LXIII. El Hombre Arrepentido

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«¿Dónde estoy?» Se preguntó al despertar. Parpadeó varias veces para tratar de ver algo, pero sólo lo invadía la oscuridad absoluta.

Las bisagras de la puerta crujieron, y apareció desde el exterior una mujer cubierta de pies a cabeza con una capucha oscura. Llevaba una vela en lo alto; y con la mano libre, le pidió que la siguiera.

A esas alturas salir de ahí era todo lo que quería.

«¿Tanto tiempo ha pasado? ¿Acaso ya es el día de mi juicio?»

Siguió a lo mujer a lo largo del tenue pasadizo. Cuando llegaron a la cúpula del Gran Septo, la cantidad de velas encendidas lo encegueció. Parecía que habían pasado años desde la última vez que vio un lugar tan luminoso.

—¿A dónde vamos? —preguntó, con voz rasposa.

—Sólo camine, hermano —le ordenó la mujer.

No lograba verle el rostro, pero cuando giraron hacia las graderías alcanzó a ver un mechón de cabello rojo escapando de la túnica.

«Es... No... Ella no vendría por mí.» Se dijo.

La mujer continuó su camino hasta la imagen de El Desconocido. Muy pocos adoraban al guía del descanso eterno, y a esa hora, el lugar estaba vacío. Escondido entre dos taburetes había un telar envuelto. La mujer lo retiró y se lo lanzó a los brazos. Él no alcanzó a recogerlo, cayó a sus pies y la maraña se deshizo en pantalones, una capa y botas suaves.

—¿Quién es usted? —preguntó el joven.

—No importa quién soy yo —respondió ella— Importa quién es usted, mi Lord.

—¿Eres mi Danelle? —trató de acercarse para retirarle la capa, pero ella retrocedió.

—Llameme como guste, mi Lord. Pero dese prisa, no tenemos mucho tiempo.

El joven aspirante a gorrión obedeció. Se desnudó frente a ella, retiró la túnica sucia de su cuerpo y se puso las ropas limpias que le ofrecía.

—Ahora beba esto —la dama le entregó un pequeño frasco con un líquido oscuro de olor penetrante.

—No. —se rehusó— Si van a matarme que lo hagan con una daga, no con veneno.

La mujer volteó a los rincones, el supuso que estaba nerviosa. Habían gorriones ahí, apostados junto a las columnas de mármol.

—Le aseguro que no es veneno, Lord —insistió ella— Esto solo lo hará dormir, y usted necesitará hacerlo para el largo viaje.

«¿Largo viaje? ¿De qué en los siete infiernos está hablando?»

Si no era cosa de su vieja amada, tal vez era una trampa de la Reina. De cualquiera de las dos reinas, tenía asuntos pendientes tanto con la Tyrell, como con la Lannister.

—Por favor... Lo he entendido —susurró— Sé que he obrado mal. Con alevosía y saña —se dejó caer de rodillas con las manos juntas— Las personas a las que ofendí no podrán perdonarme, pero los Dioses sí... He oído sus palabras, quiero hacer mis votos y servirles.

No era del todo una mentira. Estar tanto tiempo a solas en las tinieblas le había dado la oportunidad de pensar. Había herido a las únicas personas que amaba y tal vez era un designio de los dioses que tuviera que pagar por ello.

La mujer se arrodilló a su lado. Y lo ayudó a incorporarse.

—Venga conmigo, mi Lord... Debe venir conmigo —él pudo ver los ojos suplicantes de su salvadora. No distinguió si eran verdes o azules.

Los Últimos Reyne II | Fanfic GOTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora