Agridulce. Así lo describo. No tanto porque quiera volver a verte aunque fácil fue quererte, cuando acabó creí que estaba lleno de mala suerte.
Extraña fue esa última vez que hablamos bajando el autobús, mientras tus ojos me veían, reflejaban en mi los rayos de luz ese par de pupilas café que tienes tú.
Pero realmente miento. ¿Qué fue lo que acabó? Definitivamente no puede terminar algo que no tiene comienzo. "Aunque fuimos nada, pudimos serlo todo".
Después de estar 6 horas sentado en un incómodo asiento de un autobús de la línea más afamada de México, pensando en qué haría después de haberme graduado de preparatoria, en cómo bajar de peso, y si en realidad la chica que intensamente me gustaba (quien estaba sentada dos asientos detras mío) realmente me quería, entre otras cosas; el chofer de dicho vehículo ( o el copiloto, ni siquiera lo recuerdo) diría que habría una corta parada en nuestro largo viaje. "Tienen media hora, el que no esté aquí después de lo acordado, lo vamos a dejar".
El clima de ese pequeño pueblo era agradablemente fresco, sobre todo para alguien acostumbrado al calor de la costa.
Habiendo terminado de comer una deliciosa hamburguesa (vaya manera de querer bajar de peso) de aquel restaurante en medio de la nada, decidí salir porque faltaba poco para reanudar nuestro curso.
El estacionamiento de ese lugar era grande, y la vista la completaban uno que otro camión cargando combustible y con un fondo lleno de pequeños cerros.
Te vi de lejos y decidí fingir no haberlo hecho, aunque cómo de costumbre (sí lo sé, suena pretencioso y arrogante) te dirigiste a mí buscando cualquier ridícula excusa para iniciar otra interesante conversación como las que solíamos tener, o por lo menos eso pensé.
Te paraste frente a mí, y sinceramente no recuerdo bien lo que dijiste, pero estabas demasiado seria y distante. Eso era muy desconcertante para mí, ya hacía dos semanas que no nos veíamos o hablábamos por teléfono para decirte toda esa cursilería a la que te tenía acostumbrada.
Como todo adolescente inseguro creía que no había sido suficiente para una chica tan linda y segura de sí misma.
Y nos encontrábamos ahí. Yo sostenía mi frío refresco naranja, el cuál ni siquiera tengo claro porque lo había comprado cuando bien pude haber conseguido algo más caliente (para derretir el gélido ambiente entre ambos claro está).
Lamentablemente adicto a tu belleza, no paraba de contemplarte. El suave movimiento de tus labios mientras hablabas. Tú largo y brillante cabello que combina perfectamente con el lunar café que tienes en el brazo izquierdo. O esa cautivadora mirada. Eras el mapa favorito para este cartógrafo obsesivo compulsivo.
Desgraciadamente me di cuenta tarde. Siempre me han dicho que soy un poco distraído, posiblemente en ese momento, te diste cuenta de que no había puesto atención a ninguna de las palabras que habían salido de tu boca. Y yo no estaba seguro. Tu mirada era distinta. ¿Pena? ¿fastidio?¿O simplemente total indiferencia? Jamás lo supe. No sabía que hacer, mi instinto de supervivencia me dijo que lanzara uno de esos patéticos intentos de cumplidos que no surgían efecto en ti en los más mínimo.
Viendo mis esperanzas desvanecerse, decidí callarme de una vez. "Haz de tus palabras valgan más que tu silencio".
Te marchaste, así que creí que lo más prudente era mi inacción y simplemente existir, y para no variar, dejar que el curso de la historia siguiera.
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Nuestra primera última vez
Short StoryMi versión de cómo empezó nuestra mutua indiferencia.