Capítulo XIII

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Alba estiró su mano, para llegar hasta su centro. Metió sus dedos bajo su ropa interior y comenzó con las caricias que imaginaba, le proporcionaba alguien más. Aquello se había convertido en una costumbre durante los dos meses que había pasado sin estar cerca de Natalia.

Aquellos movimientos circulares eran suficientes para mitigar el placer que sabía, sería mejor proporcionado por aquella lengua que tantas veces, como esa madrugada, se había imaginado en sus sueños. Siempre aparecía la mirada intensa de Natalia, entre la oscuridad, mirándola desde la altura de su entrepierna y sin despegarse mientras la devoraba. Vaya que la estaba pasando mal; su cuerpo le gritaba una necesidad que ella misma se negaba sentir, y todo en lo que podía pensar en aquellos momentos de distracción que le permitía el trabajo, estaba relacionado con tener a Natalia desnuda, en su cama, dispuesta a hacer lo que de antemano sabían que estaba en su mente.

Continuó con sus movimientos, sintiendo la humedad en su centro. Luego los deslizó entre sus pliegues, buscando humedecer más sus dedos. Qué jodido que no fuera Natalia quien estuviera ahí, nublándole el juicio. Qué jodido estar pensando en alguien que, por más que ambas quisieran, no podía darle el placer que estaba proporcionándose en ese mismo instante.

Sin que pudiera evitarlo, se le escapó su nombre. Sonaba a culpa, y a deseo. Aquella era la combinación más jodida para ella, y estaba consciente de eso. Pero el deseo nunca cesaba. No era una necesidad, no era un vicio; era deseo en el estado más puro, y eso le hacía sentirse jodida.

Bastaron dos minutos de caricias constantes para comenzar a sentir su clítoris hinchado. Cada vez le resultaba más fácil hacer que sus dedos resbalaran de la punta de su centro hasta la entrada, donde el par de dedos se introducía por momentos, para luego salir de nuevo. Su otra mano se ocupaba de sus pechos, alternando el movimiento con la finalidad de repartir el placer que, por instantes, imaginaba como proveedora a la boca de Nat.

Maldijo la hora en la que había decidido comportarse como una buena persona. Al final ¿qué más daba si Aimar resultaba herido?... Ella deseaba a Natalia, y era correspondida... Se engañaba pensando que le hubiera gustado actuar distinto, pero lo cierto era que estaba tranquila con su decisión. Tonta, sí, pero tranquila.

Mordió su labio cuando encontró el ritmo exacto para proporcionarse placer de una forma más duradera. Cuánto deseaba que fuera aquella lengua rosa, larga e inquieta que sólo la había besado. Aquella lengua que atrapó durante unos segundos en el primer beso que se dieron. Ojalá fuera Natalia, devorándola con fuerza y exactitud, mientras le proporcionaba todas esas sensaciones casi animales que le transmitía a través de sus jadeos.

Sacó su lengua, pasándola por sus labios. Ojalá pudieran ser los labios de la morena; ojalá le clavara los dientes hasta que sus labios estuvieran tan hinchados que con solo capturarlos le produjeran placer.

Finalmente, decidió quitarse las bragas, sintiendo la humedad en su tela. Abrió un poco más las piernas para acomodarse mejor, y sus caricias subieron el ritmo. Cuánto deseó que sus acciones fueran órdenes que le pudiera dar a la morena, para indicarle que estaba a punto de terminar. Estaba segura de que aquello hubiera hecho que Natalia soltara un jadeo y la obedeciera de inmediato, y esa idea le puso más que cualquier otra cosa.

Suspiró, sintiendo sus mejillas calentarse y sus ojos comenzar a cerrarse con fuerza. Pensó en ella, en sus pechos, en su boca... Pensó en lo hermosa que debía verse después de un orgasmo... y alcanzó el suyo. Su cuerpo quemaba, vibraba y le hacía sentirse más viva que nunca. No necesitaba más que aquello para descansar, preguntándose de nuevo si se había equivocado al no meterla en su cabina, aquella última mañana que la vio por el estudio. Se preguntaba si hubiera sido bueno que terminaran con el deseo que había entre las dos, si al final no la iba a volver a ver, de cualquier forma.

Indeleble (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora