Estaba nerviosa. Era la primera vez que haría un viaje tan largo ella sola. Volvía de Miami tras finalizar su gira promocional por América, y en último momento, el overbooking hizo que Ágata no la pudiera acompañar:
F- Da igual, ve tú sola y yo viajaré en el próximo avión.
Am- No hago un viaje de ocho horas sola ni de coña. Iremos las dos en el próximo.
F- No puede ser, el siguiente avión hacia Madrid con dos plazas libres sale mañana, y tienes una reunión con la discográfica mañana a las diez para hablar de los resultados de tu gira promocional. En cambio, en el siguiente avión hay una plaza libre, solamente tendré que esperar dos horitas.
Am- Bueno, si no hay otra opción, habrá que ir sola.
F-No lo digas con esa cara de angustia, ¡empieza a superar tu fobia de una vez! – dijo en broma.
Am- Lo que usted diga, coronela – le respondió con una sonrisa.
Se dieron dos besos, un cálido abrazo y se despidieron. Entró en el avión, busco su asiento y se colocó. Le dio rabia que le tocara en pasillo, ya que viajaba sola, al menos podría entretenerse si le hubieran dado un asiento en ventana. Se intentaba entretener leyendo un periódico sentada en su puesto mientras a éste llegaban más pasajeros.
De repente, encontró un artículo en él que aparecía ella: Amaia concluye su gira promocional. Lo leyó y empezó a hacer balance de su gira, para ella había sido muy positivo, recordó las entrevistas, los programas a los que había acudido, los encuentros con los fans, ...
El periódico la tapaba la cara y ella, metida en su mundo, no se dio cuenta de quién se sentaba a su lado hasta que percibió su olor:
P- Perdone, ¿me deja pasar? – preguntó la voz afónica del pasajero que se iba a sentar a su lado, en el asiento con ventanilla.
Am- Si claro -y apartó un poco sus piernas sin quitarse el periódico-. Un momento...este olor... no me puede pasar esto a mí –pensó para si misma mientras miraba de reojo a la persona que se había sentado a su lado –. No puede ser, ¿qué hace éste imbécil aquí? ¿Por qué me pasan a mí estas cosas? ¿Qué he hecho yo para merecer esto? – se le pasaron por la cabeza mil preguntas más de este tipo adornadas con varios tacos mientras llamaba (educadamente) a una azafata.
A- ¿Qué le apetece?
Am- Descubriendo su rostro tras apartarse el periódico- ¿No cabría la posibilidad de cambiar de asiento?
A- No señorita, no se nos permite hacer esto, disculpe las molestias.
Am- Gracias, discúlpeme usted.
El pasajero de al lado llevaba un semblante triste, desde que se sentó no hacía más que mirar por la ventana, como intentando evadirse y escuchar música por su i-Pod, por eso no se dio cuenta de quién era la que se sentaba a su lado. Mientras, Amaia iba de pasajero en pasajero preguntando si le podrían cambiar el asiento: pero nadie quiso cumplir su petición, ya que si no eran parejas, era alguien que no quería un asiento en pasillo, o alguien con demasiado orgullo como para hacer eso. Así que mientras se dirigía al lugar donde estaban los viajeros de clase turista (por cuestiones de discográfica iba en primera clase), una azafata la pidió que se sentara, pues el avión había cerrado sus puertas e iba a despegar. Amaia se sentó, se abrochó el cinturón, fue entonces cuando él la vio.
Sin tiempo para que el pasajero de al lado pudiera reaccionar, la azafata empezó a ponerse nerviosa y a llorar. Sin poder articular palabra, estiró su mano con un papel y un boli, él lo cogió y le firmo un autógrafo Para una mujer de altos vuelos, Alfred García, se lo entregó, ella lo leyó, le dio las gracias y en un tono muy profesional le pidió al pasajero de al lado que por favor desconectara su aparato musical.