My little room 014: Dead-end Road

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Chilló y chilló hasta quedarse sin fuerzas.  

Parecía querer arrancarse las cuerdas de los berridos que escapaban una y otra vez de ellas. Estaba tirando de aquellas fuertes, tenaces cadenas largas de acero que le mantenían sujeto y parcialmente inmovilizado. Tiraba y tiraba, hasta lograr que sus huesos se desencajasen de forma violenta. Lograría arrancarse las manos antes de romperlas, pero no le importaba lo más mínimo. 

Solo ansiaba una libertad que ese frío lugar no le otorgaría jamás.

"Destrúyelos" eran violentas las voces que nacían en su cabeza. 

Quería, ansiaba obedecer pero, ¿cómo iba a hacerlo si era incapaz, siquiera, de liberarse de las cadenas que le mantenían sujeto y retenían sus muñecas? Ni tan solo estaba sintiendo el dolor aun cuando la sangre circulaba por su piel; incluso si estaba desgarrando su garganta de tan fuerte que gritaba y gritaba. Al final, solo acabó resbalando para acabar precipitándose al suelo de semejante lúgubre y siniestra habitación, para acabar encogido cual niño asustado, en ese desolado lugar.

Cerré el diario. Quizá no era exacto del todo, pero estaba seguro que la realidad ficticia que encerraba a ese paciente, sus alucinaciones, se parecían bastante a lo que había narrado en ese folio y que estaba basado nada más y nada menos que en sus actos, en sus gestos, en lo que me había explicado una y otra vez.

Sus rojizos e hinchados ojos por el llanto estaban reflejando una realidad ficticia que él, ni por asomo, interpretaba como tal. Seguía batallando contra los grilletes que le mantenían preso, esos grilletes que solo veía él, de los que se defendía de forma vehemente y sin descanso. 

Con el paso de las horas quiso jurar que aquellas paredes se habían movido desde que ingresara en esa habitación. 

Lo decía, lo dijo mil veces, que tarde o temprano aquellas le aprisionarían entre sus muros hasta quebrarle todos y cada uno de los huesos, hasta disfrutar de verle morir. 

Y allí estaba, temblando y con sus dientes castañeando de puro terror.

-Solo... quiero... morir -susurró.

¿Por qué no hacerle caso? ¿Está bien hacer a alguien vivir cuando está condenado a hacerlo en la mera desgracia, sin hallar cura? Me lo había dicho mil veces, con sus ojos tan rojos que me aterraban (sin saber si se debía al llanto o a los fármacos suministrados) tal y como en ese momento. ¡Él quería morir! Y tampoco era como si tuviese motivos para seguir con vida.

Ese paciente, Lee Ho Seok, me había trastocado completamente. Él ansiaba ese lugar de paz que, creía, no hallaría más que en la muerte, ¿tenía derecho a impedírselo?

Me di cuenta que no se trataba de él, se trataba de mí.

Entre tanta locura suya ¿era posible que viese mi desesperación reflejada en esos ojos?

Sentía miedo de terminar por transformarme en algo semejante. Quizá lástima, una terrible y enorme lástima; esa que, cuando ves algo injusto, te incita a actuar. No obstante, ¿la situación de Ho Seok era injusta?

Jadeó y, pronto, llevó sus manos hasta sus brazos y, sin previo aviso, clavó sus uñas en su piel para empezar a arañarse con violencia.

Era mecánico: la taquicardia, su respiración agitada y las lágrimas que se deslizaban por sus mejillas sin ningún tipo de descanso y sin intenciones de detenerse. 

Yo me levanté de forma automática, dispuesto a detenerle, casi ignorando que había un cristal blindado entre él y yo porque era demasiado peligroso colocarnos en la misma sala.

Gloomy April » MONSTA X. Short Stories.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora