5. Sólo cuando confíes en mí.

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Capítulo 5.
Sólo cuando confíes en mí.

No pegué el ojo en toda la noche, no pude siquiera pensar en dormir; sólo pensaba en ella, en Jessica. Fernando me juro que era ella, incluso me mostró una foto, se veía diferente, más madura.

Debe tener algunos diecinueve... ¡Carajo! No me la imagino de parte de Alex, no me la imagino con él sabiendo lo que me hizo, lo que nos hizo. Hago esto por ella, hago esto por lo que nos pasó y saber que está con él, me mata, me llena de ira, tanta que quiero gritar. Es difícil de creer, yo la vi, yo la busqué y no hallé nada...

—Damián, el auto nos espera —escucho la voz de Fernando tras la puerta.

—Enseguida salgo —me termino de calzar las botas y salgo mientras guardo mi arma en la cintura. Fernando se tensa.

—¿Por qué llevas el arma? — pregunta siguiéndome por las escaleras. Yo me detengo.

—No te preocupes, no pienso matarla, aunque esté con Alex. No creo poder matarla.

Bajo las escaleras y salgo de la casa. Rápidamente me subo al auto, Fernando lo hace tras de mí y éste arranca.

—¿Estás seguro que quieres esto? ¿Estás seguro que quieres verla? Damián, es una universidad, no puedes... sólo no hagas nada malo.

No le contesto. ¡Claro que quiero verla! ¡Quiero que me explique qué carajos pasó! ¡Quiero que me dé la cara! ¡Quiero que me abrace! ¡Quiero que me bese! Quiero que me diga si aún me ama tanto como yo la amo a ella...

Los minutos se me hacen eternos hasta que el auto da la vuelta, mostrándome al instante una universidad gigante, ni siquiera me molesto en ver su nombre. Está llena de estudiantes por todas partes. La camioneta se detiene y yo no pierdo el tiempo y bajo. Observo a mí al rededor y veo un campus hermoso, soleado y hermoso.

Fernando se baja rápidamente y me sostiene el hombro.

—Tienes que calmarte, Damián. Está claro que no podemos entrar, tal vez corramos con la suerte de verla por aquí, tiene un auto...

—Rojo —termino por él.

La veo como si de una cámara lenta se tratase. Está hermosa, más hermosa de cómo la recordaba. Su cuerpo delgado ahora está un poco más definido, su cabello castaño está más largo y su sonrisa... su sonrisa es perfecta. Cierra la puerta del conductor del auto de lujo y con mochila al hombro se encamina hacia adentro. No pierdo el tiempo y corro hacia ella, corro como nunca sin importar que Fernando me llama sin parar.

Me detengo en seco cuando veo a alguien bajarse del otro lado; un chico, alto y robusto. ¿Quién carajos es él?

—¡Jess! —la llamo, pero ella no parece inmutarse —, ¡Jessica! ¡Jessica! —el chico es quién se da cuenta, así que le toca el hombro y me señala.

Siento un cosquilleo en el pecho en cuanto sus ojos me ven, su ceño se frunce levemente, pero se detiene. Le dice algo al chico y se encamina hacia mí. Su cabello se mueve por el viento y su caminar es distinto, más sensual, de hecho, toda ella es más sensual. Aprecio su ropa y noto lo diferente que está, lleva jeans rotos, blusa corta y chaqueta ¡¿Chaqueta?! Ella las odia.

Fernando llega a mi lado, justo al tiempo que ella, sin embargo, ella sólo se dirige hacia mí, cuando dice:

—¿Tú quién eres? ¿Acaso quieres algo? —su voz sigue siendo la misma, sigue siendo tan dulce pero ahora, ahora es más intensa.

Deseos Oscuros II (Vehemencia)©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora