.
- Gracias, si lo necesito te digo.
- ¿Segura?- insistió.
- Segura, mira – y nuevamente tomó su mano para ahora situarla sobre su muslo – están tibias. Estoy bien por ahora, con la chamarra basta.
Por el carril opuesto, el tráfico a vuelta de rueda y se extiende hasta donde se alcanza ver.
- ¿Me extrañas? – preguntó Carolina.
- A veces – mintió, la extrañaba siempre.
Carolina se acercó y le dio un beso en la mejilla - Gracias por la Chamarra, ¿Me prestas el suéter? Creo que ahora sí lo necesito.
- ¿Mi mano no te calentó?
- ¡Cállate! Si por eso estoy temblando.
- Abre la maleta que esta atrás de mi asiento y del cierre más grande la puedes sacar.
- Gracias.
Aún les faltaba largo camino por recorrer así que continuaron con la plática casual. Platicaban ahora acerca del canal de youtube que ella tenía. Mientras Roberta trazaba círculos sobre los muslos de Carolina. La calidez pareció agradarle. Y así fue avanzando milímetro a milímetro para acercarse más a su destino. En respuesta ella elevó ligeramente la pierna invitándola a aproximarse.