Capítulo 3: El acuerdo de paz

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Izuna despertó de nuevo unas horas después. El dolor había desparecido y su boca ya no se sentía tan pesada. Trató de abrir los ojos pero realmente su cuerpo estaba agotado y no obedecía. Escuchaba voces de fondo, alguien reía como un poseso y otra persona le regañaba. Reconoció la segunda voz e hizo acopio de todas sus fuerzas para abrir los ojos.
-Hermano... -trató de mover un brazo hacia el moreno que estaba sentado junto a la improvisada cama donde descansaba pero su cuerpo la ignoró de nuevo.
-¡Izuna!
Madara le dedicó una gran sonrisa y cogió el mismo su mano para apretarla entre las suyas. Después se giró hacia la persona que se había estado riendo escandalosamente segundos antes.
-¿Lo ves?- le dijo molesto- ¡Te dije que la ibas a despertar, idiota!
-Lo siento mucho Izuna-chan...
Izuna giró la cabeza para ver al líder Senju disculparse abatido. Las palabras de Tobirama volvieron a su cabeza. ¿Realmente habían hecho una alianza con los Senju?
-Cuando te sientas mejor, te lo explicaré todo- continuó su hermano- Tu sólo descansa tranquila, ya no habrá más guerras.
La mirada de su hermano era de felicidad. Izuna aún no era capaz de procesar todo aquello.
-Cualquier cosa que necesites puedes pedírsela a Tobirama- añadió el líder Senju señalando hacia la entrada de la tienda- Él cuidará de ti como disculpa por tus heridas.
Ella bufó y dirigió su mirada hacia donde señalaba Hashirama, encontrándose con los ojos rojizos del albino que parecían desprender chispas de rabia.
-Prefiero morirme- Aseguró ella.
Hashirama se deprimió de nuevo disculpándose sin descanso por la actitud de su hermano y a Izuna casi se le escapa una pequeña risa. Sabía que el Senju tenía una personalidad extrema pero no esperaba que le fuese a resultar tan divertido.
-Izuna- la llamó su hermano ignorando los lamentos de su amigo- A mí tampoco me gusta que esté cerca de ti.-Desvió una mirada furiosa hacia Tobirama que seguía inmóvil junto a la puerta- Pero Hashirama tiene razón, vosotros dos sois imprescindibles para poder llevar a cabo nuestro plan. Intentad al menos ser cordiales.
Ella miró molesta a su hermano ¿Cordial? ¿Con el tipo que estuvo a punto de matarla? ¿Había perdido la cabeza?
-¡Madara!- gritó el mayor de los Senju, emocionado de pronto- ¡Mira que hora es! ¡Van a llegar los representantes de los clanes!
Izuna miró a su hermano sin comprender. Éste parecía decidido.
-Cuando te recuperes te explicaré todo- repitió dejando un beso en su frente.
Los dos salieron de la tienda apresurados dejando a la chica confusa. Aún no entendía el alcance del "plan" que su hermano había trazado con los Senju pero si sabía que los dos estaban a salvo. Eso la tranquilizó un poco. Ahora su principal problema seguía recargado en la puerta mirándola con esos inexpresivos ojos rojos.
-Lárgate- le espetó en cuanto sus miradas se encontraron.
-Mi hermano me ha ordenado estar aquí- respondió él con un deje de fastidio- Esto es desagradable para mí también así que sólo duérmete y deja de molestar.
Si hubiese podido moverse, Izuna le hubiese dado un buen puñetazo.
-El único que molesta eres tú. No me recuperaré nunca si sigo viendo tu asquerosa cara.
Ella le sacó la lengua y el Senju se quedó estupefacto. ¿Qué tenia cinco años? No supo cómo contestar a eso así que sólo se quedó mirándola con los ojos entrecerrados. Izuna suspiró cansada y se giró dándole la espalda.
Quería dormir pero todo lo que acababan de contarle la había puesto nerviosa. Además, aunque él no se había movido ni un milímetro de la entrada, seguía sintiendo la mirada del pequeño de los Senju clavada en su espalda. La incomodaba de una forma que no sabría ni describir. Cerró los ojos con fuerza tratando de dormir pero era imposible
-¿Cómo se supone que voy a dormirme cuando el que intentó asesinarme está parado como un fantasma en la puerta?- gritó de pronto perdiendo la paciencia.
-¿Prefieres que me siente a tu lado?- preguntó él con voz neutra de nuevo.
Izuna abrió los ojos como si hubiese visto a un fantasma de verdad.
-¡Prefiero que te vayas!
-Oye tú también intentaste matarme decenas de veces, no es mi culpa que nunca lo consiguieras.
Eso fue como la gota que colma el vaso. La uchiha hizo acopio de todas las fuerzas que le quedaban en su cuerpo, se levantó del camastro y corrió hacia el Senju. A la mierda el acuerdo. Tobirama era su enemigo desde que aprendió a caminar. Si su hermano pretendía que se llevase bien con él, es que Madara realmente se había vuelto loco.
Las fuerzas de la Uchicha eran escasas y con cada movimiento, un gesto de dolor se extendía por su rostro por lo que él pudo esquivar sus golpes casi sin moverse del sitio. Esa maldita niña era un castigo. Se había librado de la muerte por poco, ahora sólo tenía que quedarse quieta unos días y ni eso era capaz de hacer. Tobirama la sujetó por las muñecas sin mucha dificultad y la cargó de nuevo hasta la cama. Notó como ella se tensaba al sentir sus brazos rodeándole el cuerpo. Gritó, le insultó, pero en su estado actual no podía hacer nada contra él. Una parte de él se removió inquieta al ver a Izuna tan débil. Otra estaba ansiosa. Nunca volvería a tener una oportunidad como esta.
Se dejó llevar por esos instintos que no sabía que tenía, la tumbo en la cama, sujetando sus brazos y la aprisionó con su cuerpo. Ella le miró entre rabiosa y extrañada. Cómo siempre, pudo leer en su rostro la pregunta "¿Qué demonios estás haciendo?" Ni si quiera él lo sabía. Sólo estaba siguiendo un impulso, lo cual ya era bastante preocupante de por sí dado que él no había hecho eso nunca. Estudiaba cada pequeña acción que realizaba. Todo tenía un sentido y una finalidad. A lo mejor estaba perdiendo la cabeza igual que su hermano.
Izuna no decía nada sólo lo miraba confusa y enojada. Tobirama recuperó la cordura segundos después y usó su jutsu espacio tiempo para volver a su sitio junto a la puerta.
-Iré a por algo de comer- dijo simplemente mientras abandonaba la habitación.
Izuna tenía la respiración agitada. Nunca había estado tan cerca del Senju, ni habían tenido ningún contacto físico que no fuesen puñetazos. No conseguía entender qué demonios acababa de ocurrir. Él debía de haber intentado intimidarla. Y vaya si lo había conseguido. Del Senju se podía esperar insultos, puñetazos, patadas, incluso letales golpes de su espada, pero jamás lo que acababa de ocurrir. Jamás esperó sentir sus brazos rodeando su cuerpo, ni mucho menos tenerle recostado sobre ella, con sus ojos mirándola de esa manera. Él se estaba aprovechando de su debilidad. En cuanto se recuperase, se las devolvería todas juntas.

Tobirama estaba intranquilo. No sabía que le había ocurrido. Se dirigió hacia la carpa donde habían instalado el comedor tratando por todos los medios que esa inquietud no se reflejase en su rostro aunque esa vez le estaba costando de verdad. Su malestar no se debía a la Uchiha en sí. Cuidar de ella era el peor escenario posible en el que se pudiese imaginar pero lo que acababa de pasar lo había descolocado por completo.
Su padre lo mandó a la guerra con cinco años. Para entonces él ya estaba acostumbrado a ver los cadáveres que traían los adultos y se amontonaban en el patio. Si no fuese por Hashirama que jamás le quitaba los ojos de encima él habría muerto igual que sus hermanos. Por aquel entonces su mente infantil entendió dos cosas. Que la única forma de seguir vivo era matando y que no podía sentir cariño por nadie. A fin de cuentas las personas que le rodeaban podían morir en cualquier momento. Si se hubiese permitido la más mínima emoción, se habría roto hacía mucho tiempo. Su hermano era la única excepción, él era fuerte, más que ningún otro. Por ello era la única persona a la que Tobirama se permitía querer. Tras años de incansables batallas, era el único que seguía a su lado. Esa actitud le había mantenido con vida, pero también le había llevado a ser un hombre frío y calculador. Estaba tan acostumbrado a reprimir cualquier tipo de emoción que ya casi no las tenía. Jamás había hecho nada sin pensarlo detenidamente primero, jamás se había dejado llevar. Hoy había sido la primera vez. Por su puesto que ver a la que había sido su rival durante años en esa situación era de alguna forma excitante. Izuna jamás se había mostrado débil, jamás había dejado de pelear, daba igual cuántas heridas le hiciese, ella siempre volvía a atacarle. Nunca pensó encontrarla en una situación tan vulnerable y sus instintos más bajos despertaron. Que la orgullosa Uchiha viese que estaba a su merced, que no podía hacer nada contra él. No es que tuviese otras intenciones, sólo quería que ella supiese que no tenía forma de defenderse de él. Tras tantos años siendo su rival, saber que en esos momentos podría hacer lo que quisiera con ella le hacía sentir bien. Y le haría sentir mejor que ella también lo supiese. Ver el orgullo de su enemiga herido al darse cuenta de que estaba viva por que él quería.
Ese era el pensamiento que se había cruzado por la mente de Tobirama cuando ella intentó atacarle. No se sentía mal por haber tenido esas ideas, lo que no se explicaba era cómo se había dejado llevar de esa forma. Una cosa era pensarlo y otra lo que hizo. Intentó convencerse a sí mismo de que la situación en la que le había puesto su hermano era tan extraña que le estaba costando adaptarse. Por su puesto, no volvería a tocar a la Uchiha, si su hermano quería que la cuidase la cuidaría, pero desde una considerable distancia.
Lo que más le molestaba de todo era que, para una vez que perdía el control lo había hecho delante de ella.

Superando el odio [Tobirama]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora