La campana sonó con fuerza, o al menos a mí me pareció que lo hizo con más fuerza que de costumbre. El aclamado sonido que estaba esperando al fin había aparecido, provocando así que una sonrisa se extendiese por mi rostro y un cosquilleo me recorriera el estómago. Había estado contando durante toda la mañana las horas, los minutos e incluso los segundos que faltaban para que se acabase el día. No lo habría hecho si no fuera porque acaban de comenzar nuestras vacaciones de navidad.
Me levante de la silla, me estiré y cogí la mochila para irme a casa, todavía con la sonrisa en mi rostro.
Desgraciadamente, tan solo eran dos semanas, pero a mí me valían. Unas vacaciones eran unas vacaciones, por muy pocos días de descanso que fueran. Y este año iba a aprovecharlas al máximo. Ya lo tenía todo planeado; me iría de fiesta con mis amigas, dormiría hasta que mi madre me llamase para comer, tocaría los libros de texto tan solo para apartarlos de mi vista… en fin, haría lo que se suele denominar “la buena vida”. Al fin y al cabo estaba en la edad de pasármelo bien; tenía dieciséis años. Eso no significaba que no me importasen los estudios, iba a primero de bachiller y mis notas eran normalitas tirando a altas. Me esforzaba bastante durante el curso, pero en vacaciones prefería no pensar en ello. Por suerte, este trimestre no me había quedado ninguna asignatura, ¡así que tenía todas las vacaciones para hacer lo que me diese la gana!
Al salir del aula, noté que alguien caminaba a mi lado. Cuando me fijé en quien era, le di un codazo para que me mirase.
-Ey, Adam, ¿cuántas te han quedado esta vez?
-Tan solo dos-se encoge de hombros-¿Y a ti?
-Ninguna, ¿qué te pensabas?
-Quién sabe, quizás la lista de Sophie se hubiese llevado una pequeña sorpresa esta vez…-dice con una media sonrisa burlona.
-Casi, ¡pero no! Ni siquiera las matemáticas pueden conmigo.
Él pone los ojos en blanco mientras ríe.
Es mi mejor amigo desde que éramos unos críos, lo quiero como si fuese mi hermano. Cada uno tiene un grupo de amigos diferente, pero estamos juntos gran parte del tiempo, por lo cual mucha gente piensa que estamos saliendo. Y esa última razón hace que muchas chicas del instituto me odien.
Adam es guapo, alto y tiene un cuerpo bien trabajado, vamos, que es un sueño para cualquier chica y, por eso mismo, muchas van tras él. Pero a Adam no le importa en absoluto. No ha tenido novia desde los catorce años, aunque sí se ha enrollado con más de una tía. Ahora tiene diecisiete, es más responsable e intenta preocuparse más por los estudios (que no se le dan muy bien) que por las tías, pero en cuanto ve un par de piernas bonitas se le cae la baba.
Él posa sus ojos azules en mí, yo le dedico una sonrisa.
Sin embargo, no soy la única que le presta toda su atención a mi amigo. Unos metros a nuestra derecha, un grupo de chicas cuchichean entre sí y nos miran descaradamente. Aunque a mí no me dedican precisamente la misma mirada que le dedican a Adam.
-Les gustas-le susurro.
-¿A quién?
-Ya sabes-las señalo con la cabeza-. Y a mí me odian.
-No les hagas caso, son unas envidiosas-las mira un momento y, sin esperarlo, me rodea con su brazo por encima de los hombros, lo que crea que los cuchicheos aumenten.
Nos miramos con complicidad y reímos mientras salimos del centro.
Si hay más de una chica que me odie por ir con Adam, aquel grupo que nos miraba hace un momento me tiene un asco tremendo. Se podría decir que son las cuatros chicas más pijas, engreídas y creídas de toda la ciudad: Taylor (la cabecilla del grupo), Jessica, Miranda y Amy.
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¿Y si te como a besos?
Teen FictionSophie Harper, con sus recientes dieciséis años, tiene claro que jamás se enamorará de verdad. Sin embargo puede que sus planes cambien cuando comience a notar que su corazón late por un chico del que jamás pensó que se enamoraría. Registrada en Saf...