Son las voces que responden a los gritos que damos pero que nadie los escucha. Son las voces que se apoderan de nosotros y toman control de cada movimiento de nuestro cuerpo y nuestra conciencia. Las que nos dicen qué está bien y qué está mal, pero tomando su propio parámetro, no el de la vida, es decir, no nos hablan de lo que realmente es bueno y malo, sino que ponen sus propias reglas en base de lo que ellas desean.
Te manipulan hasta que te autoconvenzas de hacer algo y pienses que es lo correcto, lo que te va a ayudar y lo que te conviene; pero no es así, es sólo una falsa luz, una luz que parece brillar con una gran intensidad y nunca apagarse, pero en cualquier momento nosotros mismos cortamos los cables y caemos en la oscuridad, solos, tristes, confundidos. Pero siempre por mas negro que parezca el camino, todavía persiste ese pequeño destello que nunca nos abandona, que por fuera parece ser insignificante, pero cuando nos aferramos a él vemos que podemos hacerlo crecer, dejarlo que sea quién nos ayude a salir de esto, y con mucha voluntad ese rayo de luz que apenas podía diferenciarse entre las tinieblas, se vuelve un campo lleno de flores y con un aire puro. Pero eso no significa que será para toda la vida, nosotros tenemos que regar esas flores, renovar el aire, y así con todos los pequeños detalles de todos los días. Una mínima observación hace grandes cambios, siempre conservando la fe y esperanza de querer lograrlo.