Género: Romance
Pareja: Camus & Milo (fem)
Palabras: 1103
Advertencias: NingunaPara esta historia decidí usar las versiones de la película CGI de La leyenda del santuario (LOS) ¿Por qué esa versión? No tengo idea, sólo la imaginé así.
La idea me llevaba dando vueltas por un tiempo, y como no se me suelen ocurrir cosas(?), decidí aprovechar para escribirlo.Había planeado que este capítulo sirviera como una pequeña introspección a Camus, pero creo que se trata más de Milo, ja ja.
Me disculpo por lo vago... Esto era sólo un ejercicio personal, pero me gustó el resultado.Espero les guste :)
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Llevaban esa costumbre desde hace un tiempo: un viaje del santuario hasta Rodorio para compartir un almuerzo en un bar.
Todo había empezado por capricho de Milo. Camus había aceptado y, sin darse cuenta, aquellas salidas se habían convertido en una rutina establecida entre los dos.—Hoy estás más callado que de costumbre. —la joven de cabello rojo almagre lo saca de sus pensamientos. Camus asiente, serio y estoico.
—Lo siento. Estaba recordando. —respondió secamente, volviendo la vista a su platillo a medio comer y su taza de té.
—¿En qué? —curioseó Milo, cruzándose de brazos. Aquel gesto encendió una alerta en la mente del francés.
—Pues, ya ha pasado un mes y medio desde que vinimos a este lugar por primera vez. —se sinceró, no quería preocuparla por una tontería.
—Oh. —Milo hizo una pausa antes de continuar, parecía recordar algo. —No te había dicho porqué te traje, ¿cierto? —él negó. Aunque ella ya sabía la respuesta. —Verás. Hace tiempo había salido del santuario con Shura, Aldebarán y Aioria. —explicó, estudiando las sutiles reacciones de su compañero con curiosidad. —Me habían invitado a venir al pueblo para conocerlo y desestresarme un poco.
Camus la miraba por sobre su taza de té, pensativo. Estaba de acuerdo en que Milo merecía un descanso de vez en cuando, después de todo era tan responsable como él mismo. Sin embargo, no le agradaba del todo la idea de que la inviten a un bar precisamente. No es que desconfiara de sus compañeros. En sus adentros aceptaba que sólo estaba siendo anticuado.
Tan absorto estaba con la historia y con sus posibles celos, que apenas despertó cuando la oyó seguir hablando.
—Cuando vinimos aquí me acordé de ti. —confesó la pelirroja. —De hecho, había pensado que quería presentarte el lugar. El ambiente es tan tranquilo, justo como tú. Imaginé que te gustaría —.Aquellas palabras lograron descolocarlo. —Cuando nuestros compañeros comentaron que era por mi bien, me preocupé por ti, Camus. Quizás sea la única que lo hace—. bromeó—Será porque siempre pareces tener todo bajo control.
El galo se hallaba asfixiado por sus propios sentimientos de satisfacción y reproche. Permaneció unos incómodos segundos en silencio, ocultando perfectamente sus dudas. Aquello logra molestar a su compañera.
—No te agrada el lugar. —decidió ella, desviando la mirada. —O ¿acaso te incomoda mi presencia? —acusó con tono irónico.
—¡No! —.intervino rápidamente, quizás de forma muy efusiva para su gusto. —La verdad sí me gusta aquí. Y me gusta tu compañía.
A Camus le abochornaba un poco admitir aquello, pero ella sonríe complacida. Aquella bella sonrisa atrapa al mayor totalmente vulnerable, pues no recordaba la última vez que la vio sonreír. Al menos no desde que se volvieron caballeros de oro.
Milo nota su distracción y se burla discretamente.
—También yo disfruto tu compañía. Más que la de nuestros otros compañeros.
Esto conmueve notoriamente a Camus, quien con algo de esfuerzo logra ocultar sus sentimientos, para frustración de la muchacha.––––––––––––––
Al salir del establecimiento, ella le hace frente y le recrimina su rechazo por acercarse. Aquella acusación hiere a Camus, pero él sigue sin demostrarlo.
—No es así. Siempre acepté tus invitaciones. —intenta razonar, totalmente ajeno a lo insensible que se oía.
Sin embargo, a pesar de la indiferencia de él y la supuesta indignación de ella, Milo sabe que él no está siendo del todo honesto. Por lo que decide insistir con su actuación de víctima.
—Que aceptes no significa que te interese, podría ser sólo por cortesía. —sabe que es mentira. Sin embargo, Camus cae en su juego; una vez más intenta consolarla y convencerla de lo contrario, sin saber bien cómo tratar las emociones ajenas.
—No se trata de eso. Me hizo feliz saber que pensaras tanto en mi y el afecto que me guardas. Realmente atesoro tus palabras y los momentos que compartimos siempre, por más efímeros que sean. —explica, guardando la compostura. Aún asi, se denotaba un dejo de nostalgia y amargura en su mirada.
Milo sonríe radiante, aún más que antes, y lo abraza con anhelo. Camus en un principio no sabe si corresponder, pero termina cediendo. Y adora el contacto.
Ella se separa un poco para besarle la mejilla con dulzura, avergonzándolo, pero logrando sacarle una sonrisa sincera al mayor. Ante su logro la joven se sonroja, enamorada, y enfadada por haber planeado conquistarlo, y terminando siendo ella quien caía ante los encantos de su amigo. Quiere besarlo en los labios y comprobar si sigue sonriendo después de eso. Él la interrumpe antes de que pueda intentar algo.
—Gracias por la invitación, Milo. Yo jamás habría tomado la iniciativa. —confiesa con una perceptible tristeza en su áspera voz. —Nuestra responsabilidad y trabajo son lo más importante. No deberíamos sucumbir ante nuestras emociones como el resto.
Milo se sorprende, le duele escuchar eso, pero a la vez se alegra de haberse atrevido a ser más abierta con él. En parte, lo sabía.
Siendo piadosa con él, deja de presionarlo y simplemente camina de regreso al santuario, tomando su mano. Camus entrelaza sus dedos, sin dar ninguna señal de rehuirle. Ambos se sienten cómodos y tranquilos. Felices, como si no hubiera nadie más alrededor.Antes de despedirse, el francés le ofrece una discreta sonrisa y le acomoda un mechón del cabello, rozando su mejilla. Al tratar de separarse, ella le sujeta la mano en su lugar y cierra su mirada en él, fulminándolo. Esperando algo que sabe que no va a llegar.
Él suaviza su expresión con algo de culpa y melancolía. Milo odia esa expresión, así que a regañadientes acepta su forma de ser y no le insiste en hacer algo que no quiere.
Sin embargo, en un arranque de ira y cariño, decide que no por dejar de esperar algo de su parte va a rendirse. Por lo que se inclina para robarle un fugaz beso en los labios. Él corresponde y cierra los ojos unos segundos antes de separarse y despedirla finalmente. Aún conservaba su sutil sonrisa, igual de serena.
Ella se irrita por su respuesta tan cortante y fría, y por verse tan calmado cuando ella siente sus emociones explotando. Rayos, esperaba al menos sorprenderlo.
Él era el único que lograba arruinar sus planes. Eso la frustraba. Y la fascinaba.
Se retira a su casa, su mente en otra parte. En otro momento.Quizás debió insistir más ¿Sería correcto?
Quizás debería dejar de ser tan correcta ¿Sería desconsiderado?
Quizás debería dejar de buscar controlar todo siempre ¿Sería irresponsable?Quizás.
Quizás...La próxima vez no lo dudaría. Siempre podía pedir permiso. Y Camus siempre podría rechazarla... O aceptarla otra vez.
Sí, lo haría.
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Quizás... [Camus x Milo] [LoS]
FanfictionLlevaban esa costumbre desde hace un tiempo: un viaje del santuario hasta Rodorio para compartir un almuerzo en un bar. Todo había empezado por capricho de Milo. Camus había aceptado y, sin darse cuenta, aquellas salidas se habían convertido en una...