Manzanar

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La vida de Shindou de por sí ya era difícil. Ser de raíces extranjeras en una tierra tan inclemente como Estados Unidos era una prueba para su paciencia. Vivían en Seattle desde hacía sólo dos generaciones, pero para sus padres aquello era su hogar.

Siempre había tenido que luchar contra esa sensación de no pertenecer allí a la vez que resistía los comentarios racistas de sus compañeros de colegio. Había crecido creyendo en la tierra de la libertad y las oportunidades y había descubierto que no era tal como pensó en su momento.

Pero todo eso era aceptable. Lo aceptaba porque no tenía más remedio, porque la familia y algunos amigos le apoyaban.

Entonces llegaron las noticias de lo que estaba haciendo su país en China. No era una simple invasión, era una masacre. La familia de Shindou recuperó sus apellidos de origen italiano y se mudaron más al sur, en la ciudad de San Francisco. Allí era Riccardo di Rigo y su familia consiguió que pasaran por alto aquella mezcla de rasgos europeos y orientales. El chico cumplió los dieciocho años allí y había podido reconstruir su vida.

Hasta que las noticias anunciaron el ataque japonés sobre Pearl Harbor en diciembre de 1941.

Cada persona con mínimos rasgos asiáticos estaba bajo sospecha. Shindou siempre le preguntaba a su padre si aunque fueran estadounidenses desde hacía años, había la posibilidad de que cargaran con la vergüenza de los japoneses y fueran castigados.

—Quiero creer que harán lo correcto —siempre contestaba.

San Francisco era ligeramente más clemente que otros sitios donde habían vivido. Al presentarse como italiano, gran parte de sus vecinos sólo le miraban con algo de recelo (pues obviamente también era un enemigo de la democracia en ese momento) pero le aceptaban porque Shindou y su familia eran buenos trabajadores.

Sin embargo, hacia finales de marzo del año 1942, el gobierno del país, en su histeria, ya había creado un área de exclusión a lo largo de toda la costa oeste, con la orden específica de que todo japonés que viviera en ella tenía que coger unas pocas de sus pertenencias e ir a unos puntos específicos (que en San Francisco era básicamente un centro de reunión al sur de la ciudad) para dar parte de sus orígenes, y que no esperaran volver a sus casas.

Por la mente de Shindou aparecían recuerdos con cierta burla mezclada con miedo sobre que en Los Ángeles había cundido el pánico una vez y, a raíz de unos disparos, los cañones y antiaéreos gastaron casi 1500 unidades de munición por nada. También había oído intentos de descubrir sabotajes que no existían o posibles rebeliones de las que el FBI no encontraba ni rastro. El gobierno central no tenía idea de lo pocos que eran en realidad como etnia. Y Shindou ni siquiera era del todo japonés, pues su madre tenía padre italiano.

Todo aquello dio igual cuando se presentaron delante de un administrador vestido de militar en el centro de reunión.

—Identificación.

—Somos la familia Di Rigo —se presentó su padre, dándole los papeles al militar—. Se nos ha convocado aquí por error, nosotros somos estadounidenses.

—Por desgracia el gobierno no piensa lo mismo, y yo tengo que hacer mi trabajo —contestó sin rastro de emoción. Parecía haber repetido aquella frase centenares de veces—. Hacia allí, por favor.

Indicó una larga cola, que seguía fuera del edificio por un lateral. Había unos camiones al otro lado de esa cola. Shindou tuvo que hacerse a la idea de que iban a viajar en uno de esos.

—Todo va a salir bien —dijo su padre, al ver lo mismo.

—No, nada va a salir bien. Nada está saliendo bien desde hace mucho tiempo.

Manzanar [Shindou x Kirino / Tenma x Hikaru]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora