Tíbur salió corriendo de su laboratorio. Todo el complejo estaba horadado bajo tierra. La duende agitaba sus manos haciendo señas a alguien que se acercaba por el túnel del fondo.
Cord pedaleaba en su bicicleta reclinada por los pasillos a una buena velocidad. Llegó hasta donde se encontraba la inventora y se bajó.
—¡Cord! ¡Lita se ha llevado el artefacto!
La expresión de Tíbur era de gran preocupación y nerviosismo, tanto que llegó a agarrarle de la solapa de la chaqueta. Era bastante más alta que él, así que se sintió un poco intimidado.
—¿Estás segura de que era Lita? —preguntó tratando de soltarse.
—Es bastante fácil de distinguir —Tíbur frunció el ceño mientras liberaba al duende—. Se ha ido por el corredor exterior, no quiero saber a dónde se lo va a llevar y qué va a hacer con él.
—Está bien. Iré a buscarla. —Cord se arregló la chaqueta y el chaleco y montó de nuevo en su bicicleta. Se colocó las gafas y los guantes de conducir y se preparó para una buena carrera. —Deberías avisar en la tuneladora de que el artefacto ha desaparecido.
—Esto va a retrasar bastante el horario previsto. Menuda me va a caer.
—No ha sido culpa tuya —trató Cord de animarla.
—¡Claro que sí! El artefacto es mi responsabilidad —notó que empezaba a faltarle el aire, así que se desabrochó el cuello de la camisa—. Yo lo creé...
Cord comenzó a pedalear desapareciendo por el túnel de la derecha hacia el laberinto exterior.
Tíbur se arregló la levita verde y los pantalones tres cuartos, quería estar presentable cuando diera la mala noticia. Se dirigió a buen paso hasta el complejo de escape, donde la tuneladora estaba trabajando. Entonces un sonido la desconcertó ¡La tuneladora estaba en marcha! No era posible, la tuneladora no podía funcionar sin el artefacto.
Cord pedaleaba con celeridad por los corredores del círculo exterior. Esquivaba a sus compañeros subiendo por las paredes redondeadas, gracias a la velocidad que llevaba. Incluso yendo tan deprisa podía distinguir las marcas que Lita había dejado en su huida.
Las lamparillas eléctricas que iluminaban desde el techo comenzaron a espaciarse. La luz natural ya podía distinguirse al final del túnel.
Cord aminoró la marcha. Bajó de la bicicleta y se asomó al exterior. Los rayos de sol se colaban entre las ramas de los árboles, era agradable sentirlos en la cara.
Las huellas de Lita estaban a plena vista, solo tuvo que seguirlas un par de metros hasta la base de un árbol, donde desaparecieron. Cord miró hacia arriba y allí estaba la ladrona.
Lita era una ardilla amaestrada por los duendes.
—¡Baja aquí! —le gritó Cord desde el suelo.
La ardilla llevaba algo entre sus patas delanteras, algo que escondió dentro de la corteza del árbol, después descendió hasta donde Cord estaba.
Era el doble de grande que él, pero esta vez el duende no se sintió intimidado, Lita tenía mejor carácter que Tíbur.
—Quiero que devuelvas lo que has robado inmediatamente. —Esperaba la respuesta de la ardilla cuando un estruendo llamó su atención.
Cord se acercó hasta un claro del bosque donde unas máquinas excavadoras levantaban los árboles de raíz.
—Tenemos que irnos lo antes posible —le dijo a Lita.
Tíbur entró en al amplio espacio donde habían montado la tuneladora. Pudo observar cómo ésta estaba funcionando a toda potencia, cavando el último tramo del túnel de escape.
La supervisora de la operación vio a Tíbur y se acercó a ella.
—¿Algún problema?
—La máquina está funcionando...
—Sí, hemos adelantado el horario —Piri, la supervisora, la invitó a observar los trabajos—. El informe de la guardia nocturna nos dice que los humanos están más cerca de lo que pensábamos. Tenemos que abrir la salida cuanto antes y desalojar el complejo.
—Pero la tuneladora está funcionando —Tíbur observaba la máquina confusa—, ¿Cómo puede estar funcionando sin el artefacto?
—Pero ¿qué dices? —esta vez la desconcertada fue Piri— El artefacto lo hemos recogido esta mañana temprano, te hemos dejado una nota en el laboratorio.
Tíbur notó como se le ponían rojas las orejas por la confusión. No había visto la nota porque había pillado a Lita justo saliendo del laboratorio y solo entró para comprobar que el artefacto no estaba.
Esperó el regreso de Cord en el pasillo central.
—Te vas a reír— forzó una sonrisa al verle. A su lado apareció Lita sosteniendo una bellota.
—Ahora almacenas bellotas— dijo Cord con cierta sorna.
—Es que me da hambre cuando estoy inventando— Tíbur miró al suelo sonrojada.
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Antología de Relatos Fantásticos
FantasíaRecopilación de relatos de temática fantástica. Cuentos, fábulas, leyendas, mitos, todos ubicados en mundos llenos de magia y aventuras. Para los amantes del género.