Diecisiete: Pasado. Secretos. ¿Verdad?

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Ahora, Riku estaba a nada de cumplir los trece años de edad, y no mucho después llegaría el cumpleaños número doce de Sora.

―Hey, Riku. ― llamó Sora, sacando a un albino de sus pensamientos.

Ambos estaban sentados en la rama de un árbol, no muy alta, por supuesto.

―¿Sí? ― su voz salió algo ronca, solo se aclaró la garganta antes de volver a hablar. ―¿Qué pasa?―

―Eh, ¿estás enfermo? ― inclinó la cabeza, curioso, a lo que el otro solo soltó una pequeña risa.

―No, no, mi voz está cambiando, es todo. ―

―¿Hum?―

―Nuestras voces van a cambiar mientras crezcamos, sabes. Pronto cumpliré trece, es normal.― miró como su amigo mostraba algo de asombro, nuevamente, le hizo reír. ―Tu voz sigue siendo aguda y suave, digna de un niño chiquito. ―

Esta vez, Sora hizo un puchero, provocando que Riku soltara una carcajada.

―¡Solo eres mayor que yo por un año! No seas presumido. ― ¿Eso era ser presumido siquiera?

―Quizás más, realmente no sabemos qué edad tienes en verdad.―

Nuevamente, solo recibió un puchero en respuesta, esta vez negó con la cabeza, sonriendo.

―Ya, ya, no te enojes Sora. ― aunque quería sonar calmado, seguía riendo de forma leve. ―De todas formas, no puedo imaginarte con una voz más grave aún, así que está bien así, cambiará cuando sea necesario.―

―Hum... supongo que tienes razón...― se calma bastante rápido...

―En fin, ¿ibas a decirme algo?―

―¡Ah!― se le había olvidado... ―Es cierto, los doctores quieren que vayamos a verlos... en realidad dijo que vaya yo pero... si querías podías venir también.―

―Te acompañaré, no vaya a ser que te quieren vacunar y vayas a salir corriendo.― escuchó un chillido de su amigo, que nuevamente le hizo reír con fuerza.

~♡~

Por su parte, una pareja, ambos médicos, estaban nerviosos mientras esperaban al par de niños a los cuales habían llamado.

―¿Estás seguro de que quieres decirles cariño? No sabemos como van a reaccionar... No sabemos como Sora va a reaccionar...― una mujer sujetaba la mano de su marido.

―No quiero seguir ocultándole cosas... no más.― sujetó con mayor fuerza la mano de su amada.

Ellos los sabían... Hace años, incluso antes de que el albino quedara huérfano, la hermana estaba enferma, una enfermedad que nadie podía curar.

Ellos insistieron en que no cuidara de Riku... en ese entonces no le debían ni siquiera quedar más de tres meses de vida... temían por como ese niño reaccionaría al perder a alguien por segunda vez en tan poco tiempo.

Pero ella vivió, con voluntad, no solo tres meses, ni siquiera tres años... sino que fueron seis, se atrevió a cuidar a dos niños a pesar de su condición.

Quisieron decirles a esos pequeños la realidad, que su abuela no estaría mucho con ellos ya... pero simplemente, no pudieron.

Y ahora, otro secreto más, que ya no querían guardarse, no querían ocultar nada más.

~♡~

Cuando los niños llegaron, la pareja se miró un poco inquieta y los invitaron a pasar.

―Sora... ― habló el hombre, suspirando de forma leve. ―Tenemos... que contarte algo.―

Los pequeños se miraron, y el castaño se recostó en la mesa, estirando sus brazos en ésta.

―¿Qué sucede? ― cuestionó, más curioso que preocupado.

La mujer le extendió una pequeña nota, el infante la sujetó y a la par notó la forma en la que ella temblaba.

―¿Qué es?― esta vez habló el albino, acercándose a la nota.

―Esta nota... la traías cuando llegaste al pueblo, Sora... ―

Una vez más, se miraron y se pusieron a analizar la nota.

―No entiendo nada.― Riku habló, frunciendo un poco el seño.

―Yo sí. ― afirmó Sora, sin entender cómo era que su mejor amigo no podía leerlo, para él estaba claro.

―Leéla, Sora.― pidió la mujer.

Solo asintió y comenzó a leer la hoja, que a vista de cualquiera, eran garabatos extraños.

Recuerda, Sora, eres mucho más de lo que pareces, tienes un destino marcado, el cual estoy seguro encontrarás una vez más, si decides seguirlo o no, es tu decisión y de nadie más.
Lamento todo lo que te hicimos, me gustaría decir que la disculpa es por parte de todos... pero sé que no es así, ellos son malos, y aunque yo también lo soy, tú conseguiste salvar un poco de mí, con ese don tuyo para conectar con otros, no sé como es que lo hiciste, pero no puedo permitir que alguien como tú siga aquí, y termine...
Lo siento, y gracias pequeño.
Adiós.

Solo detuvo su lectura, apretando un poco la nota entre sus manos.

―Esos garabatos... no, esa escritura... pertenece a un grupo de mercenarios, el más horrible que puedas encontrar en todo este lugar...― habló el doctor.

―¿Te refieres a todo el Reino?― preguntó Riku.

―No, no solo este Reino... Todos los Reinos. Ellos... no son mercenarios normales... hacen... todo tipo de encargos. ―

Sora no levantó la mirada, ya sabía lo que venía.

―Sora... el hecho de que sepas leerlo... lo que dice ahí... ― la mujer dudó si continuar.

―Yo... estoy relacionado de alguna forma con este grupo, ¿no?― levantó la mirada, tragando un poco de saliva.

―No sabemos cómo, pero... es probable que seas hijo de un pareja de ahí, y quizá sea alguno de tus padres el que escribió esto... o... ―

―No fueron mis padres. ― esta vez, estaba tranquilo. ―Yo he soñado con ellos, aunque no recuerdo sus rostros... no hablaría como si fuera solo una persona.―

Esta vez, la pareja se miraron entre sí, y asintieron sin decirse nada.

―Entonces quedan dos teorías, Sora. ― éste asintió, dispuesto a escuchar.

―La primera es que, tus padres formaban parte del grupo, pero quizá algo ocurrió y te separaste de ellos, entonces alguien más, y probablemente quién te enseñó a leer esto, de alguna forma te mandó aquí para separarte de ese grupo donde nada bueno puede salir.―

―O bien... ― la mujer tragó saliva.―Eras mercancía.―

Esto hizo que el niño castaño se pusiera pálido, de inmediato su mejor amigo lo dejó apoyarse contra él.

Tuvieron que detener la conversación.

Un corazón perdido.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora