Capitulo Unico

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Su mirada era cautivadora muy a pesar de esa contextura que tarde o temprano producía pánico a cualquier desconocido. Esos grandes músculos que no se estremecían por nada, a excepción de unas pequeñas y maltratadas manos, porque claramente él supo que ella no tuvo una vida fácil como para presumir el cuerpo de una diosa o la belleza de una ninfa.

El amanecer estaba sobre ellos. Un día más para contemplar el cielo surcado por rayos del sol.

El amanecer estaba sobre ellos. Un día menos para pasar juntos uno al lado de otro como se habían prometido después de las cosas que tuvieran que realizar para que su relación no fuera vista como algo indebido.

Pero la comprensión de esa hermosa chica era demasiado, pues entendió y accedió a soportar ese estilo de vida en el que él se acostumbró o casi se vio forzado a tomar. Las guerras eran algo intolerantes, pero también una acción que pocos humanos aceptaron elegir para salvar a sus semejantes de las múltiples amenazas del mundo.

—¿Crees aguantar más esta distancia? —le preguntó, su cabello lacio y azulado se movía al compás de la brisa del mar.

—No es como si fueras a morir—contestó muy calmada, tocó la mano del hombre que era prácticamente dos veces más grande que la suya—; yo estaré aquí hasta que la vida así lo quiera. Te esperaré, y sabes que puedes volver cuando quieras, yo siempre estaré mirando el horizonte a la espera de tu regreso.

—Tampoco te estoy diciendo que estaré una eternidad, simplemente pasaré una temporada fuera de casa. Es así como el Patriarca lo ha dispuesto.


Aspros de Géminis estuvo expectante a la expresión de su amada. Para ser una mujer con problemas de salud, poseía esa ferocidad y pasión como la de una guerrera, tal vez por eso se sentía muy arraigado a su vida. Y tampoco pudo explicarse cómo es que todo pasó de un momento a otro, que en algún momento tuvo un profundo deseo y pasión por una mujer como Athena y hasta la quiso con intensidad, pero todo cambió de una manera en que él ni siquiera tuvo la oportunidad de darse cuenta de las cosas.
El caballero recordó ese amanecer donde la conoció. Risueña, un poco gruñona por andar detrás de unos niños, dedicada a cuidar de otros seres que la rodeaban. Pero ya Deuteros, su hermano menor, le comentó acerca de una familia joven que vivía en la casita cerca a la Isla Kanon con la cual compartía sus días pues él los protegía como si fueran su propia familia, tal vez esa fue su curiosidad de viajar a ver su gemelo y pasar un tiempo con él, alegando su puesto a alguno de los aspirantes que iba a tomar para su sucesor.

—¿Recuerdas cuando nos conocimos? —preguntó Aspros sujetando de la mano a la joven, era pequeña a su lado, una frágil ninfa—. Fue un amanecer, te vi detrás de esos niños y estos intentando salvar a un animal.

—Nos llevamos un susto, no es como si fuera común ver a un hombre con un traje de oro saliendo de un hoyo oscuro. Tal vez Deuteros hacia lo mismo, con razón aparecía de momento a otro.

—Y para mí no era común ver a una jovencita con unos niños. Pensé que eran tus hijos.

—Si no fuera por tu hermano, tal vez lo hubieses creído.

—¿Y hacerme cargo de todos ustedes? Tal vez tendría que dejar mi puesto para dedicarme a tu protección y de tus niños.

Aspros jaló de la cintura a la joven compañera, sentir su calidez le hizo estremecer hasta el alma, algo que la idea de tener a Athena como su mujer nunca removió con facilidad. Más la chica solo apoyó su cabeza sobre el torso musculoso de su caballero, apenas lograba sostener su deseo de conocerse ese mundo mágico en el que Aspros vivía.

—Ahora entiendo el amor del cual tanto Sísifo hablaba—acarició su espalda, muy a pesar de que ella no poseía esas curvas perfectas de una griega..., para él simplemente era la ideal, perfecta y única—. Quiero que me permitas compartir mi vida a tu lado, Krista.

Krista llevaba sus veinte años encima, nunca tuvo oportunidad de demostrar lo que podía hacer por amor o que le dieran la oportunidad de ser amada, por ello le pareció muy apresurado las pretensiones de Aspros a pesar de que también sentía un intenso cariño y deseo por él. No por su condición física, la cual era demasiado atractiva, o que fuera un poderoso caballero en un mundo de cosmos, poderes y magia, a lo que ella jamás pensó en su existencia, aunque lo único que existía en Aspros era su seriedad al momento de manifestarle la comprensión, amistad, ese instinto de protección por los más pequeños y sus sentimientos sinceros, algo que pocos humanos conservaban.

Y fue en ese amanecer que ambos cruzaron miradas para darse cuenta que sus destinos estaban trazados para caminar uno a lado del otro. Fue a ese maravilloso amanecer que Aspros comprendió que su vida era estar al lado de ella, y que su regalo era precisamente aprovechar que una mujer sin mancha de un negro pasado tuviera esa paciencia y cariño para comprenderle.

—Cuando vuelva, tendrás que ir conmigo al Santuario—la alzó sin mucho esfuerzo para que esté a su altura. Moría de robarle todos los besos que pudiese—; es necesario que conozcan a la mujer que vivirá en mi templo.

[Oneshot] Amanecer [Finalizado]Where stories live. Discover now