Ese día no fue como esperaba. Llegué temprano al trabajo para cumplir una nueva jornada. La noticia que me dieron, debo admitirlo, me provocó una extraña sensación en el corazón: me desvincularon sin mayor fundamento.
Caminé sin rumbo aparente, simplemente avancé intentando encontrar, en cada paso, un poco de tranquilidad. Pero en el aire, deambulaba punzante, el alma de la injusticia.
Mis pasos se dirigieron hasta la plaza central de la comuna. Ahí permanecí, dolida, con rabia y confusa al no saber qué hacer.
Estuve sentada unos cuantos minutos cuando advertí a una mujer sentada en el banco del frente escudriñándome esmeradamente. Era una mujer linda, pequeña y con un toque de masculinidad. Su mirada era bella, casi sublime...excelsa quizá. De un metro sesenta de estatura aproximadamente; cuerpo fornido, pero elegante; cutis moreno y ojos profundos. Desde mi asiento podía sentir su aliento cansado.
No pasaron muchos minutos para que ella cruzara y se sentara a mi lado. Expelía un aroma especial. Su fragancia era una mezcla de mujer hercúlea y agobio.
Su relato fue triste. Había terminado una relación hace poco, aún le dolía el fin de esa idílica historia. Una tarde, luego de regresar de su trabajo, pasó a una tienda Valsweet, uno de los mejores negocios de venta de bombones. Compró una caja cuyo precio exorbitante no le importó, pues era para quien consideraba el amor de su vida. El motivo del obsequio, pues, solo el amor que sentía, no era necesaria una excusa mejor.
Llegó a casa feliz, cuando abrió la puerta no notó nada extraño, pese a que un silencio ensordecedor recorría su hogar. Llamó a su amada, sin embargo, no hubo respuesta. Ingresó al dormitorio que compartían hace 6 años, pero no había nadie ahí. Decidió guardar los bombones en su guardarropas, fue entonces cuando comenzó su pesadilla. Allí estaba ella, colgada. Había decidido terminar con su vida debido a los problemas económicos que últimamente la mantenían agobiada. Ese día, Diana le daría la buena noticia. La habían ascendido y como consecuencia de ello le aumentarían el sueldo. Todo mejoraría. Los problemas de dinero se esfumarían pronto. No fue posible compartir esa alegría. Desde entonces, luego del trabajo, prefería recorrer las calles de la ciudad. Su casa, solo era un enmarañado de malos recuerdos.
Su historia me hizo olvidar mi despido, sus lágrimas secaron las mías. Sus ojos abrazaron mi dolor. El amor que sentía por esa mujer me inquietó. Las sensaciones descritas encendían mi imaginación. Diana se dio cuenta, disfrutando aún más contarme sus historias. Hubo un momento de silencio en el que nuestras miradas se fundieron en una complicidad única.
— Si yo te besara, estoy completamente segura, lo disfrutarías mucho más que con cualquier hombre —dijo.
— No es posible. Siempre me han gustado los varones. Nunca he sentido atracción por una mujer —respondí.
— No hay problema con eso. Podrías cambiar de gusto fácilmente— dijo muy segura.
— Aahhh —ya no supe qué responder.
— Así es. Para una mujer es muy fácil cambiar de preferencias —aseguró.
Sus manos comenzaron a recorrer mi pierna derecha, mientras un frío estremecedor me saludaba con picardía. La miré temerosa y en sus ojos vi la delicadeza de un cariño desinteresado. La detuve. Sentí miedo de lo que podía pasar y también de que alguien nos viera.
Se humedeció los labios, provocando en mí el deseo ingente de besarla. ¿Qué pasaría si lo hiciera? ¿Me gustaría un beso suyo? Mil ideas viajaron por mi mente, inquietudes que solo resolvería si daba el paso necesario, si me atrevía a probar lo desconocido.
Me acerqué lentamente hacia ella, dándole la oportunidad de que detuviera lo que estaba a punto de pasar, pero era evidente, ella lo deseaba más que yo.
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Experiencia lésbica
RomanceUna mujer tiene un mal día, pero todo mejora cuando conoce a Diana con quien vive su primera experiencia lésbica.