Si preguntas a diferentes personas como sería una vida perfecta, probablemente te encontrarias con respuestas muy similares.
Una casa pagada en un vecindario seguro, un buen trabajo, tal vez alguna mascota de por medio y familia y amigos a tu alrededor que te quieran.
Sí, probablemente esa sea la respuesta que encuentres. Al parecer, según algunos, sin alguna de esas cosas no podrías ser feliz, y tu vida perfecta podía desaparecer.
Pero, viendo esto, hay personas que se sorprenderían. Es decir, ¿cómo puede haber gente que piense que sin todas esas cosas la vida era un asco?
Bang Chan, de 22 años de edad, se preguntaba eso.
Él era feliz, y no tenía ninguna de esas cosas.
No tenía un buen trabajo, sino uno que apenas le daba para pagarse su pequeño apartamente, el cual estaba en una zona no muy segura de Seúl.
Tampoco tenía mascota, a pesar de lo mucho que le gustaban los animales. El dinero apenas le daba para comer, como para encima tener que gastar parte de este en comida de perro.
¿Amigos y familia? Se había mudado desde Australia hacía apenas un año. Su familia estaba a miles de kilómetros de distancia. Respecto a sus amigos, realmente apenas tenía dos, llamados Kim Seungmin y Seo Changbin. Ambos habían sido muy amables con él al mudarse a su mismo edificio, haciendo que, al tener edades similares, una amistad comenzara a florecer entre los tres chicos.
Así que, rememorando, la vida de Chan no era perfecta. Ni mucho menos. Pero, entonces, ¿por qué sentía su vida como tal?
La respuesta iba acompañada de un nombre y un apellido. Hwang Hyunjin, para ser más específicos.
Se conocieron unos pocos días después de que el menor llegara a Corea. Era invierno y estaba lloviendo. Chan paseaba por las calles buscando un lugar donde resguardarse de la intensa lluvia de ese momento ya que se había perdido al no estar familiarizado con la zona. Justo cuando pasaba por delante de una pequeña cafeteria, una voz le obligó a girarse, encontrandose con unos hermosos ojos oscuros.
—Hey, chico. Vas a congelarte ahí fuera —Al tiempo que hablaba, Chan se fijó en la perfección de su rostro—. ¿Por qué no pasas hasta que se calme el tiempo un poco?
Decir que el mayor no estaba deseoso por pasar allí dentro y charlar con el amable desconocido sería mentir.
Así que, sí, esa tarde Bang Chan conoció a Hwang Hyunjin. El menor se disculpó por no haberle llamado hyung cuando se enteró de su edad, pero el otro le restó inportancia bromeando con que su estatura no ayudaba en eso.
Tras esas horas en la cafeteria, comenzaron a verse más seguido. Se conocieron, y Chan no podía hacer otra cosa que caer por todas las cosas hermosas que podían definir a una obra de arte como lo era Hyunjin.
Y, sorprensivamente, el menor se sentía igual. Chan fue una luz que iluminó su vida más fuerte de lo que lo haría la más potente de las linternas.
Casi un año después, Chan se encontraba pensando en eso. En como la sociedad vería su vida.
Para ellos, la vida que tenía era la perfecta definición de vida imperfecta.
A pesar de eso, Chan no cambiaría nada de esta, porque él tenía algo que muchas personas consideraban innecesario, pero que él consideraba indispensable.
Él tenía a Hwang Hyunjin en su vida, y eso valía mucho más que buenos trabajos y casas grandes.
Él amaba su imperfecta vida, sobretodo la manera en la que estaban ahora, con su cabeza recostada en el pecho de su novio y una manta cubriendolos a los dos, mientras observaban la lluvia a través de la ventana.
—¿Qué tanto piensas hyung? —murmuró Hyunjin en su oído.
—En todo esto —El mayor hizo un gesto vago, señalando a su alrededor—. ¿Sabes? No lo cambiaría por nada del mundo.
Porque, sí, Chan podía considerarse la persona más afortunada del mundo mientras se acurrucaba un poco más en el costado del menor, sobretodo sintiendo como los brazos de Hyunjin le apretaban la cintura.
Él amaba su imperfecta vida.
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