Capítulo I

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I

Habitualmente, la gente no sabe si mirarme con una cara triste o pasar totalmente de mí, todo debido a mi Don, o al menos así es como lo llama todo el mundo. Claro, pero cualquiera pensaría que un Don es algo bueno, pero sin duda es más bien una maldición y la gente no es ignorante, así que me limito a ocultar día tras día lo que yo soy, sin poder ser yo mismo.

Gracias al cielo, había una persona que siempre ha estado ahí, incluso cuando se reveló el Don, esa persona siguió apoyándome, a pesar de que nadie lo hacía ya. Así que cuando la vi acercarse por el porche de la casa no me sorprendió para nada y le di un rápido abrazo a la chica de pelo castaño y ojos azul mar que sabía que no me iba a abandonar.

-         Vamos adentro, medio pueblo ha estado observando cómo venía hasta aquí. – dijo con una voz infantil.

-         Por lo menos la otra mitad no se ha metido donde no le llaman. – Respondí mientras la invitaba a entrar.

Normalmente no usaba mi Don, ni tenía intención de hacerlo ya que asustaba a Janna y a pesar de que estaba acostumbrada, sabía que en el fondo no era de su agrado. Empecé a notar un dolor de cabeza de los que normalmente me atacan cuando mi Don quiere ser usado pero refrené el impulso y lo dejé guardado en un rincón oscuro de mi mente donde esperaba que tardase un tiempo en salir.

-         Menuda mierda; McKiney ha vuelto a hacer de las suyas y ha extendido el rumor de que has matado al pobre granjero que murió la semana pasada. – Me sentó como un puñetazo, pero me lo tragué, como de costumbre.

-         ¿Algo más? – Y por primera vez en mi vida me sorprendió al escuchar la respuesta de mi amiga.

-         Malo, no. Pero por suerte hay un par de gente que opina como yo y no es tu culpa que seas… así. – Terminó con un poco de cautela.

Suspiré, y preparé un vaso de limonada mientras Janna se sentaba en una mugrienta silla de madera que era más vieja que los restos muertos de mi abuela, la cual descanse en paz. Yo me senté al lado, le di un ligero sorbito y experimenté el ácido sabor de la bebida.

-         ¿Ha llamado Jack? – Pregunté con poco entusiasmo – Se supone que tendría que haber llamado hace una semana.

-         No. – dijo negando con la cabeza – Lo siento, Brand, pero me parece que no llamará.

Esperaba que mi hermano, Jack, a pesar de todo hubiese comprendido lo que me pasaba y me hubiese hecho una llamada para hablar y explicárselo todo, que no era elección mía y que no tenía por qué pasar miedo, pero supongo que a pesar de compartir sangre había sucumbido también al pánico.

Janna me cogió de la mano y le descargué una chispa en la mano, a lo cual gritó y se asustó pero me dijo con voz asombrosamente calmada:

-         Deja, da igual. Sé que no es tu culpa, voy a ponerme hielo.

No pude evitar sentirme mal por ella, le había quemado parte de la mano y estaba llorando, a pesar de que se intentaba contener. Yo también intentaba hacer lo mismo con mi Don, retenerlo y no hacer daño a nadie, pero ahí estaba. No podría soportar perderla también a ella. A ella más que a nadie en el mundo.

Habría deseado que mi poder fuese como en los libros, o en las películas, que eran de utilidad y era algo genial tenerlo, pero por alguna misteriosa razón me había tocado que fuese a lo contrario. Todo el mundo me tenía miedo y hablaba mal de mí. Así que prácticamente no salía de casa. La buena de Janna salía por mí a cubrir mis necesidades básicas que requerían salir a la calle, como comprar.

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⏰ Última actualización: Sep 14, 2014 ⏰

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