Capítulo 30: Corea

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          Después de esa noche, en la que casi, casi, consensuamos toda duda de nuestra relación, no lo dejé tocarme más, ni un beso le permití darme durante los siguientes días, consiguiendo su mal humor y naturalmente, el mío. Aunque su mal genio no era nada comparado al que yo tenía, ya que él si que intentaba contentarme, pero es que, dejarme a medias, por un amigo, me dejó indignado. No puede ser, simplemente, no puede ser.

         Hoy día, viajaremos a Corea y se me hubiera bajado la molestia, si su amiguito no nos hubiera seguido. Porque sí. Él también viaja allá. ¿Qué más quieres de mí, Buda? ¿Más sacrificio del que hago por no agarrar las riendas y tirármelo yo a él? Por favor, dame una señal.

        Mi ceño demuestra todo lo no chill que estoy. Hasta me había recogido el cabello en una colita de palmera. Tampoco lo soportaba en mi frente. Estoy realmente que ni yo mismo me soporto. Joder. Mean Phiravich, esto es su culpa y de más nadie.

       Respiro, sé que no es culpa suya lo que pasa, por lo que intento bajarle dos a mi humor y sí, me estoy contradiciendo totalmente, pero me vale. Recuerdo cuando critiqué a aquel chico de Café Amazon por no tener sexo y cargar con un humor de los mil demonios. Amigo, te entiendo totalmente, hagamos un club para hablar de nuestras desgracias sexuales. Y no, no soy adicto al sexo. Para nada. Pero joder, ya llevamos un mes y medio en este rollo, con un jueguecillo de nunca acabar. ¿Qué más hace falta? ¿Jurarnos amor eterno bajo la luz de la luna? Por favor.

     Sacudo disimuladamente la cabeza. Y le miro. Está abriendo un paquete de chuches. De mis favoritos. Y además es siamés. Me encanta. Pero me hago el duro y le presto atención a mi teléfono, tengo un mensaje de P', él está en el aeropuerto de Bangkok, rumbo a Corea también. Respondo su mensaje con un sticker. Y miro al joven Mean. Mala idea. Él está con su tapaboca hacia abajo, exhibiendo su belleza masculina, y ofreciéndole chuche a su amigo, quien tímidamente le dice que no, creo que se intimidó por algunas chicas que nos están mirando.

     Él le insiste y es cuando su amiguito acepta, tomando algunas patatas de la bolsa. Que indignación. Deshonra. Desgracia. Falta de respeto. No solo dormirás fuera de la habitación, también de la suite. Ve desgraciado, acuéstate con tu amiguito. Luego te colocaré una pancarta que diga: "Bienvenido a casa infiel" Espera. Plan Rathavit, ¿Te estás dando cuenta lo que estás pensando? Relaja la pelvis, amigo y deja de ver esos programas de exponiendo a infieles, o Cheeaters.

     Pero no, no me relajé. Me metí en Twitter a expresar mi descontento. Porque así soy ¿Vale? DRAMÁTICO. Y se callan. Termino el Twitt, cuando una mano se interpone entre la pantalla y mi vista. Vaya, miren quien se ha acordado que tiene un marinovio. O lo que seamos. Pero decir socio, ya me tiene hasta la coronilla.

—¿Gusta? – ¿Qué si gusto? Gusto de muchas cosas, como usted, por ejemplo. –

—Claro. – Después de semejante drama mental, que merece un capítulo en algún programa cutre de la televisión. ¿Creían que rechazaría ese ofertón? Los chuches siameses me alocan. Y más cuando estoy en otro país y empiezo a extrañar mi tierra. –

       Después de toda esa explicación mental que me doy a mí mismo. Meto la mano en la bolsa y saco algunos bocadillos de ella. Sintiendo obviamente las cámaras captar cada uno de mis movimientos.

—Gracias. – Él me sonríe hermosamente. –

       QUE ALGUIEN LE DIGA A ESTE HOMBRE/DIOS GRIEGO-ROMANO-NÓRDICO-EGIPCIO. QUE SONREÍR DE ESA FORMA, CAUSA ESTRAGOS EN MI CABEZA.

       Tomo aire profundamente y le sonrío de vuelta.

—¿Qué opina de quedarse más tiempo en Corea? – Interroga. –

Amor de Aeropuerto - MeanPlan/2wishDonde viven las historias. Descúbrelo ahora