"Debajo de la coliflor hay más guisantes"
Le digo ,mientras bucea en su plato buscando bolas verdes que separa y pone en fila india en el borde.
"Nunca me gustaron los guisantes, los separo hasta de la ensaladilla rusa"
Me dice, mientras me parece encantador asociar este hombre con rasgos nórdicos y bien entrado en la treintena, a un niño problemático en la comida, que se guardaba los guisantes en los bolsillos, y con los que luego jugaba como si fueran canicas.
" ¿ Y que más cosas no te gustan?"
Le miro fijamente. Se pone nervioso hasta el punto que el ojo derecho le bizquea. No quita la mirada del plato y dice:
" El pimiento rojo, me repite"
No es la respuesta que espero, pero él no sabe leer entre lineas, no sabe o no quiere enterarse del doble sentido de la frase.
Y sé que esta vez tampoco le diré lo mucho que me gusta, incluso con su TIC nervioso y su manía de separar los guisantes y el pimiento. Incluso sabiendo que el pimiento le repite, y que le escasea el pelo.
El no tendrá que decirme que no soy de su agrado, que soy un guisante inoportuno cuando creías haberlos quitado todos.
"Camarero, la cuenta"
Y él sin darse cuenta del significado de los silencios, de las miradas de reojo, del rubor de mis mejillas y el tembleque de mi pierna debajo de la mesa del bar.
Oportunidad pérdida, desaprovechada. El vuelve a su vida sin giisantes y yo me acurrucó en la mía como un gato necesitado, hambriento de mimos.
Fin. Baja el telón. Cortina de terciopelo grueso y granate...como sus labios.