IV

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28-09-19.

Llevaba dos días sin verte; y, con ello, no había averiguado nada nuevo.
Llevaba dos días sin dormir apenas y sin salir de casa, y encima no tenía nada de comer en la nevera.

Me levanté de la cama sin ninguna gana después de haber dormido apenas media hora. Entre que me comía la cabeza intentando atar cabos y el insomnio pensaba que me desplomaría en cualquier momento.
Apagué el despertador y fui directa a la cafetera a hacerme un café. Mientras se hacía, me encendí un cigarro para olvidarte un poco.
Tenía la casa hecha una mierda; estaba todo tirado por el suelo y la mesa del salón llena de papeles y plásticos de comida preparada tirada por todas partes.
Suspiré abriendo un poco la ventana, necesitaba aire, tenía la cabeza que me iba a explotar.
Al terminarme mi café y el cigarrillo, me vestí con lo primero que pillé y sin siquiera mirar si conjuntaba salí de mi casa a comprar algo para comer.
Bajando las escaleras de mi piso sonó mi teléfono.
Era Marta.

-Sango, ¿qué pasa? -Dije con la voz totalmente ronca y sin fuerza.

-Estoy en la puerta de tu portal. ¿Me abres? -Dijo con un tono desenfadado.

-¿Qué haces aquí? Te dije que no vinieras.

-Pues he venido. ¿Me abres o no?

-Estoy bajando por las escaleras para comprar algo de comer, que no tengo nada. ¿Vienes conmigo?

-Aquí te espero, Nat.

-Ahora te veo.

Bajé las escaleras casi con los ojos cerrados por la poca energía que tenía y al abrir la puerta la vi apuntándome con la pistola que siempre llevaba. Abrí los ojos con impresión y di medio paso hacia atrás.

-¿Q-Qué coño haces Marta? -Dije mirándola a los ojos con la mano apoyada en la puerta del portal.

-Manos arriba. Te vienes conmigo.

Solté una carcajada, era broma, ¿no?- Estás de coña, ¿no?

-Manos arriba he dicho- Tenía la cara totalmente seria y cargó el arma apuntandome aún.

-No serías capaz de dispararme, Sango -Me acerqué poniendo su cañón en el mediastino y la miré a los ojos con una sonrisa prepotente sin llegar a enseñar los dientes.

-Nat, porfavor, Tengo que llevarte a casa. Esa tía te va a arrancar los sesos a mordiscos, está loca y puede con nosotros.

-Marta, tengo algo de ella. El otro día hablé con ella.

Me miraba a los ojos con terror, y aflojó su agarre de la pistola, haciendo que yo se la quitara de las manos y abrazándola, dejando la pistola en mi cinturón.

-Tengo información y estoy acercándome mucho a ella. No me va a pasar nada, pero necesito que confíes en mí, Marta.

Ella se abrazó a mi cintura con fuerza, agarrando mi camiseta e incando sus uñas en mi espalda.

-Te va a hacer daño, Nat. Por favor, vuelve a casa- Su voz se había roto y notaba cómo mojaba mi cuello de la camiseta, sollozando con frecuencia y fuerte. Estaba llorando desatada. Sabía que ella lo había pasado mal en el pasado. Recuerdo verla muy afectada cuando vio que le había comido la cabeza y que había jugado como quería con ella, cuando se dio cuenta de que tan sólo buscaba interés y que no la quería.

-Ayúdame a cogerla y me iré antes.

Levantó su cabeza mirándome a los ojos y la quité las lágrimas. Marta estaba aterrada y yo no ponía de mi parte para tranquilizarla.

-¿Cómo quieres que te ayude?

Abrí los ojos con cierta sorpresa. ¿De verdad me iba a ayudar?

Uɴ ᴅɪsᴘᴀʀᴏ ᴀʟ ᴄᴏʀᴀᴢᴏ́ɴ || Albalia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora