Capítulo 27: Tres minutos para una historia

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Aquella noche el club estaba a tope. Habían anunciado la intervención de Dylan en el club con nuevos carteles que estaban por casi toda la ciudad. Gracias a ellos, Kevin, el cobrador de la entrada, había tenido que colgar el cartel de "aforo completo".

Los camareros sabían que entre número y número era cuando más demanda tenían, e incluso antes del número de apertura, todo el mundo andaba a tope, pero en cuanto el telón subió y todo el mundo vio a Dylan y a las chicas, se paró el mundo.

Los nuevos números de Bryce realzaban todas las cualidades de las chicas, incluso habían incluido un trapecio y un aro sobre el escenario donde Brook y un par de chicas más habían subido transformando el club en un espectáculo digno del circo del sol.

Y allí, delante de toda aquella gente, la música, el vestuario y el maquillaje, Dylan perdió toda la vergüenza. Todas las dudas que había tenido antes de empezar habían desaparecido.

Bailó durante tres números apenas sin descanso para respirar ya que tenía que cambiarse completamente, y entre chicas había algo de confianza, pero él no tenía aún la confianza como para cambiarse delante de ellas.

Cuando terminaron el tercer numero, el público estalló en aplausos y silbidos. Entre bastidores, Louane estaba que no se lo creía y Bryce no era capaz de disimular su alegría. Dylan sabía que si encontraban no dejaría que se tomará ni un baso de agua, así que se las arregló para salir de los vestuarios e ir hasta la barra, donde Noah parecía que le estuviera esperando.

–Hola.– Le dijo al llegar.– ¿Qué te pongo?

–Un cóctel de los tuyos.

–Ah, vas aprendiendo.– Dijo mientras le preparaba la bebida y cuando se la puso sobre la barra, no tardó ni dos tragos en terminárselo.– Hijo de mi vida, ¿Seguro que estas bien?

–Si, si. Es que tenía sed.

–Ya pues la próxima vez, a lo mejor deberías esperar a la ronda de bebidas que os llevamos.

Noah señaló por encima de su hombro y al darse la vuelta, Dylan vio que la mitad del club le estaba mirando y la otra mitad, le estaba haciendo fotos.

–No debería haber salido, ¿verdad?

–A lo mejor no. Pero si necesitas un momento, voy a cogerme un descanso. ¿Me acompañas?

–No tengo que bailar hasta dentro de un rato, así que no creo que pase nada por cinco minutos.

–Genial. ¡Oye Aaron! ¡Me cogo cinco minutos!

–¡Puedes fumarte un cigarro en tres! Estamos desbordados.

–Vale.

Noah cogió su chaqueta, salió de la barra y después llevó a Dylan a la azotea, que era donde solía salir a fumar sin que le molestara. Hacía frío, pero Dylan llevaba el suficiente tiempo bailando como para que estuviera agusto allí arriba. Se adelantó un par de pasos a Noah para observar un poco la ciudad de noche, y cuando se sintió un poco más tranquilo, se dio media vuelta hacia Noah.

–Seis minutos.– Le dijo Dylan a Noah mientras él daba una calada.

–¿Seis minutos?

–Es lo que solía decirle a mi madre cuando fumaba para que dejara de hacerlo.

–¿Tu madre fuma?

–Sólo a veces. Con cada cigarro se pierden seis minutos de vida.

–Oh, ¿así que este cigarro va a quitarme seis minutos de mi vida contigo?

–Dilo así si quieres, pero si.

–Ya...– Noah pegó otra calada y echó el humo hacia un lado.– He probado un montón de cosas para dejar de fumar, pero nunca he podido.

–¿Cuanto llevas fumando?

–Demasiado.

–Déjame adivinar: Eras el único chico gay de tu clase, con lo cual es lógico que fueras el tema principal de burlas y acoso, así que empezaste a fumar. Cuando terminaste el instituto estuviste un año pensando en que querías hacer con tu vida y cuando te dabas por vencido, saliste a tomarte una copa, o dos, y descubriste que el club en el que te habían cobrado veinte pavos en la entrada necesitaba un camarero. ¿He acertado?– Noah soltó una pequeña risa.– Me dijiste que un día me contaras tu historia.

–Apenas te has acercado.

–¿Qué?– Dijo defraudado.– Normalmente es lo que suele pasar.

–¿Es que me ves normal?– Dijo acercándose un poco a Dylan un poco más serio, casi triste.– ¿Te parezco una persona normal, Dylan Mcall?

–Eh.– Escucharon a Aaron abrir la puerta antes de que Dylan pudiera contestar.– Tus tres minutos han terminado. Y a ti, estrellita, te están esperando para el siguiente número.– Dijo antes de volver adentro.

–Te contaré mi historia otro día con más tiempo. Tres minutos no son suficientes.– Dijo Noah fingiendo una sonrisa antes de volver dentro, como si recordar aquello le incomodara. Tras pensar un segundo pensando en aquello, Dylan se dio cuenta de que aún quedaba noche de trabajo y decidió volver.

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