Capítulo Único

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Stephanie tenía distintas maneras de catalogar a un Omega.

Sumiso, tranquilo, hogareño, sensible y con un gran sentido de la protección en cuanto a la manada se trataba.

Todas y cada una de estas características eran dignas de un Omega común y corriente.

Y Anthony era todo menos alguien común y corriente.

Stephanie Rogers perdió el número de veces que ese Omega insolente le salto encima, cuestionando sus órdenes. Era terco, aferrado, mal hablado e irónico.

Todo lo que la soldado odiaba en quien fuera, sin importar la casta.

No había trato cordial entre ellos dos. Tony la miraba siempre con burda y ella quería saltarle en el cuello y morderlo en reprenda.

Lo que daría por hacerlo.

Sin embargo, no lo haría, por supuesto que no. No era tonta como para saltar a ese precipicio sin fondo. Porque aunque le costó admitirlo para su persona, Anthony Edward Stark, ese Omega de ojos enormes con pestañas tupidas y preciosas, la tenía saltando de un pie.

Es decir; la tenía bajo su yugo.

Bendita la hora en que puso sus ojos en ese trasero proporcionado.

Ahora bien, aceptada la condena, no tendría porque a ver más problemas. Que equivocada estaba.

Todo había empezado cuando se instaló a esa nueva era, que por más miedo que le causara, tendría que aprender a vivir con ella. Difícil fue aceptar que su vida no volvería corriendo a buscarla.

Adiós a Bucky, su hermano de sangre no compartida, adiós a Peggy, su hermosa Beta y adiós a todo lo que ella conoció.

En un instante, su vida había acabado.

Con tristeza, se dispuso a ordenar su pequeño piso. Con suerte entrenaría 5 horas sin descanso y dormiría en un intento de escapar de la realidad.

En ese instante, su puerta había sido abierta y en un acto reflexivo, tomo el escudo, poniéndose en guardia, lista para atacar a cualquiera que haya entrado a su morada.

—Oh, Señorita Rogers, no era mi intensión ponerla alerta, debí tocar.

En cuanto la puerta fue cerrada, una mujer pelirroja, de altura alta y mejillas llenas de pecas, se cubrió con ambos brazos. Cómo si esa fuera a salvarla del golpe del escudo hecho de vibranium.

—Lo lamento... No quise asustarla. —La rubia sintió sus mejillas rojas de la vergüenza. Había actuado de manera instintiva.

—No se preocupe, yo le debo mi disculpa. No pensé que llegaría tan rápido. —La mujer miro las cajas regadas por todos lados, para finalmente verla a los ojos—. Virginia Potts. Puede llamarme Pepper.

Una sonrisa cordial le fue regalada. La primera del día que no era fingida.

—Un gusto, yo soy...

—Stephanie Rogers, La Capitana América, Alfa de Alto Rango y muy pronto líder de los vengadores. Lo sé. —La mujer de cabellos rojos soltó una pequeña risa ante el rostro sorprendido de Steph.

—Ah, sí, bueno... Es un placer.

Stephanie no quería pensar que tanto sabía sobre su persona. Era un tanto incómodo pensar que todos los que trabajaban para S.H.I.E.L.D supieran más de su vida privada que ella misma.

—Tranquila, sólo se lo necesario. —Aclaró ante la cara de espanto de la soldada.

Rogers miro de nuevo a la mujer. Era un Alfa, de Medio o Bajo Rango tal vez. Por ello no le desagradaba su presencia.

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