En una extraña montaña llamada Monte Ebott, una mujer con un niño en brazos estaba escapando de una manada de lobos, corría hacia lo mas alto de la montaña hasta que encontró un enorme barranco como la boca de un volcán inactivo. No había escapatoria, la joven solo trataba de consolar al pequeño, taeareaba una bella melodía, pero uno de los lobos se lanzó hacia ella y la hizo retroceder, lo cual la hizo caer al abismo. Muchos cuentan que cuando subes a la cima del Monte Ebott jamás vuelves.
Al final, en lo mas profundo de ese abismo, se ve una mujer destrozada en un campo de bellas flores amarillas, mismas que se veían manchadas por un rojo carmesí intenso, al fondo, se podían ver unos ojos blancos, brillantes, los cuales se acercaban cada vez mas a la escena. Al parecer el individuo que se veía curioseando, se percató que la mujer llevaba un bulto pequeño. De la oscuridad, asoma su mano para recojer lo que aparentemente se movía, hace a un lado la manta y descubre a un hermoso bebé, estaba algo delgado, se notaba que llevaba dias sin comer pero... Esa extraña mirada se lleno de lagrimas... Como si pudiera sentir el dolor y la tristeza del bebé, como si se conectaran sus almas... De las sombras se ve que se quita parte de su ropaje, una chaqueta azul con pelaje blanco, tibia como una chimenea encendida en invierno, envolvió al pequeño, se asomó a la luz y se pudo divisar lo que parecía ser un individuo de estatura pequeña pero rostro inusualmente blanco, sin piel pero expresando siempre una sonrisa.
—Hey pequeño— Se dirigió al niño con una voz suave, sin esperar que le respondiera. —¿Cuánto tiempo tienes en este lugar? Te puedo apostar que mucho.— Entonces lo miró de forma serena pero manteniendo esa sonrisa. —Parece ser que lloras, pero no emites sonido alguno...— Hizo una breve pausa como esperando una respuesta. —Creo que no puedes hablar, verdad? Pero no te preocupes pequeño, yo te cuidaré y te protegeré de cualquier amenaza que vea.— Le seguía hablando, totalmente consciente de que el niño podia escucharle, pero no contestarle. —Se que a mi amigo le encantará tener a quien cuidar, tu mereces mas los cuidados del Increíble Papyrus, que una mascota.—
Sonrió y asintió con la cabeza mientras notaba que el pequeño ya estaba dormido. Comenzó a caminar, entre la oscuridad, a lo lejos se veía una luz, un lugar lleno de escombros, como un castillo viejo, entra, camina a lo largo de un pasillo hasta llegar a una puerta con un extraño símbolo, la abre haciendo fuerza sobre ella hasta lograr abrirla. Se siente una fuerte brisa helada, que cingelaba hasta los huesos, el o ella camimaba por la tormenta, un lugar lleno de nieve, tan blanco como el vacío. Ya no pudo seguir caminando, el frio era demasiado, solo callo al suelo, donde empezó a escuchar algo...
—Moolther Mooolteher...—Entonces, solamente cerro sus ojos...