-Tía, estás loca...¿Cómo dices que estás gorda?.-Exclamó Sara mirando a Amaia incrédula.
Estaban en el nuevo piso que ahora compartía con su hermano y con su...bueno, con su novio ilícito, Alfred. Era la primera semana y la verdad es que Amaia pensaba que era "lo mas de lo mas". Sobretodo porque era un ambiente nuevo, en donde sentía que podía volver a sonreír, y no sentía aquel peso del pasado. El piso era bastante pequeño, de hecho a penas tenia dos habitaciones, pero con el sofá-cama que había en el salón estaban genial. Javi se quedaría en una habitación, Amaia en otra y Alfred dormiría en el sofá. Cosa que le agradaba mucho a Amaia ya que así él podía escabullirse a su habitación en medio de la noche.
Amaia aún se miraba en el espejo.
-Enserio, tía, voy a comenzar una dieta o algo.
-Venga ya.-Dijo burlona.-Si estás genial.-Sonrió.-Por algo tienes dos chicos ¿no?.-Amaia se sentó a su lado riendo.
-No sé que hacer.-Dijo dejándose caer pesadamente en la cama.
-No puedes estar con los dos toda la vida, Amaia.
La aludida suspiró.
-Lo sé, ¿pero que se supone que haga?, quiero a Alfred, pero Leo me necesita, ya te conté lo de su madre, su marido la golpeó tanto que terminó en el hospital y el pobre estaba hecho una furia, si no hubiese sido por mi va y lo mata.
-Joder, si, que fuerte...¿pero ya está mejor su madre no?.
-Algo...pero tía...-Amaia bajó la vista y frunció el ceño.-Leo está metido en cosas raras ¿sabes?.-Sara miró a Amaia confundida.
-¿Cómo cosas raras?.
-Es que no sé, tía, siento que me oculta cosas, todavía no me ha dicho de que va ese dichoso trabajo que tiene y la verdad es que el amigo con el que está viviendo ahora no tiene muy buena pinta...
-¿Qué crees que sea?.
-No sé, pero espero que no sea lo que sospecho.-Se incorporó sentándose en la cama y miró a su amiga con cara de circunstancia.
-¿Cómo te fue con aquello...?.-Amaia sonrió.
-No lo sé, sabes que necesito pasta.
-Se que te hace ilusión.
-Mucho, pero esperaré conseguir algún trabajo aunque mi hermano y Alfred me maten.
-Oye, ¿y como son las cosas ahora que tienes a Alfred aquí?.-Amaia soltó una risilla.
-No sabes, es genial. Ayer estuvo toda la noche en mi habitación.
-¿Haciendo...?.
Amaia rió.
-Imagínatelo.-Sara abrió la boca.-No, eso no, mal pensada.-Rió Amaia.-A veces pienso que Alfred tiene miedo.
-¿Miedo?.
-Es que cree que soy una niña.
-Si, claro, si pensara eso no te besara como lo he visto.-Rió Sara.
-Ya, pero es que...me trata con demasiado cuidado, y cuando soy yo la que lo toco se pone nervioso.-Rió.
-Es que lo pones mal, tía.
-¿Será eso?.
Las dos rieron.
Esa noche quería llegar a algo mas, le divertía ponerlo nervioso y sabia perfectamente que él no se resistiría a sus encantos. Vestida con unos shorts de pijama y una camiseta de tirantes casi transparente se asomó en la puerta de su habitación para comprobar que su hermano estuviese durmiendo ya. Así era, ese día había estado bastante ajetreado con la universidad y buscando un nuevo trabajo, según él, más estable. Así que seguramente estaba rendido en los brazos de Morfeo. Giró la vista hacia el salón y vio a Alfred allí recostado en el sofá-cama leyendo un libro con el torso desnudo y una manta tapándole el resto del cuerpo. Una cinta apartaba los rizos de su cara y Amaia se mordió el labio pensando que no podía estar más bueno.