NECESITO RESPIRAR

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Es una tarde tranquila y soleada, nada malo parece pasar, aunque sé que eso es mentira. Suspiro ante la relajación que siento. Estoy sentada en medio del jardín, llevo un sombrero y gafas de sol, voy descalza y noto la hierba entre mis dedos. Está fría y un poco húmeda. Escucho todo el ruido de la naturaleza, no sin antes dejar salir otro suspiro de mi interior. Me siento bien, y aunque sé que no durará mucho, estoy relajada. Siempre me ha tranquilizado mirar a la nada, mientras pienso en mi vida.
"Mi vida". Suelto otro suspiro. Puede que a muchas les parezca que mi vida es fantástica, pero lo que no saben es lo que vivo día a día, y lo que me toca soportar. Ya no busco el placer en mi propia casa, y me da miedo pensar que me hará él si me pilla. Él tiene a su chica por ahí, y piensa que no lo sé, pero no me puedo quejar, porque yo hago lo mismo. Muchos se preguntarán por qué sigo con él, y la razón es porque yo no tengo donde caer muerta, y mientras que no llegue el día en el que no pueda más, no permitiré que él gane la batalla.
Si me pega, me compra algo. Si me fuerza a tener relaciones, me lleva a cenar a otra ciudad. Si me insulta delante de alguien, luego le invita a que venga a comer en casa, y todo arreglado. No me importa que lo haga, casi no está en casa así que no es tan continuo como parece. Yo todo lo hago por mi hija. El problema está cuando llega con ganas de jugar, y yo no me puedo negar a nada. No quiero que me deje marcas en la piel y que los demás lo vean. No quiero que mi hija se entere. Ella no está conmigo, él me obligó a mantenerla en un internado, y creo que es mejor para ella, porque si le hiciera algo, lo más probable es que yo cogería un cuchillo y se lo clavaría hasta que me cansara.
Suspiro de nuevo. No me gusta pensar, porque hoy sé que vendrá, y querrá hacer cosas y yo no me podré negar, y luego desaparecerá como ha venido, y se irá con la otra porque no ha llegado al máximo placer que conmigo recibirá. Es rico, puede hacer lo que quiera, cuando quiera y como quiera. Tiene contactos. Él tiene el poder en mi vida, y mi forma de evasión es con...
De repente oigo un coche. Cierro los ojos, sé que es él. Me levanto tranquilamente del suelo, y me acerco a la puerta que une el jardín con la casa. No tardará en aparecer, porque aunque la casa es muy grande, tiene el inconveniente de que el jardín trasero da directamente con la primera sala a la derecha, que encuentras inmediatamente entras por la puerta.
Aparece en cuestión de segundos.
-Hola cariño¿qué tal tu viaje por París? -digo esbozando una sonrisa falsa pero bastante creíble.
-No tengo muchas ganas de hablar, solo te diré que lo habrías disfrutado más tú que yo.
-¿Entonces por qué no me quisiste llevar si sabías que lo habría disfrutado?
-Porque no te mereces ir de viaje. No estás hecha para estas cosas. Además, no me lo pediste.
Es verdad que no se lo pedí, pero sabía que igualmente me iba a decir que no. Hubo un tiempo en el que disfrutaba de vivir con él, y él disfrutaba de mi compañía. Pero puede que sólo fuera un papel que interpretaba de una forma excepcional.
-Tienes ganas de discutir, porque yo no, estoy muy cansado para estas tonterías. Te pido que subas al dormitorio. Yo tengo que hacer una llamada, no tardaré.
Asiento con la cabeza. Paso las dos primeras salitas, y llego a la escalera. Subo despacio, mirando hacia abajo. Giro a la derecha, después abro una puerta bastante grande, y allí está. La cama. Es lo primero que te encuentras cuando entras a la habitación. Es grande y tiene cinco cojines bien colocados. Solo tiene una sábana, que pone Rosa, aunque le he dicho varias veces que la quite, porque hace mucho calor para dormir arropado. Ella se encarga de la limpieza de las habitaciones, pero no es la única que viene a limpiar. Si solo viniera ella, no habría forma de que acabara en un solo día. Subo el escaloncito que distancia la cama del suelo. Me acuesto, y espero. En la pared izquierda mirando desde mi perspectiva, hay un espejo. Lo odio, porque cuando lo hacemos, veo la tristeza que me invade. Es horrible. Escucho sus pasos subiendo poco a poco las escaleras, y noto como mi corazón bate fuerte. Siento el nerviosismo en mi estómago, y me dan ganas de vomitar. Suspiro de nuevo. Y entonces entra, con un vaso de wiscky en la mano. Entra un momento al baño, y sale sin el vaso. Se lo habrá dejado encima del lavamanos. Sube a la cama, y entonces me besa. El sabor a alcohol me invade, y entonces cierro los ojos, e intento ignorar lo que pasa, pero es imposible. No puedo dejarlo estar. Lo noto todo. Noto como me besa el cuello, y como me desabrocha la blusa. Noto como se aburre de mirar mis pechos, y pasa a algo más. Siento como me desabrocha el pantalón, y como lo baja hasta que me lo quita completamente. Y entonces, abro los ojos un momento, para que no se enfade. Y veo su sonrisa en su boca, y como se baja la bragueta, y de repente veo su miembro. Y no tarda en introducirlo. Y empieza. No por darle más fuerte consigues que la otra persona lo disfrute, y eso es algo que no entiende, que no por meterlo con fuerza logrará complacerme. Pero yo igual gimo, y le digo que sí. Pero no me gusta para nada lo que hace. No tarda mucho. Nunca tarda. En pocos minutos ya está tranquilo. Pero mientras lo hacemos, yo solo pienso en otra persona, en aquella que sí consigue hacerme llegar al más puro éxtasis.
De pronto para. Eso es un consuelo para mí.
-¿No te ha gustado verdad? -dice.
-No cariño, no digas eso, claro que sí. Siempre me gusta.
-No me mientas, eres una zorra -noto como se le marca la sien, y su rabia le hace enrojecer.
-No te estoy mintiendo, es la verdad. Me gusta, sino te diría que parases.
-¿Y cómo sé yo que no me mientes de nuevo?
-Cómo quieres que te lo demuestre.
Entonces sonríe con malicia, mira abajo. Yo ya sé lo que quiere, pero eso sí que no lo diré.
No tardé mucho, siempre es fácil complacerlo sexualmente, aunque es un ser insaciable. Me manda a la ducha, porque le da asco pensar que no lo voy a hacer. Siempre lo hago, a la que le da verdadero asco es a mí. Yo soy la que se siente sucia. Y tras meterme en la ducha, lloro. Lloro hasta cansarme, pero siempre con el grifo abierto, por si le da por escuchar qué hago en la ducha. Por eso tardo siempre. Salgo del baño solamente cubierta con la toalla. Y él está en la cama. Todavía está erecto, se nota que se ha seguido masturbando después de acabar conmigo. Como ya decía, es insaciable. Luego él se mete al baño. Y en el instante en el que cierra la puerta, escucho una notificación que no es de mi móvil. Y veo que la pantalla de su teléfono se enciende. Entonces lo cojo de la mesita donde se encuentra, y veo que hay un número desconocido que le ha escrito un mensaje: <<pues esta noche mejor>>.
Será ella, no sé ni su nombre ni su cara. Yo solo sé que existe, y presiento que a ella seguramente todavía no le pegará. Entonces escucho pasos, y abre violentamente la puerta. Solo me da tiempo a dejar su móvil, pero no de apagar su pantalla. Entonces me mira, lo hace con desprecio y desdén. Y me grita:
-¿QUÉ HACES CON MI TELÉFONO?
Claramente niego el haberlo tocado, y titubeo. Pero no se lo cree, y entonces es cuando desencadena su ira. Me agarra del pelo, me levanta de la cama, y me tira al suelo, pero debe calcularlo mal, porque me doy contra la mesa, y me abro una pequeña herida en la ceja. Es ínfima, tanto que el maquillaje podrá disimularla, pero es una marca, que seguro que no desaparecerá nunca. Me la toco, y noto como escuece. Me estremezco, pero no lloro. No puedo dejar que vea mi debilidad. Entonces él aprieta la mandíbula, coge su teléfono, y se mete de nuevo en el baño. Y mientras tanto yo recojo la toalla que se me había caído, y me meto en el armario para vestirme. Este es más grande que el que tenía antes, porque en un arrebato de rabia, él le rompió una de las puertas, entonces después de pegarme en el estómago, se relajó y me dijo que sería mejor que convirtieramos la habitación de al lado, en un armario para mí, y que ya vería la forma de cómo hacer para que se llenara todo.
Nunca tarda más de veinte minutos en salir del baño. Pero ahora se pone sus zapatos, coge la chaqueta de su traje, y se va, sin no antes decir que este fin de semana no estará en casa.
Yo vuelvo a suspirar, miro la hora. Las cinco y media. Debería ir a hacer la compra. Podría mandar a Carolina, pero necesito que me vuelva a dar el aire.

Dolor Y VerdadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora